Hace pocos días se dio a conocer el nuevo impuesto a las bebidas azucaradas, acompañado de una campaña publicitaria tan intensa que pudiera pensarse que lo que buscan es tratar de convencernos que la decisión tomada es correcta y en beneficio de la salud de los mexicanos. ¿A quién tratan de engañar? Los mexicanos no somos tontos. ¿Por qué no simplemente nos dicen que necesitan recursos y que ya no saben de dónde sacarlos?
Quisiera recordarle a usted que hace algunos años, las compañías refresqueras trataron de endulzar los refrescos con edulcorantes no azucarados, pues éstos eran más baratos que el azúcar. El gobierno de ese entonces, arguyendo que el mayor consumidor eran los pobres de México, y dado que en la mayoría de éstos su consumo calórico era tan pobre como ellos mismos, las obligó a que endulzaran con azúcar, y así compensar el requerimiento energético de los más pobres. Las empresas refresqueras se sacaron un “as de la manga” e inventaron los refrescos “light”, cuya venta es por supuesto más cara (a pesar de que el costo de producción es más económico).
Ahora resulta que los pobres desnutridos de nuestro México son obesos, y preocupados por su salud, le aumentan el precio a las bebidas con azúcar para impedir su consumo.
Digan lo que nos digan, los jornaleros que consumen esos refrescos azucarados seguirán consumiéndolos, sobre todo los adictos a los llamados “de cola”, y entonces ¿a quién le está pegando el famoso impuesto? ¿Sólo a los ricos?
Por otro lado, acaso los mentados refrescos disque light o “cero”, como pomposamente les llaman, hoy, como no contienen azúcar ¿bajarán de precio? ¡Seguramente que no! Pues aducirán que es bebida chatarra.
¿Realmente cree usted, querido lector, que los legisladores razonaron lo que aprobaron, o sólo levantaron el dedo por compromiso con sus respectivos partidos? AHÍ SE LO DEJO DE TAREA.