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El ‘malévolo’ mundo en que vivimos

Superiberia

Por lo general cuando vemos, leemos o escuchamos las noticias, una gran depresión invade el alma. Lo peor del ser humano desfila frente a nosotros con todo el horror del holocausto o del Apocalipsis. Páginas rojas que gotean la sangre de las víctimas inmoladas por la maldad humana. Páginas de barrotes y números que indignan más por los evasores que por los inquilinos. 

Enormes fotos a colores de varios autos destrozados con un costo de vidas humanas causadas por la negligencia e irresponsabilidad, el alcohol o la imprevisión. Asaltos que rebelan lo inseguro de Seguridad. Viciosos que se organizan bajo el amparo de los poderosos para quitarle a mucha gente honesta el producto de su esfuerzo; personas que amenazan, intimidan y llegan al homicidio como la cosa más natural del mundo.

Listas de desaparecidos, secuestrados, levantados, torturados, asesinados. Calles que se tornan peligrosas, carreteras y autopistas que se vuelve una aventura sin garantías para quienes las transitan, comercios que atraen a los extorsionadores. Muchos adolescentes sin expectativas son pasto de las drogas, sin ganas ni entusiasmo de luchar en la vida para enfrentar la vida, estudiando a duras penas la educación básica, sin el apoyo de los padres, en hogares disfuncionales, desintegrados.

La pobreza asfixia a una gran población con apenas lo indispensable para sobrevivir. El empleo que remunera poco para la manutención de los hijos, la mujer que se prostituye por dinero o por no tener una escala de valores que la fortalezca, el borracho que gasta lo que no tiene y provoca desamparos y accidentes. Hogares donde los padres procrean hijos que no quieren ni cuidan ni educan. Todo se vuelve el potencial de un círculo que ahoga a la sociedad.

Esta impresión la remarcan los agoreros de la literatura negra y sensacionalista, que tienen a un inmenso público cautivo deseoso de regodearse en el sentido cáustico, el pesimismo, la amargura y el masoquismo. Sí hay muchas tragedias en derredor, pero esas siempre han existido. Sí hay mucha maldad y perversidad, porque la especie humana no cultiva la convicción de ser mejor, ni busca los senderos para llegar a estadios superiores de conciencia.

Los noticieros nos ponen al tanto del lado oscuro de la vida, de las tragedias, los grandes crímenes, homicidios y demás acciones perversas. Es raro que se refieran al heroísmo, los valores, el altruismo, el esfuerzo diario de millones de personas que llevan una vida honesta y procuran lo mejor para sus familias. Esa noticia no vende, porque desde hace tiempo se maleduca el gusto del gran público con el morbo que provocan todas las maldades humanas.

El mensaje esperanzador, la acción que edifica, la noticia sin exageraciones, la visión objetiva de un mundo que forzosamente tiene de todo, no es el preferido de ciertos comunicadores. Además, es probable que piensen que el mundo sería muy aburrido, pero la verdad es que hemos caído en el extremo de sentir que el mundo es una porquería. Y eso no es cierto.

El amarillismo en la noticia ha ganado el espacio al mensaje optimista y esperanzador. Las cosas sucias, las acciones malévolas, el sufrimiento y la adversidad se recrean con exageración en los distintos medios y mantienen tensa a la población. Ganan la batalla mediática, dejando la sensación de que las cosas andan bastante mal.

Esto genera una conducta colectiva de ansiedad y vacío, de frustración e impotencia que influye en la interpretación personal del mundo y de la vida. Bajo esta interpretación, asignamos valores a las cosas que hacemos y desde ellos tomamos decisiones para enfrentar la vida. Y todo esto termina reflejándose en la existencia de muchos.

Las redes sociales son el fenómeno de la tecnología que ha avasallado al mundo en los últimos años, y se ha contagiado de esta conducta colectiva de ansiedad y vacío, de frustración e impotencia, de falta de objetividad en el análisis, de equilibrio para entender lo que nos rodea. No producen pensamientos e ideas, más bien reproducen. Y reproducen lo peor: la crítica  acerba, destructiva y agresiva, olvidando el principio de que las percepciones y emociones que llegan al cerebro, son la materia prima con la cuales trabaja. 

gilnieto2012@gmail.com

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