Andrés Timoteo
Columnista
EJÉRCITO EN BATA BLANCA
“¡Ni nonne, ni conne, ni bête de somme !” (¡Ni monja, ni pendeja, ni bestia de carga!) gritaron ayer miles de enfermeras que salieron a las calles de Francia, junto con médicos, camilleros, auxiliares, conductores de ambulancias, paramédicos y demás personal sanitario, para exigir que el gobierno cumpla con el compromiso de revisar y nivelar el sistema de salud pública y ofrecer justicia salarial a quienes están en la primera línea de batalla contra la pandemia de Coronavirus.
Fue la primera manifestación autorizada por las autoridades tras el fin del encierro y se hizo en 250 ciudades, incluyendo París. “¡Des soignants masqués, mais pas muselés!” (Los cuidadores enmascarados, pero no amordazados) gritaron para pedir que el presidente Emmanuel Macron honre su palabra de poner en marcha el “Séjur de la Santé” que es un compromiso para diseñar un plan integral de salud. El término tomó el nombre de la calle Séjur donde se ubica la sede del Ministerio de la Salud.
En abril, en plena batalla sanitaria contra el Covid-19, Macron anunció que se activaría una consulta general con trabajadores sanitarios, directores de nosocomios, legisladores, universidades y sindicatos para elaborar un presupuesto inédito al sector salud que sería el inicio de una reforma integral para dignificar los hospitales, garantizar la cobertura universal en la atención médica y hacer justicia a los “héroes con bata blanca” con prestaciones laborales, nivelación de salarios, primas y contratos permanentes.
Ayer, esos próceres salieron a las calles para recordárselo y pusieron en entredicho su intención para cumplir pues acusaron que el plan “Séjur de la Santé” lo llevan discrecionalmente los funcionarios sin considerar la opinión del personal sanitario ni debatir los temas nodales como quitarle al capital privado el negocio en el rubro de sanidad, diseñar un “hospital público” – en referencia a todo el sistema de nosocomios- que dure todo el siglo y cumplir con la cobertura universal.
Y le reiteraron al presidente lo que le habían dicho antes: “No queremos medallas sino un salario a la altura de lo que aportamos a la sociedad”. También denunciaron que hay clínicas que ni siquiera tienen salas de aislamiento y algunas ni camas, solo colchones en el suelo. A la sociedad le pidieron el respaldo para obligar al gobierno a cumplir su compromiso. “Cada noche nos aplaudieron y se los agradecemos, ahora es momento que respalden para cambiar las cosas”, dijeron.
La pandemia del Coronavirus desnudó -en Francia y en todos los países- a los gobiernos que redujeron irresponsablemente el presupuesto público al sistema sanitario durante las últimas décadas y éste colapsó al llegar la epidemia. No hay médicos ni enfermeras suficientes, el salario que cobran es miserable, los hospitales están abandonados, todo se descuidó para darle pasó a los negocios privados con la salud.
El Covid-19- agarró a un ejército raquítico, hambriento, sin armas ni equipo de protección, por eso son miles los caídos tanto en la población como entre el personal sanitario. La enseñanza de estos meses de catástrofe es que lo anterior debe parar y cambiar porque ya viene el rebrote y el ejército sigue paupérrimo, advirtieron. No se le avitualla con medallas sino con salarios dignos y protección en la batalla.
En París, la marcha terminó en un enfrentamiento con la policía a la altura de los jardines del Palacio de los Inválidos -donde se ubica la tumba del emperador Napoleón-, provocado -según dijeron- por infiltrados vestidos de negro. Los agentes repelieron agresiones con gas lacrimógeno y detuvieron a 24 manifestantes, en tanto la turbamulta lanzó piedras, quemó mobiliario público y coreó: ¡Nadie quiere a la policía matagente!, en referencia a los casos de los excesos policíacos. La cólera popular sube.
TRIPLEMENTE HÉROES
En México, la guerra contra el Covid-19 es de saliva y chunga para las autoridades y la mayor parte de la población. El gobierno lopezobradorista construyó un mito genial de la pandemia a gusto del presidente, restándole peligrosidad y llamando a desobedecer toda recomendación sanitaria por eso solo un 40 por ciento de los mexicanos respetó el confinamiento y el resto anduvo en la romería.
Hoy mismo cuando sigue el conteo mortal en ascenso ya desde palacio nacional se decretó la “nueva normalidad” pidiendo que todos salgan a las calles, inunden comercios, bancos, plazas, restaurantes y demás locales. El propio mandatario Andrés Manuel López Obrador se pasea sin el mayor recato sanitario poniendo el -mal- ejemplo a la población. Eso desde el ámbito de las formas, porque en el fondo es peor.
El régimen lopezobradorista desmanteló el programa “Seguro Popular” que si bien era imperfecto y hasta precario funcionaba en lo que cabía, disminuyó o retuvo el presupuesto para hospitales, medicamentos y equipo, despidió a miles de médicos y enfermeras -que luego, en plena epidemia tuvo que recontratar- y hasta acusó de corrupción a los doctores, elevándolos al estatus de “conservadores” y “neoliberales”.
Cuando los médicos y enfermeras salieron a las calles para reclamar el abandono, el presidente los consideró enemigos de la “cuarta transformación”. Tanta es la precariedad para los héroes en bata blanca que estos tuvieron que salir a las calles a reclamar la dotación de mascarillas, guantes, trajes aislantes y lentes para no infectarse del virus. Otros recurrieron al sistema judicial para ampararse ante la desidia oficial.
Y si desde la parte gubernamental se les aporreó, acusó e ignoró, buena parte de los mexicanos ni siquiera aplausos diarios les brindaron como en otras naciones. Al contrario, con una furia neandertal discriminan y agreden físicamente al personal médico culpándolo de dispersar la epidemia. Por eso, los médicos y enfermeras en México son héroes trivalentes pues luchan en tres frentes: contra la pandemia, contra el gobierno irresponsable y contra la gente mezquina, ignorante y pendenciera.
Algo que deberá ser estudiado por sociólogos e historiadores -y que también debería ser material de investigación judicial- es la elevada mortalidad en el ejército en bata blanca. A los soldados sanitarios los dejaron sin armas ni escudos mientras se enfrentaban al virus letal. El presupuesto y hasta el equipo de protección que muchos donaron para ellos se lo robaron los funcionarios -como sucedió en Veracruz-.
LOS ANTIHÉROES
En la otra cara de la moneda, se está cumpliendo en México eso de que cuando se carece de figuras públicas que en realidad representen algo positivo, sean modelos que imitar o se ganen el estatus de defensores de la nación, cualquier personaje que acapare el espectro mediático puede convertirse en referencia nacional e incluso volverse tan famoso como una estrella de la farándula. Tal es lo que pasa con el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, a quien han ‘inflado’ como un dechado de virtudes.
Por ser el vocero gubernamental para la crisis sanitaria y tener un espacio mediático asegurado este personaje se enderezó como el ‘héroe’ al que muchos ya ven como un ‘sex simbol’ e incluso digno de ser candidato a un cargo de elección popular. Vaya, hasta lo llaman a recitar poesía. Pero no es héroe sino un antihéroe pues su trabajo no es científico sino político y no les sirve a los mexicanos, solo al presidente para respaldar las mentiras oficiales.
López Gatell, un burócrata de medio pelo que llevaba décadas en la nómina pública sin brillar con luz propia, pero que de repente por una comisión gubernamental -no por su desempeño, estudios o efectividad- destacó en la coyuntura es ejemplo de que en política la meritocracia, la capacidad de gestión y la inteligencia pueden ser sustituidas por un golpe de suerte. Sus contradicciones y bulos están expuestos, pero ahí seguirá mientras sirva a la causa presidencial para simular que se combate la pandemia.
VÍCTIMAS INCÓMODAS
El mensaje puntual de las dos visitas que el presidente López Obrador ha realizado a Veracruz -la de la semana pasada y la de lunes- no son los halagos al gobernante local Cuitláhuac García, ni las promesas de obra pública y recursos millonarios a programas sociales ni la retórica fantasiosa de que se acabó la corrupción y se bajó la inseguridad sino el desprecio a las víctimas de la violencia que ya le son incómodas.
En el sur, el tabasqueño ignoró a los familiares de quienes perecieron en la masacre del bar “Caballo Blanco” en el 2019 que fueron a su encuentro y se les bloqueó el acercamiento. Y ayer en el municipio de Emiliano Zapata, conurbado con Jalapa, despreció a los que buscan a personas desaparecidas a pesar de que a gritos pidieron que los recibiera en audiencia y le recordaron que la causa de los desaparecidos fueron banderas de campaña en el 2018
Los hizo a un lado porque ya no le son útiles para ganar adeptos y sus exigencias, por más justas y urgentes que sean, no cuadran con los intereses presidenciales ni los del gobierno veracruzano. Además, otro error de las víctimas de la violencia en Veracruz es que no son familiares del “El Chapo” Guzmán para que merezcan atención, reverencia y estrecharles la mano.
Ayer, en su conferencia matutina le preguntaron a López Obrador el motivo para no detenerse a hablar con los buscadores de desparecidos a pesar de que estos se lo pidieron a gritos, y justificó que no lo hizo para respetar la “sana distancia”. La excusa se le cae a pedazos porque cuando saludó de mano a la mamá de capo del Cartel de Sinaloa, el pasado 29 de marzo, ya la pandemia de Covid-19 campeaba en el país y la Organización Mundial de la Salud (OMS) había recomendado no tener contacto físico con las personas. La mentira no le cuaja al tabasqueño.