Por: José Miguel Cobián / columnista
En realidad debería llamarse el artículo adiós a los empleados y funcionarios de la secretaría de hacienda que fueron despedidos el jueves 20 de diciembre, sin embargo el mayor impacto lo causó el despido masivo de una cantidad importante de auditores fiscales federales.
Toda mi vida laboral he trabajado como contador público. Conocí la corrupción en la secretaría de hacienda desde los años 80´s del siglo pasado, en que para hacer un trámite tenías que dar una mordida a quien te atendía, pues en caso de no entregarla, simplemente tu trámite no avanzaba.
Más adelante enfrentamos la corrupción principalmente en el área de devoluciones fiscales, dónde nos cobraban a los contadores públicos un porcentaje para otorgar una devolución a nuestros clientes, legítima y totalmente legal. Siempre tuvimos la opción de pelear en tribunales, pero eso era muy tardado y costaba dinero, que el cliente prefería entregar como gratificación para acelerar el trámite.
En más de una ocasión viví acusaciones falsas por parte de la autoridad para alguno de mis clientes, literales persecuciones con todo el peso de la ley, llegando incluso a promover detenciones ilegales ya que no habíamos querido aportar los recursos con los que la autoridad fiscal nos quería chantajear. Uno de mis clientes tuvo que vivir dos años fuera del País, mientras armábamos su defensa, incluso llegando a presentar denuncias en la procuraduría fiscal federal, mismas que resultaron todas en sentencias a nuestro favor.
Sufrí en carne propia la persecución fiscal de un subsecretario de ingresos estatal, indignado porque le reclamé abusos de su departamento de auditoría, y su falta de atención a los contribuyentes, pues se la vivía pegado al gobernador en turno. Haciendo méritos en lugar de hacer su trabajo. Al final o acababa muy mal la cosa o acababa bien… acabó bien.
No faltaba la oportunidad de que llegaran los auditores a una tienda comercial mediana y con aires de gran señor dijeran cosas como ¨esta tienda me gusta para $75,000.00 para el fisco, y otro tanto para nosotros¨. Cuando se reclamaba, afirmaban que venía la orden de más arriba y cuando hablaba con su jefa, negaba rotundamente que ella los hubiera mandado a extorsionar.
Así una y otra vez, con raras y muy honrosas excepciones, en que me topaba con auditores muy decentes, que aplicaban la ley a rajatabla, pero no abusaban ni inventaban con el fin de recaudar o extorsionar. De hecho yo me hice contador en realidad no en la universidad, sino en las primeras auditorías que sufrí, en las que aprendí muchísimo del jefe de auditores, y a quien siempre le estaré agradecido. Cuando la autoridad requería recursos, no faltaba el jefe de auditoría que se excedía en sus funciones, e incluso teníamos que acudir a PRODECON, para que les indicara que estaban abusando, sin embargo, los odios y la envidia siempre salían a flote… En más de una ocasión en asuntos en los que teníamos la razón completamente, algún auditor o auditora, se acercaba en reunión privada con el contribuyente, y le metía miedo en la cabeza, lo asustaba a tal grado que terminaba pagando lo que no debía o entregando una mordida innecesaria, pues estaba bien.
Más de una ocasión algún cliente o amigo me daba una lección de vida. En una ocasión una persona me dijo que cada año daba un millón de pesos de mordida a un funcionario del SAT, a cambio de que le hicieran auditoría a su empresa y pasara limpia. Le salía muy barato, considerando el nivel de evasión que tenía… Nunca lo pude comprobar, pero jamás dudé de que fuera verdad. Con los auditores fiscales pasaba lo mismo que con los que revisan en el ORFIS, son muy estrictos con algunos y muy laxos con otros. Yo sabía de dictaminadores que entregaban el cuadernillo de dictamen a sus clientes para que ellos lo llenaran, sin haber realizado la mínima revisión, y así, tenían una cantidad inmensa de clientes, lo que les permitía entregar su respectivo moche al administrador de auditoría fiscal en turno y así todos ganaban sin trabajar, mientras los contadores que sí dictaminamos haciendo nuestro trabajo, no podíamos competir con los precios y sobre todo con garantizar cero sanciones a nuestros clientes, pues incluso nosotros en el dictamen determinábamos diferencias a pagar.
México ha sido el país de la simulación. En una ocasión reclamé a un administrador de recaudación, a quien yo admiraba mucho, el por qué de realizar actos ilegales por parte de la autoridad para recaudar más. Su respuesta me dejó mudo: ¨Porque muy pocos se defienden y así aumentamos la recaudación¨. Una y otra vez, la autoridad federal y la estatal recaudaban aplicando métodos ilegales y arbitrarios, y no se diga los abusos y prepotencia de sus integrantes.
A veces fue tanta la desesperación que integré expedientes, en una ocasión en contra de un administrador jurídico y en otra ocasión en contra de una administradora de auditoría. En ambos casos, después de la denuncia perdieron su trabajo. Sólo que el tiempo y esfuerzo para lograr armar un expediente de pruebas, fueron exagerados, y uno tiene que trabajar.
Hoy nos enteramos de que muchos buenos funcionarios están fuera del SAT. Por ellos hay tristeza en nuestros corazones de contadores, pues fueron adversarios dignos y honestos. En el caso de los malandrines que pululaban en las diversas oficinas, ellos jamás tuvieron nuestro respeto ni admiración, al contrario siempre nos expresamos de ellos con desprecio, mismo que hoy comenzarán a sentir con mayor fuerza cuando se acerquen a la iniciativa privada a buscar trabajo, y sientan el rechazo generalizado.
Para terminar amable lector, te cuento que recibí un mensaje de un amigo que llegó a tener una pequeña constructora, pero que fue extorsionado y no supo defenderse correctamente. Eso acabó con su patrimonio y hoy, curiosamente se dedica al servicio público. Pues a este amigo, el auditor que logró que perdiera su patrimonio le llamó, para pedirle trabajo, porque lo acaban de despedir. Mi amigo me comenta que en caso de tener la constructora, probablemente le hubiera podido ayudar, pero como el propio solicitante fue quien años atrás logró destruir ese proyecto, hoy no hay nada, ni para quien solicita, ni para el antiguo dueño.
La vida da muchas vueltas y la memoria siempre es fresca. Jamás se olvida a quien le ha causado un mal, y si es de buena sangre, tampoco se olvida quien le ha hecho a uno un bien.
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