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SILENCIO GUBERNAMENTAL

Desde ayer  miércoles comenzó en 15 estados del país un periodo de 45 días de “silencio electoral”, llamado así porque los gobiernos federal, estatales y municipales deberán suspender toda promoción de obras, programas y acciones para evitar que sean usados como escenario para publicitar a los participantes de los comicios que se celebrarán en el mes de julio.  Además de las entidades donde habrá elecciones ordinarias,  que son Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas, el silencio incluye también a Sonora que realizará elecciones extraordinarias para la diputación local en el distrito de Ciudad Obregón.

Las reglas de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) ya estipulaban que la suspensión de la propaganda gubernamental tenía que hacerse  40 días antes de la jornada electoral pero con la firma del famoso addendum del Pacto por México le adicionaron otros cinco días. De ahí que en Veracruz desde ayer inició dicho periodo, también conocido como “veda electoral”, aunque en los últimos años ésta es como una llamada a misa pues nadie en realidad lo obedece pues al final de cuentas la entrega de subsidios contra la pobreza es la generadora de votos. Eso siempre se ha sabido.

De ahí que el reto no será que a los gobernantes les tapen la boca sino que éstos logren evadir  la vigilancia extraordinaria que les colocaron tras el escándalo de los videos en Boca del Río. Es un tema interesante porque se conocerán los artilugios para ello y a la vez, se medirá que tanta voluntad hay de las autoridades electorales -entiéndase los institutos o comisiones de cada estado- y de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade) de la Procuraduría General de la República (PGR) para sancionar las violaciones legales.

En los últimos años, tanto con gobiernos panistas como priistas, la Fepade prácticamente no sirvió de nada. Ahora todos esperan ver si les enseña los dientes a los candidatos, partidos políticos y gobernantes, y aún más, si les cierra la pinza judicial por violar la ley. De hacerlo, será inédito, pues porque no se conoce un antecedente importante de que algún gobernante haya sido castigado por entrometerse en los procesos electorales.

 

EL ABC DE LAS CAMPAÑAS

 

A mitad de semana también comenzó el periodo formal de campañas. Los primeros en salir de la meta, en  carrera hacia el 7 de julio, fueron los abanderados a las diputaciones de mayoría relativa. Una horda de candidatos de todos los colores recorrerá todos los rincones de la entidad pidiendo el voto, algunos van por la tercera o cuarta campaña consecutiva y otros son primerizos. A finales de mes iniciarán los aspirantes a las comunas y en la primera semana de junio los que buscarán una diputación plurinominal, aunque muchos de ellos sin hacer suficiente proselitismo, tendrán asegurado el suelo parlamentario.

En este contexto, es válido recordar aquel manual escrito por el norteamericano Joseph Napolitan, uno de los más reconocidos expertos en temas electorales, llamado “Cien cosas que he aprendido en treinta años como consultor político” y que en el argot comicial se le conoce como “El ABC de las campañas electorales” pues ha servido como base para diseñar estrategias de marketing, comunicación y evolución de candidaturas en todo el mundo. Dicho libro debería ser leído -no releído pues se duda que lo hayan hecho- por los actuales abanderados a cargos de elección popular y así se ahorrarán muchos ridículos.

De las decenas de consejos que brinda Napolitan hay varios que les urge aplicar a los de la aldea. Por ejemplo ese que dice que “la estrategia es el factor más importante pues una estrategia correcta puede sobrevivir a una campaña mediocre pero incluso una campaña brillante puede fallar si la estrategia es errónea”. O lo señalado sobre la cantidad de asistentes  a los mítines -en México los llaman “acarreados”- o los que aparecen en  los spot televisivos porque ambos tienen escaso valor real y poco tienen que ver con el voto que se depositará en las urnas. “Quien moviliza mejor a sus seguidores no tiene, por esa sola razón, la garantía de obtener más votos”, dice el experto y agrega que en el caso de los anuncios televisivos que muestran multitudes, “son un tipo de promoción sólo hace sentirse bien al candidato. Nada más”.

Otro consejo trascendente tiene que ver con las encuestas, algo que en los últimos años en México ha sido tomado como estrategia de promoción sin serlo en realidad pero eso ocasiona que hasta el mismo candidato que las difunde termine engañado. “La única razón práctica para hacer una encuesta es obtener información que ayude a ganar las elecciones. Si la encuesta no va a hacerlo, es mejor gastar el dinero en otra cosa. Quizás la información menos importante de una encuesta es la de quién va por delante en un momento dado. No se puede dirigir una campaña sin encuestas adecuadas, pero no se puede depender exclusivamente de ellas. Tampoco hay que publicarlas, a menos de que haya una razón extremadamente buena para hacerlo”, recomienda.

Algo importante -y que en Veracruz tiene meses que lo aplican- son las campañas negativas o campañas de lodo. Según Napolitan, éstas deberían evitarse o en el caso de hacerlas, dar golpes certeros que eviten que el contrincante se levante. “Es más fácil hacer que la gente vote contra alguien que hacer que vote por alguien. Preferiría no tener que montar campañas negativas si no tuviera que hacerlo, pero también prefiero ganar con campañas negativas que perder sin ellas. Cuando estemos obligados a recurrir a campañas negativas, procuremos que sean eficaces. Si vamos a hacerlo, hagámoslo bien. No hay que contentarse con una leve bofetada, hay que dar un buen golpe a la cabeza”. Vaya, la sabiduría popular lo traduciría así: hay que matar la víbora, no sólo testerearla.

En este mismo caso, el consejo es usar información sobre la vida pública, no la privada, del rival y darla a conocer con nombre y apellido. “No suscribo la idea de no mencionar al adversario por su nombre. Si hay que decir que alguien es un ladrón o un corrupto, no debe permitirse que los electores queden con dudas sobre la persona de quien se está hablando. Creo que los ataques se deberían limitar a la trayectoria pública de una persona, no a sus costumbres personales y nunca a su familia. La trayectoria de un candidato debería ser sometida a un cuidadoso escrutinio y ataque cuando esto fuese justificado. En mi opinión los problemas familiares son privados, no temas de discusión en una campaña”.

 

LOS ELECTORES NO SON ESTÚPIDOS

 

Brillante consejo es el que clama por no subestimar  a los electores, algo que se hace mucho en Veracruz. “El electorado no es estúpido, pero a menudo no tiene información suficiente a su disposición para tomar la decisión correcta. No es responsabilidad suya buscar y obtener esa información; es nuestra responsabilidad ofrecérsela, en bandeja de plata si es necesario. Si al final de una campaña los votantes no entienden aún lo que el candidato intenta decirles, eso es culpa del candidato, no de los votantes”.

Sobre las cuestiones internas de las campañas hay puntos que no superarían los candidatos locales. Uno de ellos es que “un partido dividido pierde fuerza” al igual que las pugnas internas en los equipos de los abanderados -ahí les hablan a panistas, perredistas y hasta priistas- “Si el grupo cercano al candidato se divide, puede afirmarse, con muchas posibilidades de acierto, que se perderán las elecciones”. Y añade: “mantener unida a una buena ofensiva propia es la mejor manera de mantener dividida a la oposición, y la mejor forma de convertirla en blanco de nuestros ataques”.

 

En este mismo apartado, hay un tema especial de alerta: ¡Cuidado con los aficionados! -entiéndase con los que se dicen expertos en cuestiones electorales y en realidad son un fiasco-. “Como voluntarios, este tipo de personas no representan ningún peligro porque no participan en la toma de decisiones pero pueden convertirse en un peligro real cuando ocupan puestos importantes en el equipo de campaña. Los peores son los que están hasta tal punto relacionados con el candidato que pueden influir en su forma de pensar. Una mala decisión guiada por el consejo de un principiante podría ser lamentada toda la vida por el candidato”.

El azote que muchos candidatos veracruzanos tendrán en estos comicios tiene que ver con el mal desempeño de sus colegas de partido cuando ocuparon encargos en  administraciones estatales o los gobiernos municipales. No hay que subestimar el impacto de una administración impopular, sostiene el manual.  “Este es uno de los obstáculos ocultos, si uno representa a un partido cuyo gobierno tiene una imagen impopular es muy probable que pierda”. En la entidad abundan ejemplos de malos gobiernos como Córdoba, Fortín de las Flores, Veracruz, Boca del Río, Xalapa y Coatzacoalcos por citar los casos más escandalosos. Ahí, como ya se ha dicho, los candidatos tendrán que lidiar con la mala fama de personajes como Francisco Portilla, César Torrecilla, Carolina Gudiño, Salvador Manzur, Elizabeth Morales y Marcos Theurel.

Respecto al candidato mismo, “El ABC de las campañas electorales” sostiene que éste puede ser pulido pero no cambiado realmente. “Hay candidatos que mejoran. Otros empeoran. Pero difícilmente cambian en forma radical. El aspecto de un candidato puede mejorar, su oratoria también pero finalmente es la campaña la que tiene que adaptarse al candidato, no al revés”. Esto lleva al desenlace de las campañas, una vez contadas las papeletas de las ánforas electorales: “si un candidato gana, siempre se dirá que la victoria se debe a su encanto, imagen y poder de persuasión pero si pierde, la culpa es de su asesor, ya que pocos candidato admitirán que han perdido porque a los votantes no les interesó ni él, ni su partido ni sus propuestas”. En términos coloquiales, los asesores de campaña son como los coheteros de pueblo: si truena el cohete les chiflan y si no truena, también les chiflan.

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