ÁNGELES Y DEMONIOS
En las próximas horas habrá nuevo titular de la Procuraduría General de Justicia del Estado y el elegido es el cordobés Luis Ángel Bravo Martínez, hasta ayer consejero presidente del Instituto Veracruzano de Acceso a la Información (IVAI) y ex presidente de la barra local de abogados, además de ser litigante personal del mandatario en turno. Bravo Martínez se convertirá en el tercer fiscal del sexenio duartista y muchos esperan que sea el definitivo aunque las cosas estén tan inestables.
La silla en la PGJE está salada, dirían en el pueblo, pues los dos que la ocuparon antes, Reynaldo Escobar y Amadeo Flores, salieron corridos y por la puerta de atrás. Ambos retorcieron la ley a capricho, montaron escenarios, recurrieron a chivos expiatorios, difamaron a las víctimas en lugar de hacerles justicia, desplegaron cobertores de impunidad a los infractores y convirtieron a la oficina en un ariete contra los enemigos del gobernante en turno y del régimen priista.
A Escobar Pérez se le recuerda por tres pifias terribles que terminaron en escándalos internacionales. Una fue tratar de enlodar a los periodistas Miguel Ángel López Velasco y Yolanda Ordaz, asesinados en junio y julio del 2011, respectivamente, La otra fue encarcelar a los tuiteros María de Jesús Bravo Pagoda y Gilberto Martínez y la tercera fue acusar, sin sustento, de “estar ligados a células criminales”, las 35 personas cuyos cuerpos sin vida fueron arrojados sobre el bulevar Adolfo Ruiz Cortines, en la zona dorada de la conurbación Veracruz-Boca del Río, en septiembre del 2011.
Después vino Flores Espinosa y la cosa no cambió. Nunca desahogó los expedientes para acercar justicia a los comunicadores victimados. Mucho menos acercó justicia a los ciudadanos ajenos a los medios. Aún más, tuvo pifias igual de estratosféricas como Escobar. Entre las más grandes está el teatro montado en la investigación del homicidio de la periodista Regina Martínez, acontecido en abril del 2012 pues el “chivo expiatorio” que consiguió para cerrar las pesquisas fue liberado por el Tribunal Superior de Justicia del Estado (TSJE).
Flores Espinosa mintió a todos y catapultó a su jefe, Javier Duarte de Ochoa al ridículo y repudio internacional. Lo mismo fue con la investigación por el atentado contra esta casa editorial, El Buen Tono, pues ocultó evidencias y brindó impunidad a los responsables pese a que están identificados. Y la gota que derramó el vaso fue el tratar de desligar el crimen del reportero Gregorio Jiménez de la Cruz de su actividad periodística y fijar como móvil “una venganza personal”. Vaya que Amadeo Flores es cara-dura.
Por lo tanto, no es cuestión de suerte o salación sino de eficacia y eficiencia que ambos hayan salido vergonzosamente del cargo. Ni Escobar Pérez, ni Flores Espinosa tuvieron nunca una pisca de voluntad para cumplir con su deber y el destino los alcanzó. La llegada de Bravo Martínez causa muchas expectativas pues se espera que no cause tantos estragos como sus antecesores aunque la encomienda que le asignan es de proporciones titánicas, casi resucitar un muerto, pues la PGJE está llena de desprestigio y descrédito ante los veracruzanos y ante la opinión pública nacional e internacional.
Hace un par de días, a la vieja usanza de la fidelidad, en Xalapa, Duarte de Ochoa mostró en el balcón de Palacio de Gobierno a Luis Ángel Bravo para dar el mensaje de que será el próximo fiscal. A ver si tal acción no resulta de mala suerte, porque en ese mismo balcón han desfilado políticos y funcionarios que cayeron en desgracia. Una de ellas fue Elba Esther Gordillo que hoy sigue presa. Por lo pronto ayer el señor Bravo envió al Congreso local la petición para que le autoricen su separación de la consejería del IVAI donde despacha desde julio del 2011 y hace maletas para emigrar a la Procuraduría.
Se espera que Bravo Martínez honre, no al gobernante en turno, sino a su tierra, Córdoba, y a sus paisanos. Que se porte a la altura y no termine como una vergüenza para el terruño. En tanto, las redes sociales no descansan y están virulentas en torno a la llegada de este cordobés a la PGJE. Vaya, hasta dicen que a la fiscalía llega “un Ángel” donde antes estuvieron “dos demonios”. Piden jocosamente que el nuevo fiscal no se convierta en un ángel caído y termine como sus antecesores: en un espíritu maligno que vaga por Veracruz para la perdición de las almas.
GATOPARDISMO
Hay quienes festinan un supuesto cambio del gobernante en turno con el fin de recomponer su desastrosa relación con la prensa -en la que a unos les llena las manos de dinero a cambio de ser sus secuaces y a otros los persigue tozudamente- y para ello aceptó las recomendaciones de su nuevo asesor estrella, Rubén Aguilar Valenzuela, ex vocero del panista Vicente Fox -y conocido por todos como “Burren Aguilar”- para tratar de congraciarse a los representantes de los medios informativos. Así, la primera estrategia es recurrir a las conferencias mañaneras para que el cordobés Javier Duarte de Ochoa tenga un acercamiento con los compañeros del gremio.
El objetivo es establecer una rutina de preguntas y respuestas en la búsqueda de que tal, devenga en “diálogo” sobre los temas que los reporteros pongan sobre la mesa y a la par que se trate de construir empatía entre el soberbio gobernante y comunicadores. Vaya, todo un cambio de hábito que refleja que fracasó el anterior método –impuesto por la todavía vocera María Gina Domínguez- y que consistía en amenazar, cooptar, difamar y apalear. La carpeta sobre la nueva estrategia comunicacional, exige que el gobernante Duarte de Ochoa tenga “trato directo” con los tundeteclas.
Nada de rezongar ni echar miradas de pistola ni gritarles ni fruncir el seño. Debe estar siempre estable, sin salirse de sus casillas, pecho afuera, panza adentro, sonrisa de oreja a oreja -en su primer ensayo no consiguió sonreír, apenas logró hacer muchas lejanas a la muestra de alegría-, bien peinado, dicharachero y amable. Todo un reto, pues y el pasado lunes fue su primer encuentro con los reporteros para generar la noticia oficial muy de mañana y tratar de fijar la agenda del día.
Pero la idea no es nueva, Don Burrén se la copió al tabasqueño Andrés Manuel López Obrado quien desde que era jefe de Gobierno del Distrito Federal y el aspirante más fuerte a la candidatura presidencial por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) ofrecía conferencias de prensa casi de madrugada para tener todo el día libre en sus actividades y evitar estar dando entrevistas a cada rato sobre el acontecer político. En aquellos años, López Obrador era un dolor de cabeza para Fox Quesada y como su estrategia comunicacional le resultó eficiente, Don Burrén Aguilar la imitó también de mañana -en el último tramo del sexenio- para tratar de contrarrestarlo porque amenazaba la continuidad del régimen.
Hoy la versión remix se la receta a Duarte de Ochoa para que trate de rezurcir las deshilachadas relaciones con los representantes de los medios informativos aunque muchos dudan que tenga éxito. Hay varias razones para así suponerlo. En primer lugar porque Duarte de Ochoa no es un hombre de medios, mucho menos carismático y en absoluto un “animal político” como se les llama a los estadistas, los curtidos en el quehacer político y gubernamental. Más bien es visceral y ensimismado.
Es curiosa la nueva estrategia que ya aplica Duarte de Ochoa pues la misma tiene algo de caníbal ya que parte de ella es devorar a sus cómplices. Así, ya construye un entramado para culpar de todo a la vocera María Gina Domínguez –quien, efectivamente, tiene una enorme parte de esa responsabilidad pero no toda-. A ella le cargarán todas las calamidades y acciones delincuenciales contra la prensa como si hubiera actuado por cuenta propia. Claro, y se aclara a los lectores que no se defiende a esa señora que es indefendible moral y éticamente, simplemente se pone en evidencia que la llevarán a la hoguera para quemarla como la bruja del cuento que es.
¿Y por qué se dice lo anterior?. Porque el gobernante en turno está buscando acercamientos con periodistas y empresarios de medios informativos a los que difamó, persiguió, hostigó y agredió. Los personeros que se han acercado a los colegas y a los editores ruegan por aceptar una “charla” con Duarte de Ochoa quien está dispuesto a disculparse por los errores -y horrores- que cometió su vocera a la que está punto de echar a la calle. Habrase visto, ahora resulta que la señora Domínguez era autónoma y hacia efectivo aquel mote de “vicegobernadora” porque apaleaba a los comunicadores sin permiso del jefe. ¿Quién se lo cree?
Ahora resulta que el cordobés no estaba enterado de las tropelías de su vocera. Puro cuento de caníbales, ya se dijo. Toda esta estrategia para rehacer la imagen pública de Duarte de Ochoa ante la prensa es lo que llaman “gatopardismo”, es decir, cambiar las cosas para que nada cambie. Moverá algunos colaboradores pero no modificará la esencia, no hay disposición para garantizar la libertad de prensa ni mucho menos para aplicar la justicia a los agredidos.
Las recomendaciones del nuevo asesor del gobernante en turno es un truco para tratar de menguar las llamas de la opinión pública nacional e internacional que hoy lo tateman. No hay que olvidar aquella conseja popular que es aplicable al caso: gallina que come huevo, aunque le quemen el pico. Todo indica que a Duarte ya lo marcó la historia, lo que haga en delante de poco le ayudará a cambiar su destino.
HASTA YAM-BO
Desde este espacio enviamos un saludo para Rodolfo Pimentel, José Guadalupe e Ismael Prado, lectores cotidianos de El Buen Tono y en especial de este espacio de opinión. Los tres laboran en el restaurante Yam-bo donde nunca falta el rotativo. A ellos, nuestra gratitud por su preferencia y credibilidad que brindan a este proyecto periodístico.