Andrés Timoteo
Columnista
NADA FUE UN ERROR
¿Los mexicanos deben arrepentirse por haber elegido a Andrés Manuel López Obrador como presidente? No. México estaba en una situación política insostenible tras la extensa hegemonía priista y la ‘docena trágica’ -los dos sexenios- del panismo. El tabasqueño era la opción viable ante personajes terribles como José Antonio Meade o Ricardo Anaya. El pueblo de México optó por lo mejor, en ese momento, y no fue torpeza su decisión electoral. Los que hayan votado por él no deben sentir bochorno ni pesadumbre.
El país necesitaba ese viraje hacia una oferta de “izquierda” -aunque no lo sea en toda la extensión de la ideología- y experimentar la ruta que anunció López Obrador con sus compromisos de cambio, transformación y hasta redención del quehacer político y gubernamental. El balance no es satisfactorio, las promesas no se han cumplido, muchos de los ideales fueron desdeñados y el propio López Obrador se ocupó de desdorar su propio proyecto y decepcionar a sus votantes.
Sin embargo, lo anterior no quiere decir que haberlo votado en el 2018 haya sido una equivocación porque, se repite, el país requería experimentar otra ruta política. Las viejas democracias en el mundo han pasado por lo mismo, prueba-falla, prueba-falla hasta que algo sale bien. Así se maduran los regímenes democráticos. Lo que pasa es que en México no se había iniciado tal camino por el longevo priato y apenas en el 2000 hubo un esbozo de cambio cuando se eligió a un panista -que resultó un fiasco-.
Al igual que en ese año fue necesario votar al guanajuatense Vicente Fox, en el 2018 era pertinente elevar a López Obrador. La politóloga francesa, Renée Fregosi compara a la democracia con una planta a la que hay que cuidar, vigilar, proteger y procurar diariamente porque de ello depende que se desarrolle, florezca y dé frutos. Los cambios periódicos son útiles para mantenerla viva.
Igual que a las plantas, a la democracia hay que eliminarle la maleza que le crece a un lado, matarle los gusanos que se la comen, cambiarle de tierra si los nutrientes ya se agotaron en la que tiene actualmente y ensayar todo tipo de fertilizantes hasta encontrar el más adecuado para su prosperidad. Es más, también habrá que podarla si no hay otra opción, es decir cortar de tajo las ramas que no le sirven o atajan su desarrollo.
Con esa comparación, los mexicanos le dieron a la democracia mexicana un aliciente en el 2018 al elegir a López Obrador y sí este resultó malo, pues habrá que cambiarlo, ya sea en la consulta para la revocación de mandato en el 2022 o eliminar lo que él representa en el 2024 votando una opción diferente al morenismo. Así es esto, no hay nada de qué arrepentirse, pero sí mucho de qué ocuparse.
Para lo anterior se requiere de los contrapesos y de madurez política en los ciudadanos. Si hace dos años 30 millones de mexicanos votaron al candidato de Morena, ahora que esos mismos le exijan resultados o voten por ofertas distintas en comicios venideros. Esa es la extensión de la democracia tradicional, lo que ahora los politólogos llaman democracia participativa, cuando la ciudadanía vigila, evalúa, califica, premia o castiga.
LOS RENGLONES TORCIDOS
Claro, votar a López Obrador no fue un error, pero sí lo fue el llamado “voto parejo” o “voto en cascada” por el que clamó el mismo tabasqueño y que los mexicanos se lo dieron. No solo sufragaron por él sino por toda la riada de candidatos a gobernadores y legisladores. Y ahí sí hubo un contrasentido porque se elevaron a cargos de elección popular a personajes nefastos por su ineficiencia, desidia, irresponsabilidad y hasta proclividad a la corrupción.
Vaya, nada más miren al gobernante en turno de la entidad, Cuitláhuac García y a sus homólogos Cuauhtémoc Blanco en Morelos, Miguel Barbosa en Puebla, Jaime Bonilla en Baja California, Rutilo Escandón en Chiapas, Adán Augusto López de Tabasco y Claudia Sheinbaum de la Ciudad de México. Ellos resultaron tremendas calamidades, son los renglones torcidos de la “cuarta transformación”.
Esos mandatarios tienen a sus entidades sumidas en la violencia, la pobreza, el rezago educativo, las deudas públicas, las enfermedades y hasta en la depresión social. Votar por ellos si fue un error y garrafal, lo mismo que hacerlo por los diputados locales y federales y senadores del morenismo. Por ejemplo, ¿alguien en Veracruz puede decirse satisfecho por haber elegido a la zacatecana Rocío Nahle y al hidalguense Ricardo Ahued como senadores?
¿Alguno puede afirmar que se vio beneficiado él, su familia, su barrio, su comunidad o el estado con la gestión de los suplentes de ambos, Gloria Sánchez y Ernesto Pérez Astorga?, ¿verdad que no? Estos tipos resultaron tremendas pifias, unos buenos para nada. Ya no se diga de los diputados que solo han ocupado espacios mediáticos por sus escándalos de corrupción y frivolidad. Entonces, haberlos votado sí requiere un acto de contrición, un ‘Mea culpa’, pues.
El caso de Cuitláhuac García es exquisito. Dejando a un lado los dos principales compromisos que hizo en campaña: hacerles justicia a las personas víctimas de desaparición forzada y combatir la corrupción, que evidentemente incumplió, no hay alguna cosa buena en el resto de sus actos de gobierno que hagan pensar al veracruzano que valió la pena sufragar por él. Nada. Es más, en todos los ámbitos hay un retroceso.
Pese a ello, el mandatario estatal anticipa que el lunes dará un informe a dos años de haber obtenido el triunfo, y ¿cuál es el anticipo de resultados que dará a los veracruzanos? Él mismo lo dijo: la construcción de un puente en el municipio de Texcatepec, la rehabilitación de “una escuelita” en una comunidad de Zacualpan -ambos en la Huasteca Alta- y haber colocado a mujeres al frente del Tribunal Superior de Justicia, la Fiscalía y el Órgano de Fiscalización Superior (Orfis). Y párenle de contar. ¿Con esos logros tan miserables habrá quien se diga satisfecho de haberle dado el voto en el 2018? Como dicen los niños: ¡está pal gato!
TRAS EL PACIENTE CERO
Mes y medio después de iniciada la desescalada, Europa comenzó el miércoles con la reapertura de sus fronteras marítimas y aéreas a quince países que han demostrado científicamente que superaron la etapa más grave de la pandemia de Coronavirus. Se trata de Australia, Argelia, Canadá, Corea del Sur, Georgia, Japón, Marruecos, Montenegro, Nueva Zelanda, Serbia, Ruanda, Uruguay, Tailandia y Túnez que podrán reestablecer vuelos comerciales a las 27 naciones que integran la Unión Europea, entre ellas Francia.
Por el contrario, se mantiene la prohibición a viajantes del resto del orbe, pero con especial restricción a los provenientes de Estados Unidos, Rusia y todos los países latinoamericanos, incluyendo México. Uruguay es el único país latinoamericano que tuvo un manejo adecuado de la crisis sanitaria y por lo que le fue levantada la prohibición de viaje a Europa. Los otros países latinoamericanos junto con Estados Unidos y Latinoamérica son actualmente el epicentro de la pandemia.
Dentro de la misma Europa hay tres naciones que continúan con restricciones de fronteras porque tienen descontrolada la epidémica: Gran Bretaña, Portugal y Suecia. En dos de estos “países apestados”, Gran Bretaña y Suecia, se despreció inicialmente el encierro colectivo y la suspensión de actividades económicas y comerciales, lo que provocó un alud de contagios y fallecimientos. Los gobiernos de ambos han admitido, aunque forzadamente, que se equivocaron al erigirse como negacionistas de la peste.
Mientras tanto, en esa labor que ahora tienen los científicos de arqueología forense para dar con el rastro inicial del virus SARS-CoV-2 o Covid-19 tanto en Europa como en China, se barajan al menos cuatro hipótesis sobre los potenciales “pacientes cero” o “paciente de índice autentico” que son aquellos en infectarse primero y expandir la peste. Dos de esas teorías refieren al primer contagiado en Europa.
Una, señala a un turista chino de 80 años que el 25 de enero fue internado en el hospital La Pitié-Salpêtrière en el barrio 13 de París y como no lograron controlar el cuadro de neumonía aguda lo transfirieron al hospital Georges-Pompidou donde falleció. Ese sería el paciente cero en Francia, según el virólogo Didier Raoult, uno de los defensores del uso de la hidroxicloroquina para tratar esa gripe.
La segunda hipótesis es de un alemán de 33 años que el 24 de enero comenzó a presentar los síntomas de neumonía y el 26 de enero fue diagnosticado como portador del Covid-19, el primero en ese país. El paciente vivía en Múnich y la semana previa tuvo varias reuniones con socios comerciales provenientes de Shanghái, China. En China, precisamente, la comunidad científica está volcada para localizar al primer infectado y portador de la gripe que después se convirtió en pandemia.
Allí hay dos hipótesis abiertas por los especialistas, una apunta una vendedora de pescado en el mercado de Huanan, en Wuhan, que el 10 de diciembre presentó la sintomatología de la gripe. La segunda es de un campesino de 55 años, también en la provincia de Hubei -a la que pertenece la ciudad de Wuhan, que desde el 17 de noviembre fue internado con síntomas del Coronavirus. Hasta ahora en esos términos están la cacería del paciente cero o paciente de índice auténtico del Covid-19.
Es vital localizar a este enfermo primario porque al hacerlo se puede ubicar el foco inicial de la infección y también estudiar los anticuerpos producidos por el primer humano que lo padeció. En México, no hizo falta labor forense para localizar a los primeros infectados pues hasta el propio subsecretario Hugo López Gatell ya decretó -al igual que antes su deslizaron jefe el presidente y otros morenistas acémilas- que los pacientes cero son los ricos, los ‘fifís’, que trajeron la plaga desde el extranjero. Vaya que en México la chunga sustituye a la seriedad científica.