Emilio González Gómez
el buen tono
Ixhuatlancillo.- El pueblo indígena eligió darles la espalda a los niños, adolescentes y jóvenes adictos al PVC, la droga de los pobres. Son fantasmas para el Ayuntamiento. Sólo queda un vacío en el corazón de los padres que pierden a sus hijos atrapados en el mundo de las adicciones.
Madres indígenas exigen la instalación de un centro de rehabilitación para los estudiantes de Educación Básica que cayeron en el pozo profundo sin salida. Los días de los adictos al PVC pasan entre la muerte y alucinógenos, en medio de la pobreza y el abandono de la autoridad.
“Son como escuadrones de la muerte, niños de 12 y 15 años que adquieren en cinco pesos una mona, un trozo de papel higiénico impregnado con esa sustancia alucinógena, llamada droga de los pobres”, revela Juan X, encargado de un anexo para alcohólicos y drogadictos anónimos.
Latas en la carretera, por la parroquia, incluso en los bajos del Palacio Municipal, no hay ni siquiera que buscarlas; tampoco a los jóvenes que las usan para alucinar y, tal pareciera que su vida pronto llegará a su fin.
Al recorrer las calles de la cabecera municipal es fácil encontrar esos botes amarrillos de latón, vacíos y, que para los vecinos son sinónimo de muerte y desesperación, los cuales, de acuerdo con varios testimonios son vendidos a los niños, con la plena complicidad de quien gobierna Ixhuatlancillo.
Existen puntos de venta en el Centro, la gente conoce a los que venden el PVC a los niños y adolescentes que se drogan y mueren.
Madres de familia guardan periódicos de los suicidios de chavos. En la última década se cuentan más de 50. Recuerdan acudir a sus funerales, luego de que la droga destruyera su alma y cerebro.
Empiezan a inhalar a los ocho años, llegan a los 15 y, ya se perdieron. En una crisis buscan una cuerda y se ahorcan en el patio o el cuarto de sus padres, lo que es grave.