Por: Andrés Timoteo / columnista
No lo necesitaba la señora Rosario Piedra Ibarra, pero a diferencia de lo que se esperaba ella misma avaló el chanchullo y le hizo comparsa. Su nombramiento como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) fue todo un cochinero en la que los senadores de Morena usaron la práctica mapachil más representativa del viejo priismo: ‘embarazar’ la urna con votos marcados y alterar la contabilidad de sufragantes.
Su toma de protesta en el Senado fue también un desgarriate con gritos, empujones, pancartas de repudio hasta un senador, el panista Gustavo Madero, derribado por dos gruesas y feroces legisladoras morenistas. Vaya, hasta recordó cuando Felipe Calderón rindió protesta como presidente en el 2006 y los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador lo querían impedir por medio de la fuerza. El tiempo regresa las cosas, solo que con actores trastocados.
Por su elección dudosa, Calderón nunca se sacudió el calificativo de espurio y el mismo escapulario le cuelga ahora a Piedra Ibarra, quien, a diferencia de su madre, la señora Rosario Ibarra de Piedra, antepuso la militancia y el arrebato del poder a la mesura y la inteligencia. Hay que recordar que doña Rosario Ibarra fue galardonada recientemente con la medalla “Belisario Domínguez” en el mismo Senado.
La activista no acudió a recoger la presea, sino que, a través de sus hijas, la puso en custodia de López Obrador para que se la entregara cuando hiciera justicia a los desparecidos. Una acción sutil y fina para obligarlo a cumplir con las víctimas. La hija no salió con las mismas agallas y se prestó a la imposición burda a pesar del daño que le hace a la propia CNDH porque sus decisiones estarán bajo tela de juicio.
Será tasada de espuria, pero además de ser una ombudsman “carnala”, a fin al Gobierno federal y eso no lo podrá evitar ni usando de nueva cuenta el prestigio de su progenitora como lo hizo ahora. Por supuesto, es lamentable que Piedra Ibarra no haya atendido la sugerencia de los colectivos de búsqueda de desaparecidos para no asumir la presidencia de la CNDH hasta que se repusiera el proceso electivo y su designación no tuviera la sombra de la componenda. Lástima de personaje.
En Veracruz padece algo peor, la permanencia de la duartista Namiko Matzumoto al frente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), una de las vividoras más obvias y descaradas del régimen anterior. ¿De qué han servido sus recomendaciones? De poco, sólo para beneficiar a los duartistas que estaban en prisión y que ahora andan libres por las calles o reposan en sus mansiones como si nada hubieran hecho.