Además de albañil, José Oliva era carpintero y plomero. Conoció a los Ibarra Piedra cuando llegaron a la colonia Altavista, que por entonces era la periferia de Monterrey. Aquel “milusos” se ganó a la familia, incluso “llevaba a los partidos de futbol, al Estadio Tecnológico, a Jesús, el hijo de doña Rosario”. Pero todo cambió el 18 de abril de 1975, cuando Jesús ya tenía 21 años y desapareció.
Jesús vivía en la clandestinidad, se le acusaba de pertenecer a la Liga Comunista 23 de Septiembre. Su madre decidió dejar la capital regia y venir a la Ciudad de México para investigar la desaparición de su hijo y exigir justicia. Junto con el caso de otros desaparecidos fundó en 1977 el Comité ¡Eureka!, que documentó la sistemática desaparición forzada por parte del Estado mexicano.
EXCELSIOR