Helsinki.- En Finlandia hay mascarillas. Gracias a un acopio de material (médico, energético y alimentario) que el país nórdico lleva haciendo poco a poco desde la Guerra Fría en lugares secretos a lo largo y ancho del país, tampoco faltan respiradores, ni material quirúrgico, guantes o batas de protección. En tiempos de crisis, las existencias están ayudando a comprar tiempo en Finlandia, según las autoridades. El empeño en mantener a raya a los fantasmas de la ocupación rusa en el pasado ha hecho que el país nórdico se encuentre ahora preparado para poder afrontar la amenaza sanitaria.
Rusia, país con el que comparte una larguísima frontera de 1.300 kilómetros, ocupó el país nórdico en 1939. Ya con el telón de acero, los finlandeses quedaron del lado occidental, pero decidieron no formar parte de la Alianza Atlántica (OTAN), aunque están de facto alineados con ella. El país nórdico —en el que el servicio militar es obligatorio, al igual que en sus vecinos escandinavos y bálticos—, lleva décadas desarrollando y entrenándose en extensos planes de contingencia ante cualquier tipo de crisis; bélica, climática, informática e incluso sanitaria. Pese a que normalmente esos ejercicios militares estaban principalmente enfocados a una potencial invasión o injerencia de una fuerza extranjera —sin decirlo directamente se refieren al vecino ruso, al cual ven como una amenaza, sobre todo tras la anexión de la península de Crimea en 2014—, ha sido un virus el que finalmente ha activado toda esa maquinaria de supervivencia que llevaban cuidando con mimo desde hace más de 30 años.
“Hemos tomado una decisión histórica”, dijo Päivi Sillanaukee, directora general del Ministerio de Asuntos Sociales y Salud, el pasado 23 de marzo, cuando anunció que el Gobierno socialdemócrata recurriría a la infraestructura del Centro Nacional de Abastecimiento de Emergencia (NESA, por sus siglas en inglés) en esta crisis mientras se confinaba a la población para luchar contra la Covid-19. El país ha decidido abrir así por primera vez los almacenes del centro —lugares que se parecen a puntos de recogida de muebles de una conocida marca sueca, según las imágenes cedidas por ellos— para que a los más de cinco millones de habitantes (2.605 infectados por coronavirus y 42 fallecidos) no les falte lo básico durante la pandemia. Son tiempos de economía de guerra en la que algunos Gobiernos —como los de España, Italia y EE UU— han decretado la producción nacional del material que más escasea en el mercado global: respiradores, mascarillas, guantes. No es el caso finlandés. “NESA existe para ayudar a construir y mantener la resiliencia de la sociedad y la economía finlandesas”, describe el propio centro en su página web, en la que explica que cuenta con un presupuesto aproximado de 1.200 millones de euros. Se financia mayoritariamente de los impuestos a la energía.