Por Andrés Timoteo / columnista
DUARTE, MAL DE PUERCO
Las trasnochadas acusaciones -para desvelar lo que todos sabían- del exgobernador Javier Duarte de Ochoa forman parte de una estrategia mediática cuyo beneficiario no sólo es él mismo, sino el Gobierno del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. ¿Quién iba a decir que en la misma andanada verbal se revelaran acuerdos entre el corrupto exgobernante y la “Cuarta Transformación”, aunque en los dichos se nieguen?
El video que Duarte hizo público hace un par de días, grabado supuestamente poco antes de su detención en Guatemala el 15 de abril del 2017, lo dice a modo de atajar culpas. “Me obligarán a hacer alguna acusación o declaración en contra de persona alguna, llámense Andrés Manuel López Obrador o cualquier otra persona, es contra mi voluntad y es precisamente por el hecho de estar detenido el que lo haré”.
No lo obligaron a declarar su relación con el hoy ocupante de Palacio Nacional porque el expresidente Enrique Peña Nieto pactó previamente con el tabasqueño para una trasferencia del poder tersa y con garantías de impunidad. Sin embargo, Duarte sí era un arma electoral contra López Obrador -se dijo muchas veces- aunque no fue necesario activarla.
En las múltiples entrevistas que recientemente el exgobernante ha dado a diversos reporteros que fueron sus allegados, cuando tuvo poder exonera a López Obrador y al Gobernador en funciones de Veracruz negando haberlos financiado en los procesos electorales pasados. Lo ha hecho hasta sin necesidad de que se lo pregunten abiertamente por lo que aplica aquello de que, a justificación no pedida la culpabilidad es aceptada.
“No lo conozco”, afirma sobre Cuitláhuac García, pese al señalamiento del excandidato a la gubernatura en el 2016, Héctor Yunes Landa, sobre los encuentros entre ambos para el avituallamiento financiero en Casa Veracruz. Los vecinos del inmueble también han dado cuenta de ello.
Sin embargo, en algunas de las entrevistas Duarte sí confirmó que desde el Gobierno Estatal operó para hacer crecer al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) bajo el argumento de que Yunes Landa no se desplomara, aunque en realidad fue para tratar de detener al panista Miguel Ángel Yunes Linares en las elecciones del 2016. Ahí está otra confesión expresa.
También es expresa la permisibilidad del sistema penitenciario de la “Cuarta Transformación” para que Duarte tenga la exposición mediática, privilegio que no cualquier reo goza, a fin de acusar no sólo al expresidente Peña Nieto, sino a otros exfuncionarios de anterior gabinete como Alberto Elías Beltrán, encargado de la Fiscalía General de la República y al exsecretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Es, ahora, un arma mediática del morenismo que lleva doble trinchete. Una, enlodar a los exfuncionarios -corruptos de por sí- y dos, desvirtuar el proceso judicial a fin de intentar que algún tribunal o la misma Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) declare nulo todo el proceso por las irregularidades y acuerdos extrajudiciales, y que Duarte salga en libertad como él mismo lo ha anticipado.
Así se cumplen dos objetivos: embarrar mediáticamente a Peña Nieto al que López Obrador no puede embestir directamente por el pacto de impunidad que suscribió y buscar que Duarte sea excarcelado al desvirtuar el proceso judicial desde su inicio. Es el pago derivado del “inexistente” -según ellos- acuerdo entre el lopezobradorismo y el exgobernador veracruzano.
Los dichos de Duarte en estos días están llenos de impudicia no porque rebele acuerdos indebidos, sino por la osadía de auto llamarse “preso político”, restregar a la opinión pública que no robó ni estuvo ligado con el crimen organizado, eludir que su sexenio fue un periodo sangriento y hasta el decirse “orgulloso de haber actuado así”. Esas expresiones no agravian a los políticos y funcionarios, sino a todos los veracruzanos.
El nauseabundo exgobernante es la muestra del famoso “mal del puerco” en la política, ese mareo alcalino después de haberse dado un atracón con el erario y la sangre de la población. Hoy Duarte tiene el sueño del puerco al decirse -y sentirse- inocente de todo lo que cometió cuando en realidad es un ladrón voraz, un criminal sinvergüenza.
LA PIARA EN ESPERA
No hay que creerle, por supuesto, pero tampoco obviar sus delaciones porque son muestra de lo podrido que está el sistema judicial del País y también esa concupiscencia que hay entre el exGobernador con la llamada “Cuarta Transformación” que pretende excarcelarlo frente a todos. Hay que leer el fondo más que distraerse en el lodo esparcido.
La opinión pública tampoco debe pasar por alto que ante el descrédito que Duarte intenta hacer de la justicia federal, la última frontera para no dejarlo salir de prisión está en Veracruz, en los procesos abiertos por la Fiscalía General del Estado, especialmente los que lo involucran en la desaparición forzada de personas.
De ahí los afanes de los funcionarios estatales para remover al fiscal en funciones para sobreseer las carpetas de investigación que le impidan salir de prisión. Es evidente que a nivel local se ha fastidiado el plan de Duarte de Ochoa para salir de prisión en diciembre pasado, cuando iniciaron los gobiernos federal y estatal, pues sabe que sin poder meter mano en la Fiscalía estatal será detenido apenas ponga un pie fuera del Reclusorio Norte de la Ciudad de México.
“El puerco” está enojado, gruñendo, pues. Y el resto de la piara que devoró a Veracruz y durante casi seis años se revolcó en el lodo de la corrupción está a la expectativa. Agazapada, pero con la esperanza de que el cerdo más cochino salga avante para que ellos vayan por lo suyo, a declararse también inocentes para justificar lo robado -y lo matado- y disfrutarlo sin procesos judiciales pendientes. Ese es el trasfondo, nadie se equivoque. La zarria que avienta el corrupto Duarte es sólo lo de encima.