Cd. de México.- “Muchos padres creen que sus hijos no toman o si toman no se emborrachan o si se emborrachan no hacen nada malo…”. Los fundadores de la entidad Protege tu Corazón -Juan Francisco Vélez y María Luisa Estrada- parten de su experiencia para explicar en este artículo, todo lo que encierra el consumo de alcohol en los hijos menores.
Después de impartir un taller sobre el alcohol, Helena, una madre acongojada nos contó lo siguiente: “Mi hija se volvió alcohólica… Tres muchachos empezaron a invitarla a fiestas y muy rápidamente no dejaba de pedirnos permiso para salir, cuando antes no le interesaba nada. Empezamos a notar que la bebida le cogía ventaja, igual que a sus amigos. Después de un tiempo aceptó recibir ayuda profesional para salir del problema, pero no ha resultado fácil porque se la pasa entre la sobriedad y las recaídas. Ojalá los papás supiéramos de antemano si un hijo tiene probabilidades de caer en esto para poderlo evitar”.
¿Será que mi hijo también?
Esta situación es más común de lo que se piensa. Muchos padres creen que sus hijos no toman o si toman no se emborrachan o si se emborrachan no hacen nada malo… Son padres ingenuos que creen que los hijos de los demás son los que hacen tonterías. Sin embargo, aunque no todos toman ni todos se emborrachan, algunos son más vulnerables que otros y tu hijo puede ser uno de ellos.
A Helena le hubiera resultado muy útil conocer previamente estos factores de riesgo que predisponen con más fuerza al consumo de alcohol:
Genéticos: Un adolescente que tenga un pariente o un padre alcohólico, tiene un riesgo 4 veces mayor de desarrollar problemas con el alcohol, que otro sin este antecedente familiar.
Salud: Las dificultades con el alcohol con frecuencia “van de la mano” con problemas de salud, tales como: depresión, bipolaridad y ansiedad.
Personalidad:
Los adolescentes que recurren al alcohol para que se les faciliten las relaciones sociales, tienden a beber más que aquellos que no necesitan sentirse desinhibidos para conectar socialmente. Cuando piensan que el alcohol reduce el estrés, beberán cuando estén preocupados por algo.
Entorno: Influencia de familia o amigos. Un adolescente tiene mayor riesgo de problemas con el alcohol si lo encuentra disponible en su casa o entre sus amigos. Cuando en el ambiente social observa que la diversión se asocia con la bebida y la borrachera se considera socialmente aceptable.
Género: Los hombres tienen mayores probabilidades de beber grandes cantidades que las mujeres. Pero las mujeres llegan a la adicción consumiendo menores cantidades y en menos tiempo.
¡Que aprendan a beber conmigo!
En nuestros talleres dirigidos a padres con hijos adolescentes, solemos preguntar: ¿Estará bien que sus hijos empiecen a beber en casa? La mayoría de los padres responden que sí porque piensan que es una oportunidad de enseñarles a tomar, de observar cómo reaccionan, de detectar qué tal les cae el alcohol y de evitar que se sobrepasen. Estas ideas los animan a apoyar las fiestas de sus vástagos en casa con alcohol incluido, aunque estén actuando fuera de la Ley. Esta anécdota lo ilustra perfectamente.
“Mi hijo de 15 años llegó tomado después de una cena con motivo del Día de San Valentín. Le dimos el permiso muy tranquilos porque se trataba de una cena en casa de unos amigos. Pero resulta que las anfitrionas, otras niñas de su edad ayudadas por sus mamás, le ofrecieron vino a cada invitado, además de Jelly shots de vodka en forma de gelatina. En los primeros quince minutos una chica ya estaba borracha gracias a los ‘inofensivos’ Jelly shots”.
A pesar de que algunos papás apoyan el inicio en casa, nos ha sorprendido que la respuesta de los hijos a esta misma pregunta esté dividida. Unos responden que sí porque piensan que sus padres les van a enseñar a no excederse. Para otros, el argumento principal es contrario: si los papás nos invitan a tomar, aunque sea en la casa, sentimos que nos están dando permiso para tomar en cualquier parte. Y tienen razón. Lo confirman los estudios. Los adolescentes que tienen ‘permiso’ para beber en casa tienen mayor riesgo de beber fuera de casa y de desarrollar problemas serios. Por lo tanto los padres no deben patrocinar la bebida, ni dentro ni fuera de casa.
Si todos hemos bebido siendo jóvenes… ¿Cuál es el problema?
El alcohol siempre ha estado ahí. Los adolescentes del Siglo XXI no son los primeros ni los únicos que lo han tomado, pero preocupa que el inicio cada vez más precoz, entre los 12 y los 14 años, los perjudique más severamente en su desarrollo físico y mental.
Numerosas investigaciones realizadas en la última década sugieren que el cerebro termina su desarrollo a los 22 años y que el alcohol causa más daño a los cerebros adolescentes de lo que antes se pensaba. Los nuevos hallazgos han demolido la creencia de que la gente podía beber en exceso durante años sin hacerse ningún daño neurológico.
El alcohol afecta partes del cerebro que son esenciales para el control de los impulsos, la motivación y la fijación de metas.
Cuando se bebe a edades tempranas, el alcohol se encuentra con un cerebro tan sensible que debilita sus capacidades neurológicas para protegerse a sí mismo de la adicción.
El alcohol reduce la capacidad de inhibirse a cualquier edad. Al estar menos desarrollada entre adolescentes, el consumo los lleva a asumir mayores riesgos como la velocidad, las peleas, la actividad sexual, etc.
El efecto sedante del alcohol es menor en adolescentes por su enorme vitalidad. Esto los lleva a beber en exceso sin apenas perder control sobre sus movimientos a costa de intoxicar su cerebro.
Pensemos en un adulto que resulte arrestado por conducir ebrio y que termine cuatro días en la cárcel. Por su capacidad adulta de reflexión y sopesar consecuencias, es probable que reflexione: “La próxima vez no volveré a conducir borracho…” Si le sucede a un adolescente, es difícil que razone y decida de la misma manera.
Cuando se trata de mujeres, la cosa se empeora debido a que durante los últimos 15 años el número de bebedoras ha crecido casi el triple en comparación con el número de bebedores. Y la cuenta de cobro es más alta…
Las mujeres viven un proceso más acelerado de dependencia con el alcohol porque avanzan más rápido, desde el primer trago hasta el primer problema y por tanto a necesitar un tratamiento antes que los hombres.
El porcentaje de adolescentes dependientes en México pasó de 2.1% a 4.1% en la década comprendida entre 2002 y 2011, según la Encuesta Nacional de Adicciones. Entre los hombres, la dependencia se duplicó y entre mujeres se triplicó.
El primer trago: mientras más tarde, mejor
El director de una secundaria comenta con preocupación que los alumnos de tercero planean llevar al ‘prom’, un litro de alcohol por invitado. ¿Se imaginan lo que significa que unos muchachos de 15 años se beban un litro de alcohol en corto tiempo? Y mientras los papás actúan como si nada pasara…
Casi todos los papás, en teoría, piensan que lo ideal es que sus hijos respeten la edad legal, pero en la práctica patrocinan la bebida sin importarles las consecuencias legales. Varios trabajos de investigación concluyen que el momento de probar el alcohol parece decisivo a la hora de establecer el riesgo de alcoholismo.
Más temprano el inicio, más difícil llegar a parar.