¡QUIMIOS SÍ!
La quimioterapia es, como su nombre lo indica, una terapia con químicos. A la persona que padece alguna enfermedad cancerígena se le suministra un cóctel de sustancias químicas para destruir las células malignas ya sea vía intravenosa, en pastillas o supositorios. Entre esos fármacos están los que atacan directamente la masa cancerosa, los que protegen —en la medida posible— las células sanas y los que inhiben la metástasis o sea que el cáncer se extienda a otros órganos.
De acuerdo a la rama de la medicina llamada farmacocinética, los ciclos de quimioterapia pueden ser semanales, cada tres semanas —21 días– o cada 28 días dependiendo de la capacidad de resistencia del paciente ante los efectos secundarios que provocan la mezcla farmacológica que no es otra cosa que tóxicos con capacidad de destruir las células. Y, ¿qué pasa cuando se interrumpen las sesiones de quimioterapia? El riesgo es más sufrimiento y posiblemente la muerte del paciente a mediano plazo.
Por eso es vital —así en toda la amplitud de la palabra— que se cumpla el ciclo de sesiones pues un retraso podría comprometer la remisión de la enfermedad y, en los casos más extremos, permitir que las células cancerosas se propaguen, que hagan metástasis. Ahora imagínense ese riesgo en un organismo pequeño y por ende más vulnerable al padecimiento: los niños. Dejar que los pequeños en tratamiento oncológico suspendan sus quimioterapias es un crimen de lesa humanidad.
Pues eso sucede en México desde el 2019 cuando arribaron las nuevas administraciones federales y estatales —iniciaron gestión el último mes del 2018— y quitaron recursos para la adquisición de medicamentos, se confrontaron con las empresas farmacéuticas y desmantelaron el sistema de compra y distribución de las medicinas. Por supuesto, lo hicieron sin tener un plan alterno que sustituyera todo lo que eliminaron y entonces los hospitales públicos se quedaron sin medicamentos.
El caso de los niños con cáncer es dramático porque sus padres y hasta ellos mismos han realizado un sinnúmero de peticiones, marchas, plantones y hasta promovido amparos judiciales para lograr que se les suministren las quimioterapias y los medicamentos complementarios de su tratamiento y hasta la fecha continúan sin respuesta. Los gobiernos federal y estatal literalmente los engañan y se rehúsan a surtir las recetas.
Los fármacos faltantes en el área de pediatría oncológica son más de doce, aunque la mitad de ellos son primordiales para el éxito del tratamiento: Temozolomida un antitumoral, Dexrazonaxo que previene cardiopatías como secuela de la quimioterapia, L-Asparaginase que inhibe el metabolismo de la células malignas e impide su crecimiento, y Vincristina o Leurocristina, Ciclofosfamida y Metotexatro que son compuestos para combatir los distintos tipos de leucemia.
Desde hace meses éstos no llegan a las farmacias de los hospitales y los familiares de los pacientes hacen malabares para conseguirlos de forma externa aunque como son fármacos caros en la mayoría de los casos no les queda otra opción que aceptar que se retarden o suspendan las sesiones de quimioterapia con todo el riesgo mortal que eso significa.
¿Cuál es el saldo a la fecha? De acuerdo a las organizaciones civiles en los últimos tres años han fallecido mil 700 pequeños por el desabasto de medicamentos y la interrupción de sus quimioterapias. Todo un drama que debería conmover a la nación entera y generar la reacción popular en cadena, pues la sociedad que permite la muerte de un niño está aceptando exterminar su futuro mismo. Y eso no puede ser.
De parte de las autoridades de la llamada “cuarta transformación”, comenzando por el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, solo hay pretextos, burlas y ataques. Ya pasaron de la excusa alegando corrupción del pasado y los monopolios de las farmacéuticas a la descalificación y los ataques directos contra los niños enfermos y sus padres que son acusados de “golpistas”. De enfermarse y morir para hacer caer al régimen. Es la insania gobernando.
Ante tal indolencia y agresión oficiales para el 24 de julio se convocó a una megamarcha en la Ciudad de México a fin de exigir que se compren y entreguen las medicinas y se dejen las injurias contra los que reclaman el derecho a la salud y la sobrevivencia. El eslogan que convoca a la marcha nacional es “¡Quimios Sí!” y no solo están llamados a la movilización a familiares de niños con cáncer sino también de todos los adultos cuyo tratamiento contra el mismo padecimiento está en riesgo por la irresponsabilidad y la indolencia gubernamental. Cualquiera puede unirse a la manifestación pues hay vidas en juego. ¡Todos a la calle!
LAS ‘RATAS
ONCOLÓGICAS’
En el puerto de Veracruz, los padres y madres de niños con cáncer levantaron el plantón que desde hace dos semanas instalaron cerca de la llamada Torre Pediátrica y se van como llegaron: con las manos vacías. El gobierno de Cui-tláhuac García les aplicó la “cansadora” porque ni les hizo caso ni los atendió ni mucho menos solucionó el problema del desabasto. Simplemente los ignoró como si la vida de los
pequeños no valiera nada.
Obviamente los padres están cansados pues mantener un campamento de protesta es desgastante física, económica y psicológicamente. Ellos no son activistas ni están acostumbrados a la lucha social sino que la calamidad los llevó a la protesta pública. Tampoco es posible que muchos niños que acompañaban a sus padres estuvieran en el plantón exponiéndose a la contaminación ambiental cuando sus cuerpos están inmunodeprimidos por la misma enfermedad. Tenerlos allí es de alto riesgo.
Mientras tanto, en la Secretaría de Salud de Veracruz no aparecen los medicamentos que la Federación envió a Jalapa desde el 24 de junio. Los responsables del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) anunciaron una investigación para localizar los fármacos liberados y que nunca llegaron a quienes los necesitaba con urgencia. ¿Dónde quedaron? Ya se dijo, lo más seguro es que se los robaran. El secretario del ramo, Roberto Ramos Alor y el gobernante García Jiménez son unas “ratas oncológicas”, dicen -y con mucha justeza- los afectados.
86 PALOMAS BLANCAS
Reguiletes, rosetones, arcos, pirámides, flores, cascadas, corazones y hasta algunas figurillas que se proyectaron la noche del miércoles 14 de julio sobre la estructura de acero simulando coronas en color verde —que todos indudablemente ligaron con la imagen del Coronavirus que prevalece en el imaginario colectivo desde el año pasado— engalanaron la Torre Eiffel. Este año, la “Dama de Hierro” volvió a vestirse de luz y fuego para conmemorar un aniversario más, el 232, de la toma de La Bastilla que inició la Revolución Francesa.
Y la multitud volvió al Campo Marte a presenciar el espectáculo de fuegos artificiales y luces multicolores, luego de que el año pasado se suspendió la asistencia presencial y únicamente se pudo apreciar a través de las transmisiones televisivas y en la web. Ayer permitieron el ingreso de cinco mil asistentes, todos con el obligatorio “Pase Sanitario” y portando
mascarilla.
Antes de comenzar el espectáculo, la Orquesta Nacional de Francia ofreció el tradicional Concierto de París y animó a entonar La Marsellesa para enseguida dar paso a la pólvora artística y a los haces luminosos. En la velada musical resaltó la composición “Figure humaine” (Figura humana) del pianista Francis Poulenc, concretamente la estrofa “Liberté” (Libertad) que escribió en 1945 en el exilio —estando en Londres, Inglaterra— contra la ocupación nazi de París. “Sur mes cahiers d’écolier / Sur mon pupitre et les arbres / Sur le sable, sur la neige / J’écris ton nom” (Sobre mis cuadernos escolares/ sobre mi pupitre y los árboles/ sobre la arena, sobre la nieve/ yo escribo tu nombre).
Por la mañana, se realizó el desfile militar sobre los Campos Elíseos encabezado por el presidente Emmanuel Macron. Partiendo del Arco del Triunfo donde se hizo una guardia de honor frente al pebetero en honor del “Soldado Desconocido”, cinco mil efectivos castrenses y policíacos marcharon a lo largo de los dos kilómetros hasta la Plaza de la Concordia mientras que el cielo era surcado por 73 aviones siguiendo el trazo de la ruta terrestre.
Este año se permitió nuevamente la asistencia de 25 mil espectadores, todos guardando las debidas disposiciones sanitarias pues en el 2020 la pandemia de Covid-19 obligó a que el desfile fuera efectuado sin público. En esta edición, el tema de la marcha conmemorativa fue “ Gagner l’avenir” (Ganar el futuro) como mensaje durante el segundo año pandémico y los esfuerzos por restablecer la ‘normalidad’ mientras se combate la peste que hizo paralizar a la nación y la sembró de muertos.
Por cierto, también el mismo día se cumplieron cinco años del atentado terrorista en Niza, al sur del país, donde 86 personas -entre ellas niños y ancianos- fueron asesinados cuando caminaban sobre el Paseo de la Ingleses, pues un yihadista de origen tunecino les pasó encima con un camión de carga de 16 toneladas. Ese fue el tercer atentado terrorista más grave en la historia de Francia.
Una misa en la catedral Sainte-Réparate, un concierto en el paso marítimo y 86 palomas blancas soltadas al vuelo fueron el homenaje a las víctimas mortales y los 436 heridos de aquel 14 de julio del 2016. Actualmente hay más de 2 mil procesos judiciales abiertos para exigir una indemnización del Estado a pesar de que éste ya ha repartido 89 millones de euros -unos 2 mil millones de pesos mexicanos- como reparación de daños por ese suceso.
La legislación gala establece que el Estado está obligado a indemnizar a las víctimas de accidentes o acontecimientos violentos derivados del descuido en las condiciones de seguridad o de la negligencia de las autoridades para preverlas y evitarlas, entre ellos los ataques terroristas. ¿Se imaginan cuánto dinero necesitaría y a cuántas víctimas debería indemnizar el Estado mexicano si éste asumiera su responsabilidad directa o indirecta en las masacres que se perpetran a lo largo y ancho del país?