El regreso de millones de menores, adolescentes, jóvenes y no tan jóvenes a las aulas, debiera ser motivo para reflexionar sobre qué, quiénes y cómo les enseñamos fuera de las escuelas para vivir con dignidad y superar los retos que en breve enfrentaran las próximas generaciones en México.
Ahora que está pasando la efervescencia de la discusión de la Reforma Energética, regresemos a las reflexiones en torno a la educación en nuestro país, pues de ello dependerá el éxito de la implementación de todas las reformas, en caso contrario, la desviación que generan los temas coyunturales ahogarán lo esencial y trascendental de la formación de nuestros hijos.
Algunos estudios revelan que en promedio se observa la programación televisiva de dos a cuatro horas diarias aproximadamente, y en varios segmentos de la población hasta seis horas; y similares promedios existen entre los usuarios de internet (principalmente en juegos y redes sociales), y aunque no pude encontrar el tiempo que utilizamos para leer y enviar mensajes por celular al día, el resultado podría ser sorprendentemente similar a los anteriores.
Las imágenes que recibimos a través de dichos medios tienen una influencia tal, que puede cambiar el rumbo de un país, de una trayectoria política de figuras relevantes, pero no ha podido forjar la actitud para transformar a México y generar el crecimiento económico que requiere.
En comparación con el tiempo que dedicamos a nuestros hijos, no sólo para que hagan su tarea escolar, sino para contribuir a su formación personal, debiera ser equilibrada y proporcional con el tiempo que ellos utilizan en la televisión, en el internet o mensajeando en el celular, sin que en ninguno de ellos complemente en forma positiva la educación que debiera dárseles en la escuela.
Debemos contribuir, desde el hogar, a la implementación de la Reforma Educativa, ya que en caso de que fracase dicha reforma, únicamente se generarán empleos de bajo nivel profesional para nuestros hijos y, peor aún, los retos que enfrentarán serán cada día más difíciles.
Los valores que pretendemos que tenga nuestra sociedad de respeto, honestidad, fortaleza, dedicación y todos aquellos con los que consideramos cotidianamente que le hace falta a quienes nos encontramos a cada paso en la calle, en el transporte, en el trabajo, en fin, en la cotidianidad de nuestras actividades, todos ellos comienzan en la formación que les brindamos a nuestros hijos en los hogares.
Los videoescándalos que estamos observando, así como la reacción de nuestra sociedad, son también reflejo de la sociedad que forjamos día a día y de la que tendremos en los próximos años; por ello, no es en vano estudiar, además de los modelos educativos de otros países, los valores predominantes en las sociedades que alcanzan los primeros lugares en las evaluaciones educativas a nivel internacional.
Para erradicar la corrupción que todos padecemos en los sectores público y privado, es necesario erradicar esa conducta desde nuestros hogares, y hacerla una causa común a nivel nacional, más allá de las campañas publicitarias sexenales que únicamente generan burocracia que no puede con una inercia social y negocios multimillonarios cuyos intereses la rebasan políticamente.
Que las historias de éxito de nuestros hijos, debido a la formación educativa sólida en las aulas, reforzada con la que les proporcionamos en los hogares, sustituyan los videoescándalos y sus respectivos memes.
*Abogado postulante