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El Baldón: ¡Que se maten entre ellos!

Superiberia

Platicando sobre la cantidad de jóvenes cuyas vidas fueron segadas por asuntos de narcotráfico, escuché a una persona decir “mientras se maten entre ellos, ¡qué bueno!”. Esa postura me hizo reflexionar, respecto de la simpleza con la cual vemos los problemas los mexicanos. La postura de quien me dijo eso es simple, si son malos, mejor que se exterminen entre ellos. Postura por cierto nada cristiana en un país en el cual el catolicismo y las denominaciones cristianas dominan el panorama religioso. 

 Pensé en principio que nadie debe alegrarse por el sufrimiento ajeno, y hay muchas familias que han perdido a sus jóvenes. Jóvenes que quizá las mismas familias y la sociedad no supieron guiar por otra ruta diferente de esa tan arriesgada. Ya la prueba es muy clara. Hay narcotráfico en todos los países del mundo, sin embargo, la violencia que conlleva en México, no tiene parangón. 

 Cierto que la responsabilidad primera de aquellos que escogen el sendero del crimen es de ellos mismos. Sin embargo, hay una responsabilidad familiar, y sobre todo una responsabilidad colectiva, ante una situación económica desesperante y ante la absoluta falta de oportunidades para desarrollarse productivamente. Cierto también que muchos jóvenes caminan hacia la economía informal, y no hacia el crimen. Pero la propia situación social, la cultura en México, definida como una idea nacional sobre cómo deben ser las cosas, y el actuar de los mexicanos, nos llevan también a crear un ambiente propicio para el desarrollo de todo lo que hoy padecemos.

 La impunidad con la que se vive en el país es denigrante. La cultura de la transa y el robo, de la corrupción y el abuso tanto en el gobierno como en la sociedad alientan comportamientos antisociales. En nuestro medio se premia socialmente el éxito económico, sin diferenciar los métodos para haberlo logrado, de tal manera que al no existir condena social ante comportamientos que atenten a la propia convivencia social, las conductas atípicas se convierten en conductas naturales y aceptadas socialmente. 

 Hoy nos quejamos de secuestros, de robos, de asaltos, de abusos de autoridad, de impunidad, de corrupción, de malos servicios públicos, de pésimas construcciones de calles, carreteras y cualquier cosa que haga el Gobierno en sus tres niveles, de falta de administración y procuración de justicia, de temor ante fuerzas policiales, etc., sin embargo, tenemos que recordar que México es nuestro y nosotros somos responsables de que las cosas se deterioren día con día, pues hemos dejado que nuestra sociedad y nuestras instituciones se pudran cada vez más. Nuestra apatía, y nuestra falta de valor civil han propiciado un ambiente favorecedor y entusiasta ante actos ilegales de cualquier tipo. Para poner en palabras de un joven lo que sucede en México, transcribo lo que dijo: “En este país sólo a los malos les va bien” y por malos no se refería a mafiosos, se refería a personas en general que violan las leyes… 

 A pesar del mal que pudieran haber hecho a sus semejantes, no es correcto alegrarse por la muerte de nadie, y mucho menos cuando aún en una pequeña parte, somos responsables de ella, por el simple pecado de omisión. Habrá que ver hasta cuando aguantamos el deterioro social. Hasta cuando permitimos que el Gobierno no cumpla con sus obligaciones ni con las leyes. Hasta cuándo seguimos celebrando el éxito económico a cualquier precio. Hasta cuándo permitimos que México no otorgue oportunidades a los mexicanos. Hasta cuándo diremos un hasta aquí al baño de sangre. No lo sé, pues la capacidad de adaptación es infinita, pero espero que sea pronto. 

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