Utilizo la ocasión para compartir mi atracción hacia la figura de un hombre austero, sencillo y auténtico, del cual apenas supe hace poco más de un año. Me refiero a Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, Argentina, de extracción jesuita, electo primer Papa latinoamericano, el cual decidió ser llamado, simplemente, Francisco, en alusión a Francisco de Asís.
De las primeras palabras de Francisco: “Parece que los cardenales me vinieron a buscar al fin del mundo”. El nuevo Papa asumió el control de la Iglesia católica con aproximadamente mil 300 millones de fieles en una difícil coyuntura en que ésta ha perdido influencia por censurables prácticas, tales como el cúmulo de abusos sexuales a menores, el papel que la mujer representa en la Iglesia, el escándalo por la filtración de documentos confidenciales —VatiLeaks— del pontífice, reveladores del abuso de poder en la Curia, el gobierno central del Vaticano. Sin dilación, Francisco encaró su tiempo y circunstancia, estableciendo necesarias reformas, simplificando estructuras, limpiando las finanzas al tiempo de afrontar fuertes críticas por la turbia gestión del Banco del Vaticano, el Instituto de Obras de Religión.
El estilo personal del papa Francisco ha roto esquemas e ignorado protocolos. El primer día de su elección, el nuevo pontífice acudió personalmente a pagar su cuenta en la Casa Santa Marta por la austera habitación que ocupó durante el reciente cónclave, decidiendo seguir alojando en la misma habitación y no instalarse en el departamento pontificio del palacio papal rodeado de cortesanos, “La corte es la lepra del papado”. En lugar de zapatos rojos, lujosas sotanas y cruz de oro al cuello, Francisco optó por usar sus mismos zapatos negros, muceta y roquete sencillos de un solo color y al cuello una cruz de hierro. El trono dorado fue sustituido por una silla de madera sin adornos. El Mercedes, reemplazado por un Focus usado. El Papa carga su portafolio al abordar algún avión, saluda a feligreses en la Plaza de San Pedro e igual acepta un mate que le ofrece, posiblemente, un correligionario argentino. En un recorrido en el papamóvil Francisco distinguió a un viejo amigo y lo invitó a acompañarlo el resto del trayecto, a otro amigo en apuros, el Papa le llamó telefónicamente a reconfortarlo. Francisco personalmente bautizó al hijo de una mujer divorciada, criticando luego a sacerdotes que se niegan a bautizar a hijos de madres solteras. “Dios nos ha redimido a todos, no sólo a los católicos”. Con respecto a los homosexuales, expresó el Papa: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para criticarlo?
Sin precedente, Francisco creó un Consejo de Cardenales para reformar la Curia Romana, un gabinete mundial de ocho cardenales, con objeto de ser asesorado en el gobierno de la Iglesia Universal. Inicialmente, el consejo se ha avocado al proyecto de una nueva Constitución para la Curia del Vaticano. Asimismo el Consejo —G8— ha abordado el candente tema del IOR, Banco del Vaticano, afectado desde 1982 con la bancarrota del Banco Ambrosiano. El último escándalo financiero que quizá fue la gota que derramó el vaso, fue la detención del contable del Vaticano, monseñor Nunzio Scarano al intentar cruzar de Suiza a Italia con 20 millones de euros en efectivo.
El acercamiento de Francisco hacia otras religiones es plausible. Rescato la reunión de líderes de varias confesiones cristianas: ortodoxos, anglicanos, luteranos y metodistas, con sus contrapartes del judaísmo, islamismo, budismo e hinduismo, donde Francisco recordó las palabras de Jesús a sus apóstoles, al pedirles que todos sean uno. Con respecto a su próximo viaje en mayo a Tierra Santa, dijo Francisco: “Iré a Jerusalén, allí donde todos nosotros hemos nacido y donde todos los pueblos convergerán un día”.
*Analista
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