Por: José Miguel Cobián / columnista
Siempre que salgo de vacaciones trato de hablar con la gente local para conocer cómo viven. Hoy sufrí al escuchar a uno de los empleados del bar, en el hotel en el que logré conseguir un espacio en mi tiempo compartido en la Riviera Maya. Te cuento para que te indignes como yo y sepas cómo tratan a nuestros compatriotas.
Todo comenzó con que quise aprovechar la hora feliz, pues la bebida más barata cuesta ciento cuarenta y cinco pesos y es un “daikiri” de sabores, mezclados con dos onzas de ron Bacardí blanco. Preferí esa bebida porque el día anterior pedimos mi esposa y yo un cocktel con vodka y nos lo hicieron con uno que cuesta ochenta pesos la botella. Así que pensando en la seguridad de mi hígado preferí el licor Premium, que representa el bacacha blanco.
Preguntando sobre las propinas me entero de que ya están incluidas en el precio, pero resulta que de ese quince por ciento de propina que nos cobran, el siete por ciento se reparte entre los meseros y el ocho por ciento restante se lo lleva el hotel. ¡De la propina! ¡Abusivos a morir…! y eso es apenas el comienzo. Porque si algún gringo se emborracha y luego no quiere reconocer la cuenta, entonces la tiene que pagar el cantinero, ¡Aunque el gringo sí la haya consumido! ¡O el mexicano! Que también los hay. Y eso a pesar de que en el bar hay cámaras vigilando las 24 horas del día y también auditores vigilando la operación de este bar, de todos los del hotel y de todos los restaurantes.
Resulta que además de ser carísimos los alimentos y las bebidas, si alguien rechaza una bebida o un platillo, se lo cobran a su personal a precio de venta. Ojo, cabe resaltar que muchos propietarios de hoteles son mexicanos, así que ni siquiera podemos acusar a los extranjeros de venir a explotar al mexicano, pues son los mismos mexicanos los que abusan.
El colmo fue cuando platicamos de las elecciones. Me comenta el entrevistado (que no sabía que estaba en una entrevista) que tiene que sacarle foto a su voto, y como su Sindicato está afiliado al PRI, si no muestra la foto de su voto a favor de ese partido, entonces pierde la plaza, pues el Sindicato solicita que lo despidan y por contrato está obligado el hotel a hacerlo sin indemnización.
Aprovechando las reformas a la Ley Federal del Trabajo, además de tener salarios de hambre en una zona cara como es esta, también sufren de la terminación periódica de su contrato. Como los hoteles ya saben qué temporada el turismo no viene, eso provoca que los meses de menos ocupación los trabajadores pierdan sus empleos. No crea usted que les dan vacaciones con salario reducido. ¡No, eso no! ¡La casa jamás pierde! Simplemente los corren, hasta que hay ocupación suficiente para volverlos a contratar.
También sufren penas económicas si no cumplen con los protocolos de atención al cliente, mismos que establece el propio empleador a su gusto. Y para vigilar que se cumplan, envía a sus auditores disfrazados de clientes, para observar el desempeño de sus propios trabajadores.
Me platicaba que cada botella tiene que rendir cierta cantidad de tragos, y si por error, resulta que el último trago es de menos de dos onzas, entonces esa última copa también se la cobran a quien sirve los tragos.
Con todo lo anterior me queda claro que los hoteles ganan en todo, incluso en la explotación de sus propios empleados. Los administradores hacen un presupuesto, definen cuánto le van a ganar a cada botella, que por cierto se paga con el primer trago que de ella sirvan, y si lo paga el cliente o el empleado, eso es irrelevante. Además es el gran negocio, pues los precios están todos en dólares, pero como si estuviera uno hospedado en uno de los mejores hoteles de la unión americana. Todo carísimo. Por poner un ejemplo, tres panuchos bien servidos cuestan ciento ochenta y cinco pesos. Una cerveza cuesta ochenta pesos, siempre y cuando no sea artesanal, porque esas cuestan ciento cuarenta pesos.
Me queda claro que estos hoteles son para gente muy rica o para extranjeros, a quienes por cierto se les hacen un poquito caros, pero no demasiado. Sin embargo, lo que más indigna es que con la complicidad de las autoridades, de los propios líderes sindicales y de los dueños de los hoteles, en lugar de generar riqueza en los lugares donde se instalan, estos grandes negocios lo son para los propietarios, mientras que los mexicanos que proporcionan los servicios, su cara amable, y todo el trabajo de atención al turismo, son tratados de la peor manera, con miles de reglas, con salarios muy bajos y con abusos.
No sé que me indigna más, si que les quiten parte de sus propinas, o que los obliguen a votar por un partido político. Por cierto, como el Gobierno es panista, ya hay sindicatos afiliados a este partido y el juego es el mismo. Entregar foto del voto, y si no se vota por el PAN pierden su trabajo.
Que tristeza que nos cuenten que las reformas estructurales han servido para hacer más competitivo al País, cuando en realidad han servido para abusar o saquear aún más al País. Cada día que pasa más me convenzo de que las oligarquías trabajan de común acuerdo para abusar del resto de los mexicanos.
¡Urge un cambio de rumbo! Si tienes conciencia, seguro que lucharás por ese cambio en las urnas.
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