Nogales.- Se asoma el sol en la comunidad de Cecilio Terán, mejor conocida como Balastrera. Su gente se prepara para ir al campo, a pastar borregos, a preparar la venta del día; a celebrar diez años de la tragedia que enlutó a todo un pueblo.
“Bienvenido a Cecilio Terán, un lugar para vivir mejor”, cita el enorme arco colocado a la entrada de la localidad, metros adelante de la vieja terminal de ferrocarril.
Ahí, a unos 50 metros, en una casa remodelada, pero con la vieja e inseparable vagoneta azul a la puerta, delata a quien fuera la líder de aquél trágico 5 de junio del 2003.
Los escalones llevan hasta ella. Ahí estaba doña Balbina Salas Basurto, sentada en el sillón con su inseparable cigarrillo, teniendo frente a ella la imagen de la Virgen Morena, quien al parecer, es su única y fiel aliada en esta lucha.
“Han pasado gobiernos y gobiernos, pero Balastrera sigue igual; con sus niños quemados y alejados de una sociedad que les juzga sin saber que ellos no tienen la culpa de nada”, dice la ex líder al abrir la charla.
Se fue Miguel Alemán, llegó Fidel, se fue y vino otro, pero las cosas siguen igual, dice doña Balbina mientras cruza la pierna y acaricia el gato recostado junto a ella.
“Desde aquel 2011, cuando me metieron a la cárcel por dizque obstruir las vías federales de comunicación al intentar detener el convoy en donde viajaba Fidel Herrera, la lucha ha cesado”, afirma.
Aquello que iniciara ella junto con su esposo José Epifanio Maldonado -sostiene- llegó a su fin hace siete meses cuando él falleció, llevándose a su tumba el sueño de ver a Balastrera libre de peligro.
“Lo mismo pasó con don Pedro Rojas, quien hace unos ocho meses, de igual manera dejó descansar al Gobierno tras cumplir su cita con Dios”, comenta en la entrevista.
El silencio se apoderó de Balastrera. Nadie quiere hablar y pedir los apoyos que prometió el Gobierno; es más, ni siquiera las vendas y pomadas que desde hace seis años Pemex suspendió para 10 de los quemados en la explosión.
Con el recuerdo de su esposo envuelto en unas lágrimas, doña Balbina dice estar cansada, dispuesta a salir de un lugar al que, similar a Río Blanco, se ha convertido en un lugar de mártires. Los Mártires de Balastrera.
“A las autoridades quiero decirles un ‘piiii’ y no podrías escribirlo. Aquellos que lucraron y se hicieron ricos, ojalá les ayude para comprar una buena conciencia y les ayude en caso de que Dios no lo quiera, enfrenten una tragedia como la nuestra”.
RUTAS QUE NUNCA SE HICIERON
A la salida de este pequeño poblado de unos 4 mil habitantes, la lona, desgarrada y rotulada con ofensas hacia las autoridades, dan prueba de un pueblo que está cansado.
La promesa de construir dos rutas de evacuación, la primera de ellas hacia Llano Grande, con una carretera a dos carriles, y la segunda, que mediante una brecha, sacaría a las familias hacia Ojo Zarco, hoy sólo se reduce a un ecocidio que conllevó el derribe de cientos de árboles.
Las contadas ocho cuadras, asfaltadas y ampliadas a cuatro carriles, dieron pauta a un sueño de cientos de familias que jamás se concretó.
El viejo puente, reconstruido en 1999 por el Consejo de Vigilancia del Comisariado Ejidal de Maltrata, entonces encabezado por Vicente Domínguez Flores, espera con nostalgia una demolición y ampliación que no ha llegado.
Irónicamente, al camposanto arribaron dos de los líderes naturales del movimiento, José Epifanio (Esposo de doña Balbina) y don Pedro Rojas. Lo hicieron en ataúdes y a unas sepulturas, más no al albergue que Marcos Theurel Cotero prometió edificar.
La brecha, por donde mujeres descalzas, embarazadas y con los pies sangrando, huyeron de los ataques del EPR a Pemex en septiembre de 2007, hoy tiene maleza y subir por ella sería imposible.
El campo, donde hoy cuatro menores se divierten con un despintado balón del América, extraña las gradas y el pasto sintético que le sería colocado.
“Nada”, dice doña Balbina, “nada de aquel verbo que nos tiraron se cumplió. Las obras quedaron en la mente de aquellos que nos vinieron a prometer y jamás se construyeron”.
DIABETES CONSUME A SOBREVIVIENTES
A raíz de aquella trágica tarde del 5 de junio de 2003, más del 40 por ciento de la población adulta tiene problemas con la diabetes.
Los niños que hoy juegan y se divierten en las calles y el campo de esta congregación, desconocen quizá que el abuelo o la abuela fallecieron por secuelas de aquella explosión.
“Dónde quedó la instalación de una clínica para esta localidad, el albergue, las cocinas, todo lo que englobó la millonaria inversión que uno y otro político prometió”, abundó Salas Basurto.
De los niños quemados, hoy adolescentes de entre 19 y 22 años de edad, afirmó, unos se fueron de aquí y otros viven aislados de la gente, encerrados en sus casas con una vida y cuerpo marcados para siempre.
Cuatro o cinco niños, hoy jóvenes, que no han podido superar aquella fecha y no quieren estudiar, viven escondidos por pena con las demás personas.
En las casas señaladas donde están los niños sobrevivientes de aquella tragedia, no quieren hablar más, prefieren olvidar este décimo aniversario que les atrajo luto y dolor.
Personal de Pemex, en tono irónico, pinta los ductos, se prepara para tenerlos en perfectas condiciones, mientras los habitantes aseguran que el terror se adueña de ellos a cada aguacero que cae durante el año.
Noé Carrillo
El Buen Tono