Han sido muchos los acontecimientos que van marcando pauta para ver a un país que poco a poco despierta.
Aunque las condiciones sean soporíferas, hay que hacer un esfuerzo por mantenerse despierto…”
“Creo que el estilo de gobernar es una parte fundamental del Gobierno. Además, considero que un cambio en el estilo de gobernar no sólo es importante, sino que empieza a ser urgente. Pero voy a explicar lo que quiero decir. Los mexicanos que conozco, y no sólo los que conozco, sino con los que entro en contacto en la calle, se dividen en tres grupos, por las impresiones que tienen de la manera en que el país ha estado gobernado. Un grupo, bastante numeroso, está formado por los que se consideran víctimas inocentes de un gobierno errático -y en muchos casos, corrompido- que va desde los agentes de tránsito para arriba. Otro grupo, menos numeroso, está formado por gente más consciente, que considera que muchos de los problemas del país son insolubles y que, por consiguiente, casi cualquier cosa que se logre es un milagro. Los optimistas y entusiastas, que forman el tercer grupo, son pocos…”.
Esto lo escribió en 1970, una de las épocas más complicadas de un México que meses antes fue sede de unos Juegos Olímpicos precedidos por uno de los episodios más trágicos e injustos de los que varias generaciones -aún presentes- tienen memoria. Siendo precisos, este texto llamado Con motivo del cambio: problemas de estilo se publicó el 1 de diciembre de aquel año, el día que Luis Echeverría tomaba posesión como Presidente del país.
Han pasado más de 40 años. Salió el PRI de Los Pinos, pero regresó. Hemos probado ya un gobierno salido de filas distintas al tricolor. La mayoría que votó el pasado 1 de julio de 2012 decidió que era mejor regresar a la herida original. Sin embargo, también se han registrado cambios que bien podrían ser de carácter inevitable, porque los tiempos han dado la pauta para ello (el acceso a la información es más fácil y rápido ahora; a menos que falten ganas, cualquier ciudadano que viva en un contexto urbanizado puede enterarse de lo que quiera y por la fuente que lo desee), pero son cambios que de a poco van estimulando a que cada vez más ciudadanos dejen la apatía política y se involucren más con lo que sucede a su alrededor.
Quién sabe cuáles habrían sido las palabras exactas de Ibargüengoitia para definir todo lo que ha ocurrido desde su partida. Han sido tantos acontecimientos que, aun con el retorno del PRI al gobierno, van marcando pauta para ver a un México que poco a poco despierta, aunque la somnolencia aún es suficiente para que la política nacional se siga viviendo bajo los mismos esquemas y vicios: “¿Qué es lo que piensa la gente del sistema político en que vivimos? Lo mismo que pensaba hace seis o hace 46 años: Que el poder corrompe y que el que se mete en la política acaba corrompido. Nomás que aunque el concepto sea el mismo, la actitud ha cambiado notablemente…”. Esto, publicado hace casi 40 años y con vigencia como si la pluma de Ibargüengoitia lo hubiera escrito ayer. Seguimos siendo el país de la familiona revolucionaria de la que él habló por tanto tiempo.