CINCO AL HILO
Con el deceso del alcalde de Santa Ana Atzacan, Octavio Misael Lorenzo ya suman cinco los ediles en funciones que han sucumbido a la Covid-19, algunos de ellos negacionistas de la peste. Los otros presidentes municipales que perecieron por la gripe son las dos alcaldesas de Moloacan, Virginia Rasgado Pérez y su suplente, María del Carmen Prieto Mortera quien murió con menos de dos meses de diferencia.
También la alcaldesa de Miahuatlán, Irma Delia Bárcena Villa y el munícipe de Coetzala, Tirso Acahue Apale. Los ediles de Moloacán y Coetzala habían desafiado a la enfermedad al mantener los eventos públicos y sin protección recibiendo el zarpazo mortal por creer que el poder político los haría inmunes a la enfermedad. Se equivocaron, nadie está a salvo del patógeno.
No se trata de culparlos de su propia suerte ni de hacer escarnio de la tragedia, pero sí de resaltar la lección para todos: la pandemia de Coronavirus es real y letal. No es una conspiración, no es un bulo ni tampoco una ocurrencia. La plaga se ha llevado ya casi 170 mil vidas en todo el país, más de 7 mil de ellas en Veracruz. Y todavía no ha llegado lo peor porque a México aun no se ha extendido comunitariamente el contagio con las tres nuevas cepas mutantes del virus que son mucho más infecciosas.
En Europa, las variantes británica y sudafricana azotan a la población y amenazan con colapsar el sistema hospitalario a pesar de las restricciones draconianas que se implementaron para atajar los contagios. ¿Qué pasará en México cuando lleguen las cepas mutantes y donde no se han obedecido las recomendaciones mínimas de protección? Todo apunta a lo peor debido a la gente omisa y a la autoridad negligente.
En este sentido y tal como se había pronosticado, el presidente Andrés Manuel López Obrador regresó a la palestra pública luego de dos semanas de estar supuestamente convaleciendo de la Covid-19 y a pesar de haber experimentado en su propio cuerpo dicha enfermedad -supuestamente, se insiste- se niega a utilizar mascarilla bajo el argumento de que ya no es vector del virus.
¿Cómo se le puede llamar a esa actitud? Soberbia casi insolencia, dicen algunos, y revelación cuentan otros. Esto último no porque sea una revelación divina o mística sino porque sus dichos serían una muestra de que nunca estuvo infectado del Coronavirus. Ese padecimiento habría sido una estrategia político-mediática para catalizar el maremágnum de críticas y cuestionamientos hacia el manejo oficial de la crisis sanitaria, especialmente el enorme engaño de las vacunas inexistentes.
No cabe duda de que el tabasqueño se parece mucho a otros autócratas negacionistas como el brasileño Jair Bolsonaro y, en su momento, el estadounidense, Donald Trump, que igualmente “enfermaron” de la gripe y en tiempo récord se recuperaron y salieron a pregonar que eran los vencedores del virus. Por supuesto, muchos científicos siguen escépticos hasta la fecha de esos contagios y no pocos son partidarios de que fueron engañifas para instrumentalizar la pandemia a fin de alimentar su megalomanía.
La actitud de López Obrador es peligrosa porque da un mensaje de desprecio a la única barrera que se tiene contra la peste: el cubrebocas. Es decir que azuza a la población a no utilizarlo y exponerse al contagio. Su caso es para el análisis psiquiátrico. El médico alemán Rüdiger Dahlke en su libro “La enfermedad como camino” expone que cuando alguien adquiere un padecimiento grave invariablemente se topa con un escenario convulso donde se es altamente vulnerable por estar frente a la posibilidad de morir.
“Entonces la vida da un giro, debe darlo, y uno comienza a observarse al interior y se es posible dejar de ser malo para ser bueno”. En pocas palabras, la enfermedad no solo es el camino a la extinción sino hacia el cambio para bien, para restaurar y restaurarse. Sanar, agrega, no solo es para el cuerpo sino también para el espíritu y eso incluye a la relación con los demás. La curación debe ser personal y colectiva.
Tal cosa no sucedió en el presidente. No hay ‘golpe de timón’ en su política pública de salud, no hay modificación en su postura personal -que se vuelve posición de gobierno- frente a la pandemia ni regresó con la intención de proteger al pueblo de la acometida vírica que es, obvio, una amenaza de muerte. En conclusión, no hubo cambio para bien. ¿Será acaso que nunca estuvo enfermo?
CACIQUILLOS Y RETORNADOS
Es de cuidado la riada de precandidatos inscritos en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) para las alcaldías que se renovarán dentro de cuatro meses. En ella destacan caciques que se han apoderado de los ayuntamientos a los cuales maneja como si fueran propiedad familiar y otros que pretenden retornar a la palestra política a fin de seguir robando. Orizaba, Cosoleacaque, Huatusco, Soledad de Doblado, Vega de Alatorre y Hueyapan de Ocampo son botones de muestra.
Ya se ha comentado en este espacio el caso del empresario Juan Manuel Diez Franco quien lleva dos décadas regenteando el ayuntamiento de Orizaba. Ha sido dos veces presidente municipal y en el resto de los trienios ha gobernando La Pluviosilla por medio de sus chalanes Hugo Chahín e Igor Rojí. Ahora, Diez Francos va por su tercer mandado. Pobres orizabeños.
Lo mismo en Huatusco donde el saltimbanqui Miguel Ángel Sedas pretende regresar por un segundo gobierno heredado ahora de su esposa, Balducina Tejeda. En Cosoleacaque, los hermanos Ponciano y Cirilo Vázquez Parisi, hijos del pistolero Cirilo Vázquez, apodado “El Cacique del Sur” que sembró el terror en el sur de la entidad durante los setenta, ochenta y noventa, siguen sin soltar ese ayuntamiento al que han gobernado los últimos doce años.
Ahora Ponciano Vázquez va por su segundo trienio y sucederá en la silla municipal a su hermano Cirilo Vázquez quien es el edil en turno. En Soledad de Doblado, la duartista Martha Utrera, una mujer ‘de horca y cuchillo’, relacionada muchas veces con grupos fuera de la ley, pretende heredar el ayuntamiento de su hija, Martha Ximena Rodríguez Utrera, a quien ella le entregó el cargo en el 2018. Es decir, madre e hija completarán una década en el gobierno municipal, si es que ganan los comicios.
En Hueyapan de Ocampo habrá un duelo de villanos. Ahí, el exalcalde Gaspar Gómez se inscribió para un tercer periodo a pesar de ser un pillo de siete suelas, acusado de todo lo peor incluido el asesinato del regidor Leovigildo Ciau Medina en el 2001 cuando ejercía su primer trienio. Este señor irá contra Juan Gómez Martínez de Morena, apodado “Juan Jona” y padre del diputado y presidente de la Junta de Coordinación Política del congreso local, Javier Gómez Cazarín, quien ha alardeado que su progenitor “será alcalde ¡a huevo!”. Nada bueno saldrá de ese duelo de crápulas.
Por cierto, a los Gómez -Gaspar Gómez y Javier Gómez Cazarín- los une el oprobio y la sospecha criminal. Ambos están señalados de ser los autores intelectuales del homicidio del periodista Cándido Ríos Vázquez, asesinado en el 2017. El propio reportero los señaló a ambos en un video grabado unos días antes de ser atacado a balazos como los responsables si algo le sucedía. Los Gómez siguen impunes de ese crimen y van por el poder municipal.
EL ‘LIMPIA-EXCUSADOS’
En Xalapa, la capital del estado, finalmente el senador Ricardo Ahued se inscribió para contender por Morena y así regresaría – si gana los comicios- a un segundo mandato pues ya gobernó la ciudad durante la fidelidad y bajo las siglas del PRI. A pesar de que alrededor de él se ha construido una leyenda urbana, Ahued se vende más caro de lo que vale. No es invencible ni tampoco impoluto. Tiene ayeres muy complicados. Fue un fidelista consumado y un duartista diligente cuya carrera política avanzó al son que le tocaban esos dos impresentables exgobernadores.
Lo usaron y los usó, todos se beneficiaron recíprocamente de tal concupiscencia sobre el tablado priista y cuando el hidalguense vio menguado ese partido brincó a Morena. Y cuando llegó a ese partido ironizaron de que lo ocuparían “para lavar excusados”, según palabras del entonces dirigente estatal, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, pero eso no fue un insulto ni un menosprecio sino una profecía.
Para eso lo van a ocupar: para limpiar al retrete que tiene el actual alcalde, Hipólito Rodríguez, en la ciudad de Jalapa y el ayuntamiento. En realidad, el señor es un mito sostenido por alfileres que no pasa el tamiz memorístico ni de congruencia. De acuerdo con lo trascendido, a Ahued le incrustarían a la actual diputada federal, Dorheny García Cayetano, media hermana del gobernante Cuitláhuac García, para que asuma el cargo una vez ganada la contienda -si lo hacen- y él se regrese al Senado tras cumplir el papel de una “Juanita” con pantalones.
Tanto el legislador como los morenistas están confiados en que los xalapeños se tragarán el anzuelo y hasta el sedal bajo el argumento de que son electores ilustrados y ‘de izquierda’, solo que Ahued ni los morenistas en el poder representan a la izquierda histórica ni mucho menos a los educados. Su postulación es también una suerte de trampa para el propio senador pues muchos anticipan que los mismos morenistas le harán contra campaña para que, de fracasar, quede inhabilitado rumbo a la búsqueda de la gubernatura en el 2024.
Y si no son los de palacio de gobierno los que abonen a su desgate y desprestigio lo hará la inercia del cochinero que le dejará el actual munícipe. Vaya suerte de los xalapeños, si Ahued Bardahuil regresa al ayuntamiento sumarán dos periodos en manos de foráneos pues no olviden que Hipólito Rodríguez es xochimilca y Ahued hidalguense. No obstante, su defensa hay que acotar que tampoco los votantes de la capital tienen opciones más decentes pues la alianza opositora formada por el PAN-PRI-PRD debate si postular al también exalcalde fidelista, David Velasco Chedraui o al panista analfabeta Sergio Hernández para hacerle frente. Impresentables ambos.