EL CARNAVAL
Ayer inició el Carnaval en el puerto de Veracruz aunque a diferencia de otros tiempos, los problemas cotidianos de los veracruzanos no se olvidarán en aras de anteponer el jolgorio y la algarabía. El decreto del Rey Momo para hacer de la diversión la ley y acción supremas comenzó a deslucirse desde hace unos años, cuando la inseguridad se apoderó del estado, regalo del innombrable y que el actual gobierno local no ha podido combatir.
Y aún más, la fiesta carnavalesca se antoja insulsa desde su inicio porque el otro flagelo es la escasez de dinero para hacerla de calidad, un atractivo nacional o internacional. Por ejemplo, el presupuesto prometido por el gobierno estatal para respaldar a los organizadores apenas si han llegado unos cuantos pesos. Así, se espera un Carnaval austero, con eventos y comparsas de rancho, y el asunto terminará como una feria comunal para coronar a La Flor más Bella del Ejido.
La publicidad pregona que es “el Carnaval más alegre del mundo” pero lo que se ofrece al visitante es bisutería digna de una fiesta patronal de pueblo. El repertorio de conciertos y artistas fácilmente se encuentra en cada feria de la provincia mexicana. En cuanto a los desfiles magnos sobre el bulevar costero, lo que se luzca será a iniciativa de los porteños que año con año salen a rescatar la fiesta con su participación voluntaria, pues lo oficial simplemente es nulo.
Vaya, el botón de muestra de la insulsez de la fiesta, es el personaje que representó el Mal Humor, mismo que se condena a la hoguera en un ritual que pretende desechar todo aquello que ocasionó malestar a los veracruzanos durante el año. Ya ni siquiera consultan al pueblo para elegir al personaje sino que es a gusto de los funcionarios y en esta ocasión fue “El Bullying”, es decir, la acción de hostigar a los alumnos en las escuelas, algo tan viejo como la humanidad misma. Hubieran mejor quemado la prostitución o la corrupción, son temas similares.
Poco cerebro y poca creatividad de los organizadores, pues habiendo tantos sujetos que hicieron rechinar los dientes a los veracruzanos, eligieron a los más deslucidos. ¿Por qué no quemaron a Gina Domínguez o Amadeo Flores Espinosa que tanto enojo ocasionaron, y hasta hicieron pasar apuros al gobernante en turno -le harían el favor de desquitarse aunque sea de broma-?, ¿por qué no achicharraron a José Ruiz Carmona, director del Sistema de Agua y Saneamiento que saqueó al organismo?, ¿o a los policías de Bermúdez que secuestraron y asesinaron al cantante de La Voz México, Gibrán Martiz y han atosigado a decenas de ciudadanos?
Y si se buscaba la sorna más ligera hubieran mandado a tatemar a Lucerito por andar matando cabras en peligro de extinción, o a la peruana Laura Bozzo que acumuló el repudio nacional por montar teatros con los damnificados en Guerrero. Esos eran buenos candidatos para ponerle sabor a la fiesta y resaltar la acidez del jarocho. En su lugar quemaron un muñeco que más bien parecía un mosquito Aedes Aegypti, transmisor del dengue. A los autores tanto del aburrido personaje como su desatinado monigote que lo representó deberían mandarlos a organizar velorios y exequias.
Por si fuera poco, en esta edición la televisora Telever volvió a apropiarse de la fiesta del pueblo e impuso a una de sus conductoras de espectáculos, Marisol Águila Gómez, sobrina de uno de los conductores más longevos de esa empresa, Ignacio Gómez, como Reina de la Alegría. Es decir, se regresaron los tiempos en que la televisora ponía y quitaba reyes carnavalescos y ponía al trono al mejor postor. Triste historia para la fiesta pero no así para los vivillos que le sacan jugo político y económico.
Lo anterior porque tras el “exitoso caso” de una de sus conductoras de espectáculos, Ana Guadalupe Ingram, cuyo nombre artístico es Anilú y que en su momento fue impuesta como reina carnavalesca y de ahí saltó a una diputación -y hasta presidenta del Congreso local la hicieron-. El reinado de guasa se transformó en la meta de salida de una carrera política en el PRI para quien lo ocupe. En eso terminó el Carnaval y ahora al nominativo de que es la fiesta de la carne se le debe agregar: y también de la conexión a la nómina pública. Quien se siente en el trono carnavalesco es capaz de hacerse de las riendas del Poder Legislativo. ¡Pobre Veracruz!
LA COMPARSA Y EL REY MOMO
Y hablando del Congreso local, ayer antes irse a la juerga carnavalesca, los diputados sesionaron para avalar la designación del cordobés Luis Ángel Bravo Contreras, como nuevo titular de la Procuraduría General de Justicia (PGJE), el tercero del actual sexenio y que desde hace una semana estaba como encargado de despacho luego de que Amadeo Flores Espinosa fue destituido y se escabulló por la puerta trasera. No hubo oposición que lo cuestionara en la tribuna parlamentaria ni porque tiene dos denuncias penales en su contra.
Sólo hubo una tibia abstención, la del petista Fidel Robles Guadarrama, lo que no maculó su nombramiento mientras que todos los panistas votaron a favor por los viejos nexos que el blanquiazul estableció con Bravo Contreras cuando salvó de la cárcel al ex alcalde cordobés, Hugo Fernández -hoy diputado local- y al ex síndico municipal, Gerardo Buganza, -hoy secretario de Infraestructura y Obras Públicas- que allá por 1994 fueron denunciados por el caso de los terrenos del mercado La Isla por la empresa Kormorán.
La llegada de Bravo a la PGJE se dio en pleno inicio de Carnaval, igual que el Rey Feo –claro, éste impecablemente peinado y perfumado-, y también como ese monarca de fantasía el nuevo procurador se ha dedicado en las últimas horas a prometer de todo y sin medida: que tendrá como colaboradores -léase subprocuradores y agentes ministeriales- a los “mejores perfiles” -¿se referirá al perfil griego?-, que habrá depuración en la estructura de la fiscalía, que se ponderará “la verdad” en las líneas de investigación judicial y que “no le fallará al gobernador Duarte”. Vaya, a quien no debe fallarle es a los veracruzanos que pagarán su salario. ¿O no?
Mucha labia pese a que está frente a una labor titánica de recomponer el tiradero que le dejaron y así, Bravo Contreras corre el riesgo de enredarse en sus palabras. Ya se verá si cumple al lavar de corruptos a la Procuraduría y si resuelve los casos “con la verdad”, especialmente los que han desatado la indignidad generalizada como los de los diez periodistas victimados o el atentado a El Buen Tono, que lleva más de dos años impune pese a que los autores intelectuales están identificados. Ahí tiene varias tareas urgentes a desahogar y que permitirán conocer si es hombre de palabra o simplemente se puso el traje del Rey Momo.
UNOS A LA PENA…
Hablando de los temas pendientes en la justicia local, los colegas de Xalapa tuvieron la oportunidad de dar una lección de dignidad el lunes pasado pero la desaprovecharon. En lugar de ofrecer su voz para exigir que se haga justicia para los compañeros victimados decidieron irse a desayunar con el gobernante en turno. Le sirvieron de escenario al funcionario en vez de rechazar la invitación como una protesta simbólica por los diez compañeros asesinados en su administración. Ni una alusión a ellos, ni durante, ni después de la conferencia mañanera del cordobés Javier Duarte de Ochoa, la urgencia era pasar al ágape.
Hace un par de semanas apareció sin vida el periodista Gregorio Jiménez de la Cruz, el crimen más reciente de la decena ocurrida en el duartismo y todavía hay tres colegas desaparecidos. ¿No valía la pena en su memoria dejar a un lado los huevos, las picadas y el lechero? Entre la tertulia cafetera, el luto se desvaneció para muchos de los comunicadores y gustosos festinaron “el acercamiento” de Duarte con ellos, “el cambio de actitud” para con la prensa, la “buena voluntad” del mandatario para cambiar el viejo método. Es la nueva forma de disminuir tensión entre la prensa y el gobernante: “dispararles” el desayuno y sentarse a degustarlo con ellos.
Es decir, se llena la panza y se vacía la memoria. ¡Qué terrible espectáculo! ¿No habría sido mejor abstenerse del ágape y solicitarle que haya justicia, no embutes disfrazados? Lamentable espectáculo, se insiste, pues apenas el domingo pasado decenas de periodistas de todo el país se movilizaron pidiendo que haya justicia por los compañeros caídos y hoy algunos colegas jalapeños se prestan al espectáculo aún cuando todavía la herida está fresca.
El colmo fue que todavía le aceptaran “cachitos” de una serie de la Lotería que al puro estilo de su antecesor, el innombrable, Duarte de Ochoa les obsequió. Lo vitorearon por el reparto de los pedazos de papel de un juego de azar cuando debieron exigirle que se levante el manto de impunidad en todos los casos de agresiones contra los comunicadores y las empresas periodísticas. No cabe duda que es sabio aquel refrán: unos a la pena y otros a la pepena…