Andrés Timoteo
Columnista
EL EPICENTRO: DÍA 3
Europa desplazó a China -donde se originó- y se convirtió en el epicentro de la pandemia de gripe provocada por la cepa Covid-19 o Coronavirus. Casi todas las urbes europeas lucen como si fueran escenarios de la serie televisiva “The Walkind Dead” pues sus calles y plazas están desoladas y silenciosas. Son, como lo dice el escritor italiano Roberto Ferrucci, “ciudades calladas en países cerrados”.
Ayer, fue el tercer día de la emergencia. El 12 de marzo, el presidente francés Emmanuel Macron salió a la prensa para anunciar medidas drásticas para la contención de la pandemia cuya principal es el aislamiento social y desde el viernes la mayor parte de gente se atrincheró en sus viviendas, no sin antes atiborrar la despensa en los supermercados a pesar de que por decreto gubernamental estos y las tiendas de comestibles, farmacias, bancos, oficinas de correo y veterinarias permanecerán abiertos.
Los europeos están encerrados en casa, apanicados, e impedidos para moverse en la vía pública salvo casos de extrema necesidad -ir al trabajo, laborar en instituciones de sanidad, ir a comprar comida o medicamento, aunque también se permite pasear las mascotas-. Vivir en aislamiento y echando un vistazo, de vez en vez, a la calle por las ventanas solo para verlas desérticas es una experiencia desgastante. Claro, el tiempo se aprovecha leyendo y haciendo pendientes, pero cala la incertidumbre que a veces se convierte en miedo.
Al no existir tratamiento médico eficaz para prevenir el contagio, el aislamiento social es la única opción. No convivir con personas y si se hace, hay que guardar la distancia prudente, aseo de manos permanente y una medida casera -ahora que escasea el gel desinfectante- es mezclar jabón con agua y gotas de lejía -cloro le llaman en América- para humedecer un paño y con el limpiar manijas y empuñaduras de puertas y ventas.
También con este mismo trapo desinfectar llaves, tableros de computadoras, teléfonos móviles y convencionales, palanca, volante y maniguetas de vehículos y hasta artículos que se compren como botellas, empaques de plástico y utensilios. Todo lo que venga de la calle, sea tocado fuera de la casa o haya tenido contacto con personas -por ejemplo, las monedas al comprar algo- debe desinfectado con lejía apenas llegando a la casa. Es una forma de cerrarle la puerta al Coronavirus.
Por supuesto, a la psicosis colectiva mucho han contribuido la prensa y las redes sociales al difundir ‘fake news’ o en el menor de los casos, noticias con el toque escandaloso, aunque fuera de eso hay la versión que mañana martes el gobierno francés decretará el “cierre total” del país, es decir clausura de fronteras, vuelos internacionales y uso de la Gendarmería Nacional para controlar el flujo de personas en carreteras, transporte y vía pública.
Hasta ayer se tenían contabilizadas 127 personas fallecidas y 5 mil 430 infectadas, y de acuerdo a las previsiones cada 72 horas se podría duplicar las cifras pues Francia ya está en la Etapa 3 de la pandemia que significa un contagio generalizado, casi sin control. El ministerio francés de Salud informó que había disponibles 14 mil camas en hospitales para atender a los infectados, pero hay estimaciones catastróficas que hablan de que se requieren al menos 100 mil camas por el número de enfermos que se llegaría a tener.
¡Dieu sauve la France! (¡Dios salve a la Francia!), exclaman algunos asustados y otros más dedicados le rezan a Notre Dame de Paris y a Santa Genoveva, patrona de la Ciudad Luz, para que detengan la peste. En España, ya desde el viernes fue decretada la emergencia nacional y la fuerza pública supervisa las vialidades porque solo por necesidad extrema la gente puede circular, además de que se cerraron fronteras y se recomendó aislamiento permanente.
En Italia la cosa es peor y las restricciones a la población llevan más días. Fue el primer “país cerrado” del continente europeo y es, hoy por hoy, el segundo más afectado después de China por la pandemia. Hasta anoche iban 1 mil 141 decesos y 21 mil 150 infectados. Alemania por su parte cerró ya sus fronteras con países vecinos y restringió vuelos internacionales. La canciller, Angela Merkel, fue tan realista como cruda al decir que el 70 por ciento de los alemanes enfermará según los modelos de los virólogos.
LA ÚLTIMA COPA
Si bien en ciudades italianas cantan desde los balcones y ventanas para exorcizar, a la distancia, la soledad vecinal, en París muchos desafiaron el aislamiento social y se fueron a los parques y jardines públicos a hacer el pique-nique pues ayer el día estuvo soleado. Los espacios abiertos son una amenaza menor a los cerrados y así se puede guardar distancia prudente, justifican algunos para sentirse mejor.
La noche del sábado tampoco fue desaprovechada por los parisinos y muchos acudieron a los bares o ‘pubs’ antes de que fueran cerrados a la media noche cuando entró en vigor el anuncio hecho por el primer ministro Édouard Philippe. En total, 40 mil bares y 175 mil restaurantes en toda Francia estarán cerrados hasta nuevo aviso. Golpe mortal para la gastronomía y la vida nocturna de los galos, pero la emergencia lo amerita, dicen.
Los parisinos siempre se resisten al miedo y así como acudieron a los bares tras los atentados terroristas del 2015, pese a que ellos se cometieron en lugares similares, ahora también fueron para mostrar que el virus gripal tampoco puede detener la vida parisina. ‘Faire la fête’ (Hacer la fiesta) es hacer la resistencia al terror. De esta forma, la del sábado fue la última copa antes del Apocalipsis, bromearon algunos con humor negro.
Otra cosa que rompió momentáneamente el aislamiento social por la pandemia fueron las elecciones municipales que ayer domingo tuvieron su primera ronda. Empero, hubo un récord de abstención electoral del 56 por ciento, o sea que la mayoría de los electores franceses se quedó encerrada en casa.
El miedo pudo más que el ejercicio de la democracia y todo parece indicar que será anulada la segunda ronda de votaciones prevista para el domingo próximo, 22 de marzo, pues el país estará en lo más álgido de la pandemia. En total se deben elegir 35 mil 080 alcaldes y ya se estudia una enmienda para extender la vigencia de los actuales mientras no sea posible el voto depositado en las urnas.
EL TAJINAZO
Lo que mal empieza, mal acaba, reza la sabiduría popular y eso se cumplió con el festival Cumbre Tajín 2020 que se realizó a pesar de todas las recomendaciones para suspenderlo debido al riesgo de contagio masivo por el Coronavirus. Finalmente, el sábado quedó suspendido y ayer domingo ya no se realizaron actividades en el parque temático “Takilhsukut” ni en las subsedes de Papantla y Poza Rica.
Es más, también se suspendió el tradicional desfile del 18 de marzo por la Expropiación Petrolera, en Poza Rica y en otras ciudades veracruzanas. No obstante, lo cierto es que ante la amenaza viral, ese festival debió ser cancelado desde el inicio, pero pudo más la irresponsabilidad de los funcionarios estatales.
Y como se dijo línea arriba: mal comenzó el evento, con una paliza a los indígenas que protestaban por su realización. El asunto de la represión es paradójico si se hace memoria sobre ese festival en las dos décadas de existencia. Los priistas se contuvieron: Miguel Alemán, el fundador, tuvo la tentación de reprimir golpe de tolete las protestas, pero no lo hizo.
El innombrable prefirió sobornar con dinero a líderes inconformes y los que no cedieron los mandó a amenazar con las células del crimen organizado, pero nada en público. Javier Duarte fue sumamente intolerante y ensayó ambas cosas: el cohecho a dirigentes y algunos escarceos policíacos contra las manifestaciones públicas, aunque también evitó la represión abierta y cualquier costo.
El panista Miguel Ángel Yunes simplemente ignoró las protestas pues el evento ni era prioridad ni sello de su administración por lo que molestó en matraquear a los detractores. Sin embargo, el gobernante en turno hizo todo los que sus antecesores evitaron: apalear a los campesinos indígenas que año con año se manifiestan en El Tajín.
Al morenista le valieron sorbete las frases de campaña que repetía como papagayo -tras ser emitidas por el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador- de que estaba al lado del “pueblo bueno”, que la fuerza pública y militar nunca se usaría contra la gente, que estaba garantizado el derecho a disentir y que, por venir de una larga lucha en las calles, jamás atentarían contra las garantías constitucionales de la población.
El viernes, antes de la inauguración, lanzó la policía montada contra integrantes de la Red Autónoma de Campesinos Indígenas Movimientos y Organizaciones (Racimos) y los agentes se cebaron sobre ellos sin reparar en adultos mayores, mujeres o niños para desalojarlos, a golpe de toletazo y embestidas de caballos, del acceso principal.
Las fotografías y videograbaciones de la represión con gente golpeada y ensangrentada fueron captadas y difundidas por los compañeros de la prensa. Hay nueve personas detenidas, dos mujeres y siete varones, integrantes de la organización indígena. Son, acaso, los primeros presos indígenas por represión oficial de Veracruz.
Y así, con el ‘Tajinazo’ y los encarcelados étnicos, quedó lacrada la vigésima edición de la Cumbre Tajín, un festival que desde su génesis en el año 2000 fue maldecido por el Consejo Supremo de Ancianos del Totonacapan porque no representaba al pueblo sino se gestó como un capricho del entonces gobernante, el frívolo Miguel Alemán Velasco.