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El hogar, el lugar más peligroso para los infantes

Superiberia

AGENCIA

Internacional.- El hogar, ese espacio que debería ser el refugio más seguro para las niñas y los niños, es paradójicamente el lugar donde ocurre el 80 por ciento (%) de los abusos sexuales infantiles, según datos de UNICEF y Save the Children. Este crimen, que no distingue fronteras ni niveles económicos, afecta tanto a países desarrollados como en vías de desarrollo. La ONU, al reconocer la magnitud de este problema, instauró el 18 de noviembre como el Día Mundial para Prevenir la Explotación, los Abusos y la Violencia Sexuales contra los Niños y Promover la Sanación.

A pesar de estos esfuerzos, las cifras siguen siendo alarmantes: uno de cada ocho menores en el mundo ha sufrido abusos sexuales antes de cumplir los 18 años, según el informe de UNICEF titulado “Acción para poner fin a la Explotación y el Abuso Sexuales de las Niñas, Niños y Adolescentes”.

La realidad es que, en la mayoría de los casos, el agresor no es un extraño, sino un miembro del círculo cercano: familiares, conocidos o personas significativas en la vida del menor. Esta cercanía facilita el acceso a los niños y niñas, pero también crea un manto de silencio y miedo.

Los menores que sufren abuso sexual en casa enfrentan múltiples barreras psicológicas que dificultan su denuncia. Entre ellas se encuentran el miedo a no ser creídos, la vergüenza o culpa inducidas por el agresor, y la presión familiar para mantener el silencio. Estos factores perpetúan un ciclo de abuso, donde cada hora más de dos menores son víctimas de explotación sexual, según organizaciones nacionales.

Las niñas son las principales afectadas por esta terrible realidad, con una probabilidad de ser víctimas de abuso dos a tres veces mayor que los niños.

Una de las mayores barreras para erradicar el abuso sexual infantil es la invisibilización del problema. La sociedad, en muchos casos, prefiere ignorar o minimizar esta grave situación debido a prejuicios, miedo y estigmatización. Sin embargo, lo que debe prevalecer es el bienestar de las niñas y niños afectados, no el “qué dirán”.

Es fundamental que como sociedad, tomemos medidas activas para prevenir el abuso sexual infantil. Esto incluye educar desde el hogar y la escuela, enseñando a los menores a identificar comportamientos inapropiados y promoviendo un ambiente de confianza donde puedan hablar sin miedo sobre cualquier situación que los incomode. Además, es crucial capacitar a docentes y cuidadores para detectar señales de abuso y actuar rápidamente.

Denunciar es solo el primer paso. El sistema judicial debe garantizar que los agresores enfrenten consecuencias legales severas, enviando un mensaje claro de que este tipo de delitos no serán tolerados.

El abuso sexual infantil deja cicatrices profundas en las víctimas, muchas veces provocando estrés postraumático que puede truncar sus vidas para siempre. El daño a corto y largo plazo es devastador, pero con un enfoque integral y una respuesta inmediata y eficaz, es posible proteger a las futuras generaciones.

El 18 de noviembre no debe ser solo un día de reflexión, sino un llamado urgente a visibilizar, prevenir y erradicar esta tragedia. Todos tenemos la responsabilidad colectiva de proteger a las niñas y niños, y hacer que sus voces sean escuchadas.

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