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El falso debate perredista

Superiberia

 

Los perredistas han llamado a militantes. El falsísimo y engañoso debate sobre el empalme de la discusión de las leyes secundarias de la Reforma Energética con los partidos del Tri en el Mundial no les rindió los frutos que estaban esperando. Entonces, ante la negativa de cambiar estas fechas, a pesar de saber que fueron aprobadas por los legisladores, la última opción del PRD es sacar el ADN que tanto les cuesta controlar.

Pienso así, que si en verdad estuvieran hablando de una causa en la que el punto central es la Reforma Energética y las que, dicen, serán sus consecuencias, los actos y argumentos de los perredistas para redireccionar la discusión irían más allá del Mundial y de las tradicionales movilizaciones que organizan, que, más que enriquecer el debate, sólo entorpecen la negociación.

¿O no quedarían mejor con sus militantes —y los que no lo son— al bombardear con información útil para que cualquier ciudadano que lo deseé —porque ese también es otro tema— pueda enterarse de lo que pase en el Congreso?

Son el PRD y su eterna estrategia de la consigna y la movilización, un esquema que se ha agotado desde hace mucho tiempo y no sólo a ellos, sino a todos los grupos que la utilizan, pero a la que siguen aferrados como el último y más socorrido instrumento para mostrar una postura política que no llega a entenderse como argumento, porque termina siendo sólo un escaparate para los mismos grupos que lo organizan; uno con el que esperan mostrar músculo político y mediático y que les sirva para intimidar a los grupos opositores.

Qué irónico resulta que un grupo político que exige debates y discusiones con respecto a un tema decida boicotear la mesa en la que deben darse estas negociaciones. El PRD no quiere un acuerdo; al parecer, está decidido a truncar cualquier intención que vaya contra la política que dicen representar. No quieren una forma para una consulta donde la gente dé su opinión, sino una que respalde lo que buscan lograr. No quieren un debate, quieren retrasarlo o entorpecerlo lo más posible. Y todo esto es una evidente consecuencia de no haber logrado en sus primeros 25 años una renovación generacional que los motive y los lleve a hacer política de una forma distinta a la que han hecho desde su fundación.

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