Ejemplos de racismo en el futbol sobran. No alcanza el espacio para mencionarlos. Jugadores mexicanos lo han padecido. Pregúntenle a Hugo Sánchez cuando llegó a España. Le gritaban “indio, vete a tu pueblo”.
El francés Thierry Henry probó también los prejuicios del apartheid ibérico en los estadios. De la boca del entrenador Luis Aragonés salió un “negro de mierda” que le costó apenas cuatro mil euros al famoso técnico español.
Son muchas las ofensas de este tipo. Destaca una imagen. La de Dani Alves, jugador brasileño del Barcelona. Ocurrió el pasado mes de abril. En el estadio del Villarreal, donde juegan los hermanos Dos Santos. Un retrasado mental le aventó un plátano cuando se disponía a cobrar un tiro de esquina.
El jugador de color reaccionó en forma por demás inteligente. Se comió la banana y tiró el corner. Eso calentó la tribuna. Más insultos, más abucheos en contra de Alves, narran las crónicas de ese partido. La imagen recorrió el mundo. Acabó por convertirse en emblema en la lucha contra el racismo dentro del futbol.
España no tiene el monopolio del racismo en el deporte. Manifestaciones de este tipo las hay en Italia, Gran Bretaña, Rusia, Estados Unidos, en todo el mundo.
En México, país mestizo, se han incrementado este tipo de ofensas en los últimos tiempos. Sonidos de mono contra jugadores negros, frecuentes en la porra puma. Insultos verbales por idéntica causa en el terreno de juego. Allí están los casos del panameño Felipe Baloy en el estadio de Santos; de los americanistas Kléber e Irenio en juego contra los Dorados de Sinaloa. Larga la lista…
El común denominador de estas agresiones es que ocurrieron en el terreno de juego.
El escritor y filósofo español, Miguel de Unamuno, ilustraba la ignorancia de los que se creen superiores por el simple hecho de tener la piel blanca con una contundente afirmación: “El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando”.
No sabemos qué tanto haya viajado el panista queretano Carlos Manuel Treviño, pero su caso no tiene parangón. Nadie medianamente informado está ajeno a los insultos del exsecretario de Desarrollo Social del ayuntamiento de Querétaro en contra de Ronaldinho.
Irritado por el tráfico que produjo la presentación del astro brasileño —el pobrecito tardó dos horas en llegar a su casa— lo llamó “simio… brasileño, pero aun simio”.
Treviño tuvo tiempo de reflexionar el tamaño de la estupidez que escribió en su cuenta de Facebook. No lo hizo. Se dejó ir por su complejo de blanco en país mestizo. No midió las consecuencias.
Buscamos información sobre él en la magia de Google. Vimos su imagen. De la frente para arriba es igualito a Benito Mussolini. No tiene un pelo. Muy orondo presume, en su página de Facebook, que le gusta el futbol americano. ¡Ah, pero eso sí! DETESTA EL FUTBOL soccer —Así, con mayúsculas—.
Treviño metió en un brete a su partido. No son pocos los que se han montado en el tema para presentar al PAN como un partido de racistas, fascistas y reaccionarios.
Aprovechan la coyuntura para hacer resurgir el nombre del senador Chema Martínez y su cruzada antihomosexual y antiaborto; el tema de los grupos neonazis de filiación azul; la elección de Óscar Sánchez, admirador de Hitler, como presidente del PAN en el Edomex.
A pesar de los mencionados casos, calificar a todo el PAN de “fascista y racista” no deja de ser una generalización.
El hombrecito azul, así, con minúsculas, tuvo que disculparse. El Conapred ya abrió una queja de oficio. El club Querétaro, donde juega el brasileño, exigió la intervención de las autoridades.
El caso de David Jiménez González, integrante de la Junta de Gobierno del Tribunal de Justicia Fiscal y Administrativa, es para Ripley. No sólo fue el único magistrado que votó en contra del presupuesto de ese órgano resolutivo, sino que promueve entre diputados que no se apruebe el incremento de 14% autorizado para el año que entra por la Secretaría de Hacienda.
Tenemos copia del oficio que Jiménez mandó al panista Carlos Alberto García, secretario de la Comisión de Hacienda de la Cámara baja, en el que explica que su voto fue en contra, porque el anteproyecto le fue turnado a escasas dos semanas de que el Ejecutivo enviara a San Lázaro el paquete económico para 2015.
“Resulta humanamente imposible participar responsablemente en la formulación del mismo”, alega el magistrado.
Sus colegas reprueban la actitud de Jiménez. Lo acusan, ni más ni menos, de sabotear el anteproyecto de presupuesto que, por lo demás, no tiene facultad de integrar. “Esa facultad corresponde a la Secretaría Operativa de Administración del TFJFA, equivalente a la Oficialía Mayor de otras dependencias”, puntualizan.
El incremento de 14% se empleará en la apertura de nueve salas regionales en localidades donde sus habitantes tienen que trasladarse a otros estados para poner en regla sus asuntos con el tribunal.
Un ejemplo es San Luis Potosí. Los que tienen asuntos pendientes con el Tribunal en esa ciudad se tienen que trasladar a Querétaro. Dos horas y media por carretera. O de Villahermosa a Tuxtla Gutiérrez, cuatro horas.
Tenemos el acta de la sesión extraordinaria, celebrada el pasado 17 de junio, donde a Jiménez le fue entregada, ante el notario Claudio Flavio Orozco Pérez, una copia de los ejercicios presupuestales anteriores “que hoy dice no haber recibido”.
El jaloneo es parte del pleito personal que el magistrado trae con Manuel L. Hallivis, presidente de la Junta de Gobierno, desde que el morelense fue expulsado, por unanimidad, de la citada junta, por hacer graves acusaciones al Tribunal que nunca probó.
Pero una jueza lo amparó.
El sur de Veracruz se ha convertido en una de las regiones más inseguras y violentas del país. Los puertos de Coatzacoalcos y Minatitlán rebasaron ya el límite de la tolerancia ciudadana. La sociedad está muy lastimada.
Cientos de heroicas personas marcharon hasta el ayuntamiento de Minatitlán vestidas de blanco, para pedir se combatan los asesinatos, secuestros, extorsiones, derecho de piso, del que son víctimas empresarios, médicos, abogados, maestros y petroleros, entre otros.
Nadie escapa a las garras del crimen.
La marcha no fue muy nutrida. El miedo mantuvo en su casa a la mayoría.