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El minutero: Escupieron al cielo

Superiberia

 

ESCUPIERON AL CIELO

 

Los recibos del consumo de energía eléctrica correspondientes al último bimestre comenzaron a llegar a las escuelas veracruzanas y esta vez no serán pagados ni por el gobierno federal ni por el estatal. La cobertura de esos gastos corresponderá a los padres de familia como lo establece la “Guía Básica de Autonomía y Gestión Escolar” que forma parte de las reformas a las leyes educativas para descargar al Estado del mantenimiento de los planteles. Así, finalmente el destino alcanzará a los padres de familia, muchos de los cuales satanizaron a los maestros que salieron a las calles para protestar por la reforma educativa y clamaban para que los apaleará la fuerza pública.

Ya se había advertido que eso pasaría como parte del proceso para privatizar la educación en el país impulsado por el copetón Enrique Peña Nieto y sus aliados panistas, priistas y perredistas en el Congreso de la Unión. Desde ahora en adelante no solo el recibo del fluido eléctrico sino también el del consumo de agua, servicio telefónico y de internet, el pago de las labores de intendencia, el mantenimiento de los edificios – jardinería, carpintería, soldadura o plomería- así como mobiliario e insumos para aulas y oficinas –léase pizarrones, plumones, material didáctico, papelería administrativa, entre otras cosas- tendrá que salir de los bolsillos de los padres de familia.

En la ciudad de Xalapa algunos tutores se presentaron ayer en la plaza Sebastián Lerdo de Tejada para protestar porque ya tienen en sus escuelas los recibos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), algunos con cantidades que oscilan entre los 30 mil y 40 mil pesos, y los tienen que pagar como les notificaron los directivos. Fue escasa la concentración de padres de familia por este motivo, es cierto, pero también fue la primera. Cuando arriben en cascada las facturas de los gastos a todas las escuelas y estén obligados a pagarlas para que no se paralicen los centros escolares, entonces también saldrán en cascada a las calles para protestar. Muchos acusaron a los maestros con toda clase de epítetos: flojos, interesados, corruptos y hasta delincuentes, molestos porque bloqueaban carreteras, liberaban casetas de peaje e interrumpieron los accesos a recintos portuarios, a los aeropuertos y edificios públicos.

Ahora será el turno de los padres de familia y entonces muchos tendrán que morderse la lengua pues los acusarán de las mismas cosas. Ellos tendrán dos opciones: la protesta pública para defender el derecho de sus hijos a estudiar o aceptar sumisos el pago de todos esos gastos y así, tácitamente, costear los estudios de sus descendientes aún cuando la Constitución establece que la educación debe ser pública y gratuita. Todos aquellos padres de familia que opten por la resistencia civil para conservar la gratuidad de la educación serán infiltrados, difamados, amenazados y apaleados por el gobierno estatal como hicieron con los maestros. Muchos se arrepentirán de no haberse solidarizado con los docentes en protesta y haber abogado porque los reprimieran. Ahora les tocará a ellos caminar por esa misma brecha. No cabe duda que es verídico aquel dicho popular que dice: “el que escupe al cielo, en la cara le cae”.

 

LOS ENIGMAS

 

El tema siguiente se trata con el debido respeto a los aludidos aunque no se puede dejar de revisar pues sus protagonistas son servidores públicos y lo que hagan o dejen de hacer impacta a la sociedad. Ayer, finalmente el cordobés Gerardo Buganza Salmerón, actual secretario de Infraestructura y Obras Publicas habló públicamente sobre su problema de salud que en las últimas semanas desató una serie de especulaciones en espacios periodísticos y sobre todo en los corrillos políticos. La enfermedad de la piel, que en especial le afectó el rostro, es cáncer –según palabras del propio Buganza es “pre-cáncer” -¿no es lo mismo?-.

Pero más allá del debate médico, el funcionario desechó los rumores sobre su posible salida del gabinete estatal para dedicarse a cuidar su salud. Afirmó que se encuentra “fuerte y muy sano” pese a la apariencia y aún más, recurrió a las metáforas religiosas al asegurar que su cuerpo “es su templo y está bien”. Se declara “científicamente listo, totalmente controlado y bien médicamente”, palabras afortunadas o aventuradas, solo él lo sabrá. Y claro, nadie es culpable de enfermarse. Es más, la enfermedad es quizá uno de los trances más democráticos en la vida de los hombres pues no hay distinción en aquellos que la llegan a padecer.

Podrá haber recursos para tratarla y tal vez para prevenirla o alargar su llegada pero nadie tiene comprada la excepción para no enfermar. El caso de Buganza es uno de esas situaciones enigmáticas que envuelve a ciertos políticos cuando enfrentan un dilema de este tamaño en sus vidas pues no quieren dejar el poder ni permanece en sus casas o en hospitales con el fin de superar esas etapas bajo cuidados de especialistas y familiares. En Veracruz se tuvo el caso, en el sexenio pasado, del entonces procurador de Justicia, Salvador Mikel Rivera quien también enfermó de cáncer y fue sometido a un largo tratamiento. Aún así se negó a dejar el cargo pese a que lo descuidó al extremo.

No quiso irse y optó por paralizar a la procuraduría veracruzana a sabiendas de que ésta es una instancia vital para el desarrollo de la sociedad. Otro caso a nivel nacional, con un final lamentable, fue el del ex secretario de Educación, Alonso Lujambio, afectado también del mismo mal y que se resistió a retirarse del gobierno calderonista. Fue hasta que se agravó su estado cuando solicitó la separación. Aún así, Lujambio quiso participar en el proceso electoral del 2012 y fue postulado a una curul en el Senado de la República por el PAN. En condiciones muy deterioradas se presentó a rendir protesta como legislador el 29 de agosto de ese año.

¿Qué tiene el poder político que muchos se aferran a él como si fuera una medicina?¿Qué contendrá ese afán de permanecer en el templete público sin importar exhibir su deterioro físico? ¿Pensarán que los cargos gubernamentales son una especie de elixir mágico para superar las crisis de salud? Son de esos enigmas que se esconden en las almas de los hombres públicos y las respuestas solo ellos las conocen. Lo lamentable del asunto es que, digan lo que digan, son humanos y la enfermedad deteriora también sus capacidades físicas e intelectuales y por ende su desempeño público. Es en este punto donde su obsesión de permanecer en los cargos públicos perjudica a los gobernados.

 

HOMENAJE EN MARSELLA

 

El pasado sábado 12 de octubre en la ciudad costeña de Marsella, al sur de Francia, se ofreció un homenaje al político y prócer de la solidaridad internacional, Gilberto Bosques Saldívar, quien fue cónsul general de México en aquella región entre los años 1940 y 1942 cuando la Alemania nazi de Adolfo Hitler había invadido Francia y desató una persecución contra los pobladores de origen judío así como antifacistas franceses, italianos, belgas y los propios germanos. En España, el triunfo del fascista Francisco Franco también generó un éxodo masivo de personas que huyeron hacia territorio francés.

El diplomático mexicano salvó a miles de españoles de la sangrienta dictadura del Generalísimo Franco –ídolo del gobernante veracruzano según lo declaró el mismo- así como otros tantos europeos. Bosques ayudó a escapar de la muerte a unas 40 mil personas perseguidas por el nazismo y el franquismo. En Marsella, el homenaje del fin de semana fue encabezado por el alcalde Jean-Claude Gaudin, también senador por el departamento Des Bouches-du-Rhône así como el embajador de México en Francia Agustín García López que develaron una placa con el nombre de Bosques sobre la plaza de Stalingrado.

Además se realizaron foros, charlas y exposiciones relativas a la gestión diplomática y humanitaria del ex cónsul que llegó a Francia designado por el entonces presidente de la República, Lázaro Cárdenas del Río, que el próximo 18 de octubre cumplirá 43 años de fallecido. Vaya, ¡cuánta falta hace tata Lázaro en estos tiempos!, pues México no solo perdió la calidad diplomática –imagínense que hasta quieren nombrar de embajador a un individuo tan desacreditado como el exgobernante de Veracruz, el innombrable- – sino que extravió el rumbo de la solidaridad internacional y el sostén humanitario que lo hizo brillar en el orbe con personajes como don Gilberto Bosques.

También en el homenaje estuvieron presentes dos hijas del ex cónsul mexicano, Laura Bosques que radica en México y María Teresa Mock-Bosques quien vive desde hace varios años en Suiza, y se proyectó el documental “Visa al Paraíso” de la cineasta mexico-alemana Liliann Liberman. En los foros se ofrecieron testimonios de los sobrevivientes de la persecución nazista y franquista así como de los hijos y nietos de aquellos que no ya viven pero que recibieron la ayuda de Bosques. Lo que se repitió con insistencia fue el calificativo “El Schindler Mexicano”, en referencia al empresario alemán Oskar Schindler, considerado como un héroe para el pueblo judío.

Schindler utilizó la estrategia de dar trabajo en su fábrica ubicada en Polonia –en la cual hacían artículos de metal, entre ellos cacerolas de cocina, pero la empresa devino con el tiempo en los famosos elevadores Schindler que hoy están por todo el mundo- a judíos con el fin de evitar su deportación a los campos de concentración y del exterminio, y así logró salvar de la muerte a mil 200 de ellos. La hazaña humanitaria de ese industrial se documentó en la película “La lista de Schinder” del cineasta norteamericano Steven Spielberg en 1993. De ese tamaño fue el mexicano Giberto Bosques que incluso salvó mucho más gente que Schindler. Un orgullo para México tan necesitado de modelos y héroes ante la decadencia de los actuales hombres públicos.

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