Suecia.-Imagina que perder tu puesto trabajo no fuera una desgracia sino una oportunidad para evolucionar en el ámbito laboral. Es una realidad, y sucede en un pequeño punto de Europa
Si lo has experimentado, sabrás el estrés que supone pasar por algo así: afloran las preocupaciones sobre los ingresos (o la falta de ellos), la carrera profesional e, incluso en algunas ocasiones, la atención médica. Pero, ¿y si en lugar de algo traumático se convirtiera en lo mejor que te puede pasar? En Suecia sucede algo así, gracias a un sistema diseñado específicamente para que logres un mejor trabajo, en otras palabras, para que avances.
Se conoce como ‘sistema de transición’ y se trata de un servicio de asistencia social privado a nivel nacional para trabajadores que han sido despedidos. Las empresas pagan a ‘consejos de seguridad laboral’ que brindan entrenadores capacitados cuya función es, básicamente, mejorar tus habilidades si te encuentras desfasado para volver al mercado laboral mucho más fresco. En total existen unas 16 organizaciones, cada una de las cuales cubre un sector diferente de la economía y tienen la tarea de encontrar nuevos empleos para aquellos que han perdido el suyo, informa
Suecia ofrece centros de trabajo administrados por el estado, que también se esfuerzan por vincular a las personas desempleadas con las vacantes de empleo. El servicio público está dominado por los desempleados de larga duración o por personas no calificadas que intentan encontrar sus primeros empleos, generalmente jóvenes sin educación secundaria e inmigrantes recién llegados.
El sistema sueco es eficiente y ha atraído la atención internacional, sobre todo en comparación con otros países europeos. El equivalente más cercano es el Transfermaßnahmen de Alemania, o “medidas de transferencia”, en el cual el apoyo para los trabajadores despedidos es financiado en parte por la empresa y en parte por el estado. En la mayoría de los países, no existe apoyo adicional para los trabajadores despedidos, aparte de los planes estatales. Esto se aplica en particular al sistema francés, pero también a Bélgica y los Países Bajos, por ejemplo, aunque en muchos otros lugares de Europa ya se están persiguiendo sistemas similares al sueco.