En la década de los 80, México vivió uno de los accidentes nucleares más devastadores de su historia: el denominado Chernóbil mexicano, un desastre que, aunque bien documentado, nunca recibió el seguimiento necesario, dejando en la oscuridad los efectos a largo plazo en las víctimas.
¿Cómo ocurrió el Chernóbil mexicano?
El 25 de noviembre de 1977, el Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez adquirió una unidad de tratamiento con cobalto-60, un material radiactivo utilizado en tratamientos médicos. Lo que parecía una adquisición común, escondía un grave error: el permiso de importación nunca fue revisado ni autorizado por la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS), lo que ya indicaba el primer de los descuidos.
Sin personal capacitado para manejar el equipo, la unidad fue almacenada sin medidas de seguridad adecuadas, y seis años después, en 1983, un técnico de mantenimiento llamado Vicente Sotelo Alardín desarmó la unidad y extrajo el cilindro de cobalto-60 sin protección alguna. La peligrosidad del material radiactivo quedó inadvertida cuando, con la ayuda de un amigo, lo trasladaron en una pequeña camioneta con el propósito de venderlo como “chatarra”.
El desastroso error fue que el cilindro, que contenía más de 6,000 gránulos de cobalto-60, fue perforado durante el traslado. Así, el material radiactivo se dispersó en varias ubicaciones, desde la camioneta hasta el negocio al que lo vendieron, el Yonke Fénix, en Ciudad Juárez, y hasta las calles de la ciudad.
La propagación de la radiación
Lo que parecía ser un simple acto de venta de chatarra se transformó en una catástrofe que afectó a varias localidades del país. El cobalto-60 fue utilizado para fabricar 6,600 toneladas de varillas y 3,000 bases metálicas para mesas, materiales que terminaron contaminados. Las varillas radioactivas se comercializaron en 17 estados de México, lo que provocó que diversas construcciones se vieran afectadas por la radiación.
El descubrimiento del desastre nuclear
El incidente fue descubierto por casualidad en enero de 1984, cuando autoridades estadounidenses detectaron un camión de carga con niveles elevados de radiación cerca del Laboratorio Nacional de Los Álamos. A partir de ahí, los expertos rastrearon la fuente del problema y descubrieron que el material radiactivo había sido vendido a empresas en Monterrey, Gómez Palacio y San Luis Potosí. También se hallaron rastros de cobalto-60 en la carretera que conecta Ciudad Juárez con Chihuahua.
El impacto y las consecuencias
Aunque se tomaron algunas medidas, como la demolición de 814 construcciones contaminadas, no se pudo rastrear por completo la dispersión del material. Se estima que unas 4,000 personas fueron expuestas a la radiación. La mayoría de ellos recibió dosis pequeñas, pero cinco personas sufrieron efectos graves que alteraron su calidad de vida. Entre ellos, los trabajadores del Yonke Fénix padecieron leucopenia, y algunos incluso mostraron marcas en sus extremidades.
A pesar de la gravedad del caso, no hubo un seguimiento adecuado por parte de las autoridades sanitarias de la época, lo que ha dejado en la incertidumbre los efectos a largo plazo de la exposición a la radiación. El número exacto de víctimas sigue siendo desconocido, y hasta hoy se desconoce el alcance real del daño provocado por el “Chernóbil mexicano”.
Un recordatorio de la falta de control y prevención
El accidente en Ciudad Juárez pone de manifiesto una vez más los riesgos de la negligencia y la falta de control en el manejo de materiales peligrosos. A pesar de ser uno de los desastres más importantes de la historia reciente de México, el “Chernóbil mexicano” permanece en gran parte como un episodio olvidado, dejando un saldo incierto de víctimas y un recordatorio de la importancia de la seguridad nuclear.