Andrés Timoteo
Columnista
DÍA 24: EL CELULAR VIGILANTE
Ya son 24 días de que Europa se mantiene como epicentro de la pandemia del Covid-19, aunque está a un tris de transferirle el título al continente americano y especialmente a Estados Unidos. También son 21 días en que Francia está en confinamiento obligado y de que solo una parte de su población sigue en el exterior manteniendo las actividades vitales: sanidad, seguridad y servicios públicos, producción agropecuaria, así como abastecimiento y venta de víveres, medicamentos e insumos básicos.
En la prensa se comienza ha hablar de la suspensión del confinamiento. Los funcionarios anuncian que éste será gradual, primero saldrán unos, luego otros y más tarde el resto, y hasta dan fechas posibles: entre junio y agosto. Obvio, esto es una estrategia psicológica para alimentar la esperanza entre la población y evitar que el encierro se sulfure con la incertidumbre, la depresión, el hartazgo y hasta el enojo popular. Hablar de un próximo retorno a la “normalidad” es una válvula de escape.
Lo mismo sucede en Italia y España donde los políticos ya anticipan fechas y modos posibles para levantar el aislamiento domiciliario. Sin embargo, las acciones de los gobernantes se contraponen al discurso. En Francia y España, por ejemplo, acaban de anunciar que el encierro se extenderá más allá del 15 de abril y que seguramente habrá “prorrogas”. En China, el encierro duró once semanas, acá apenas se llevan cuatro.
Las cifras y ritmos en los casos de infectados y fallecidos no amainan, pese a cierta estabilidad en los mismos. Además, entre esta semana y la próxima se esperan, según los expertos, las ‘crestas’ o ‘picos’ en la curva de ascenso en el número de enfermos y muertos para después aspirar un descenso paulatino. Será el tan ansiado “achatamiento” de la curva estadística que no es otra cosa que los primeros resultados del severo aislamiento de la población, cuatro o cinco semanas después de iniciado.
Y como es una pandemia atípica, inesperada y, hasta el momento, incontrolable, todo recurso para hacerle frente es aceptable. Ahora, la telefonía móvil o más bien los teléfonos inteligentes que en sí son computadoras portátiles individualizadas se convierten en aliados. A partir de este lunes, el gobierno galo activa una aplicación –‘App’- para facilitar la “attestation” o certificado jurado para salir del domicilio.
Cada vez que una persona vaya a salir a comprar víveres, a pasear mascotas, ir a la farmacia o acompañar a terceros que no puedan valerse por si mismos -ancianos, niños o discapacitados- deberá descargar un certificado en su teléfono ‘smartphone’ y llenarlo en el mismo móvil con los datos personales y este formato liberado digitalmente ya cuenta con un Código QR que los sensores de la policía o el ejército pueden leer directamente del aparato celular a la hora de interrogar a los paseantes.
Así, los 65 millones de franceses con teléfono móvil podrán descargar la aplicación y tener los certificados de desplazamiento de forma digital. De acuerdo con las cifras oficiales, en estas cuatro semanas de confinamiento se han realizado 7 millones de revisiones y se han emitido 407 mil multas por violar el aislamiento. El siguiente paso, se dice, será el monitoreo geo-digital de la población para ver cómo se mueven las personas, si se concentran en multitudes o si un infectado se desplaza indebidamente.
Este rastreo a través del teléfono celular que parece un tema de los expertos en conspiración ya es algo real que se ha aplicado en países como China y Corea del Sur para monitorear a través de sus teléfonos celulares a las personas que dan positivo al Covid-19, actuando inmediatamente cuando se detecte un desplazamiento que viole la cuarentena. España sería el primer país europeo por utilizar ese método de “vigilancia” por medio del teléfono celular.
El 28 de marzo, la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial dio a conocer que se aprobó una norma para autorizar el desarrollo de una aplicación para el teléfono móvil que permita a las autoridades sanitarias la geolocalización de todos los ciudadanos. Esto para realizar autoevaluaciones médicas en base a los síntomas presentados por el usuario -del móvil-, recibir información de cómo actuar y a dónde acudir, pero también para vigilar sus movimientos.
Dicho monitoreo iniciará el próximo viernes 10 de abril con el levantamiento de datos llamado “DataCOVID” en colaboración con las empresas de telefonía móvil para rastrear 40 millones de celulares el país a fin de conocer los movimientos de población entre territorios. Los objetivos son vigilar el cumplimiento del aislamiento domiciliario y también a las personas que han resultado positivas al Covid-19 o son sospechosas asintomáticas de ser portadoras.
MAQUILLAJE DIGITAL
Por lo anterior muchos han puesto el grito en el cielo alegando que se violará la confidencialidad de datos personales y la libertad de movimiento de la población, y que todo es parte de un gran complot para acrecentar el control de la sociedad. ¿Es el nuevo ‘orden mundial’ con más restricciones a las libertades públicas como argumentan los teóricos de la conspiración? Podría ser -aunque el tema merece un texto aparte-, pero hoy ante la crisis sanitaria inédita, la telefonía móvil deviene en un aliado.
Muy posiblemente este sistema de geolocalización se replicará en Estados Unidos, la gran potencia en vísperas de convertirse en el epicentro de la pandemia, que tiene 275 millones de teléfonos celulares activos. ¿Y en México? Todo es precario más que incipiente, apenas la semana pasada la Secretaría de Salud activó la aplicación “Covid-19MX” para hacer una suerte de “autodiagnóstico” si el usuario sospecha que él o un familiar son portadores del virus.
En esa ‘app’ se ofrecen “respuestas” para las dudas, se dan “consejos” y se informa de la ubicación de hospitales, pero la opinión generalizada es que es una maniobra para atajar el registro de casos positivos descartándolos o mejor dicho maquillándolos digitalmente.
Resumiendo: en México a pesar de tener 113 millones de teléfonos celulares -el 56 por ciento de la población es usuaria de la telefonía móvil- no se realizará geolocalización de infectados ni los vigilará digitalmente porque no se tiene la voluntad política ni la capacidad tecnológica o científica para el geo-monitoreo. Así, los únicos que están a salvo en este tiempo de pandemia son los “conspiranoicos” mexicanos.