IGUAL QUE CENDRILLÓN
“¡¡Cayó, cayó Babilonia La Grande, la reina de las inmorales (que prostituyó el oficio), la que se embriagaba con la sangre de los justos (los periodistas caídos) y que hizo beber a todos del vino de su iniquidad (compró plumas y medios)!!. Todos pecaron con ella y se ufanaba diciendo: aquí estoy sentada como una reina (vicegobernadora) sin conocer el sufrimiento. Pues bien, denle a ella lo doble del brebaje que preparó para los otros, páguenle con la misma moneda”. Tal es la cita bíblica, tal es el ajuste a la realidad local, tal es la gran malhechora que ayer fue echada de la vocería estatal.
Tres años duró vestida de oro y escarlata, paseándose sobre el lomo del duartismo. Le hizo daño al gremio, sí. Lo acosó y persiguió, y siempre estuvo presta a difamar a sus semejantes, vivos o muertos, con tal de agradar al patrón pero, paradójicamente, el más afectado por su perversidad fue el mismo que la procuró: el gobernante en turno, Javier Duarte de Ochoa. Sus desatinos e ineficacia colocaron al cordobés, en tan sólo tres años, en la cresta del desprestigio internacional. Hoy en día lo catalogan como el gobernador más cuestionado del país y se perfila a ser el segundo más nefasto en la historia de Veracruz -el primero es el innombrable, nadie le arrebata el título ni siquiera su creatura-
Se fue María Gina Domínguez, la inamovible, la asesora, la poderosa, la meta-constitucional, la que dictaba las “ocho columnas” y decidía el rumbo de la prensa domesticada. Se fue también por la puerta de atrás, echada de los primeros sillones del gabinete ante la necesidad de recomponer el rumbo. La sacaron fracasada y diezmada. Ahora, lo que haga o diga, ya no le importa a nadie. Ya no es voz autorizada. Ni siquiera vale la pena citar sus últimas palabras y su destino es el peor que le puede ocurrir a un periodista: que nadie le otorgue una pizca de credibilidad.
Duarte de Ochoa no la investigará -será indagarse a sí mismo- mucho menos le fincará responsabilidad penal por las tropelías que hizo con el presupuesto estatal -con el cual habría construido una fortuna personal- pero su final es vergonzoso y quizá son dos las únicas diferencias del que tuvo a su paso por Quintana Roo, donde fue vocera de Mario Villanueva, encarcelado por narcotráfico. Una diferencia es que no tuvo que salir de la entidad escondida en la cajuela de un automóvil.
La segunda, que acá el patrón la mantendrá con un cargo creado artificialmente para darle terapia ocupacional, aunque le cueste al bolsillo de los veracruzanos, como mera aviadora de la nómina, pues. En fin, el destino finalmente alcanzó a María Gina Domínguez y le sucedió como en el cuento de Cendrillón (La Cenicienta), escrito por Charles Perrault, pues a la elegante carroza se le acabó el encanto y quedó convertida en la calabaza que era. Colorín, colorado…
EL CISNE POR LA URRACA
El que llega en su lugar no es mejor. En el aviario comunicacional sólo cambiaron a la urraca por un cisne. El sustituto no es comunicador, ni tiene empatía con el gremio ya que su única relación son los convenios publicitarios -oficiales y por “embutes”- para promover su imagen. En eso sí tiene experiencia, en gastar el dinero público para acaparar notas y fotografías que lo expongan en la palestra mediática.
La vanidad lo pierde -por algo le apodan El Cisne, sobre nombre que él mismo procura-. Ayer Alberto Silva Ramos, ex alcalde de Tuxpan y ex secretario estatal de Desarrollo Social, fue sentado en la vocería estatal y si bien no sabrá cómo se redacta un boletín si puede darle “tips” a Duarte de Ochoa de cómo aparecer con un bronceado envidiable y lucir una “sonrisa Colgate” en las fotografías. Eso es su fuerte y nadie puede acusarlo de no saber de “imagen pública”, al menos la cosmética.
Dicen que es uno de los favoritos de Duarte de Ochoa para la sucesión gubernamental del 2016 aunque no es más brillante ni el más aventajado que el resto de los aspirantes. Tampoco viene de buena cuna. Su origen es fidelista y presume ser quien le redactaba los discursos y le cargaba las petacas cuando el innombrable era diputado federal y después senador. Y peor aún, tiene antecedentes poco decentes por sus nexos con indeseables, y esto no es sólo en referencia al innombrable sino porque sus nexos con el empresario Francisco Colorado Cessa, detenido y procesado judicialmente en Estados Unidos por su complicidad con el crimen organizado.
Como se recordará, Colorado Cessa fue acusado de “lavar” dinero para uno de los carteles del narcotráfico a través de su empresa, ADT Petroservicios S. A, que operaba en Tuxpan, de donde fue alcalde Silva Ramos. Más aún, el apoderado legal de esa firma era Martín Silva Ramos, conocido con el sobre nombre de “El Negro Silva”, hermano del hoy vocero estatal. ¡Qué bonita familia!. Y por si fuera poco, el periodista Antonio Trujillo y Perdomo, sostiene que Alberto Silva y Colorado Cessa son compadres, de acuerdo a la investigación realizada, además de que era su constructor consentido cuando despachaba en el ayuntamiento tuxpeño.
(http://laverbagrand.com/2012/09/05/la-relacion-colorado-cessa-miguel-martin-silva-ramos-en-tuxpan/).
Sobre su trato con la prensa, la cosa no promete nada bueno. Silva Ramos tiene el antecedente de haber encarcelado en el 2011 al reportero Jorge Ricardez Manríquez -ese mismo que fue golpeado a planazos por el senador Héctor Yunes Landa cuando era subsecretario de Gobierno de la fidelidad- y el productor y conductor radiofónico, Alejandro de la O, hermano de Francisco de la O, conductor de Televisión Azteca, a quienes acusó de intentar extorsionarlos y todo el aparato policiaco y judicial se volcó en contra de ellos por lo que estuvieron varios meses encarcelados.
Y claro, la joya de la corona de Silva Ramos se dio en la campaña electoral del 2010 y a inicios del gobierno de Duarte de Ochoa, a quien aconsejó –según testigos presentes- de que declarara que su personaje histórico admirado era el dictador sanguinario, Francisco Franco, que persiguió, torturó y asesinó a miles de personas en sus 39 años de dictadura en España. La conseja fue para justificar la agudeza en su tono de voz ya que Franco también sufría de dicha complicación pero aún así logró inflamar a las multitudes fascistas con discursos. Silva quería que todos vieran a Franco en la figura de Duarte y escucharan la voz del dictador en la voz del cordobés. Duarte lo hizo y hasta la fecha no se puede sacudir la mofa y el repudio nacional por dicho disparate.
Todo lo anterior sin considerar el derroche presupuestal ejercido en Tuxpan donde dejó a ese ayuntamiento con una deuda pública superior a los 425 millones de pesos y es uno de los municipios con mayores pasivos de todo el país. ¿A dónde fue todo ese dinero? Los bien enterados afirman que parte fue para costear la intensa campaña mediática para promover su imagen y el resto terminó en cuentas personales tanto de él como de sus cómplices. Ese es El Cisne, el nuevo vocero del duartismo.
LA TIRANÍA DE LAS CREMAS
Por cierto, en los cambios realizados en el gabinete estatal hay una constante: la exquisitez de tres de los personajes que llegan a las principales carteras. El Cisne, Alberto Silva en Comunicación Social, el abogado cordobés, Luis Ángel Bravo Contreras a la Procuraduría General de Justicia y el toluqueño Jorge Carvallo a la Secretaría de Desarrollo Social. Los tres están cortados con la misma tijera, son vanidosos al extremo, y han recurrido tanto al bisturí como a los tratamientos de belleza para mejorar su imagen física.
No se separan ni del espejo ni del cepillo -y en el caso de Alberto Silva ni de las cámaras de bronceado a las que lleva a todas partes-. Es el club de los perfumados que ya invadió el gabinete duartista. En Veracruz la tiranía del vestuario de diseñador, de las fragancias europeas, de la depilación láser, de la comida macrobiótica y de las cremas adelgazantes ya sentó sus reales en el gobierno estatal.
Por otro lado, otro que también se fue por la puerta de atrás, silencioso y casi en la oscuridad es Amadeo Flores Espinosa. El miércoles pasado dejó la Procuraduría General de Justicia furtivamente y no se mereció ni siquiera un acto protocolario para que entregará las llaves como lo marca la ortodoxia. Nada, sólo un boletín de cinco párrafos dio cuenta de que se había ido “por motivos personales”. En ese mismo comunicado, el gobernante en turno mostró su “agradecimiento” por haber colaborado a su lado. Fue un boletín masoquista porque Duarte le dio las gracias por haberlo hecho quedar en ridículo a nivel internacional.
Esa fue la despedida de Flores Espinosa. Así se la merecía y todavía le faltó pues lo correcto era que se le pusiera a disposición de un juzgado para que diera cuenta de todas las tropelías hechas con dicho cargo público. Pero en fin, lo importante es que ya se fue y no es posible que el que llegó haga peor las cosas. ¿O sí?