En sus giras propias de la época, en medio del paisaje diluvial, el gobernador del estado Javier Duarte, diligente, concentrado, en una actitud que interpreta fielmente los ademanes públicos del presidente de la República, Enrique Peña Nieto, contempla humanísticamente a una humilde familia campesina devastada por las aguas y les dice enfáticamente: “uno de los grandes retos de Veracruz es reubicar a las familias que viven en zonas de alto riesgo”, al tiempo que con gesto de preocupación, parece escuchar a un colaborador que le susurra al oído: “también al gobierno nos han llovido manifestaciones, enfrentamientos y caos”.
Con tanto problema, en el país y en el estado, ser objeto de crítica ya debería ser parte del oficio político, y hasta considerarlo como un componente básico del diálogo cotidiano con la sociedad.
La crítica es el lenguaje de la interlocución directa en un escenario en el que predominan las catástrofes naturales, políticas, económicas y delincuenciales, donde el discurso oficial pierde eficacia y sentido.
En vista de que las expresiones, comentarios y críticas hacia las figuras públicas en las redes sociales, y en algunos medios impresos, son francamente irreverentes y altisonantes, el funcionario o personaje popular que se ofenda por los comentarios satíricos hacia su persona o capacidad, pues simplemente se equivocó de profesión, porque queda claro que el cinismo es un complemento indispensable en la sobrevivencia de las figuras públicas. Por eso llegaron al poder. Con una pizca de sentido crítico, la mayoría de los que nos gobiernan ni siquiera soñarían con aceptar esa gran responsabilidad, pero puede más la ambición que el talento.
Lo que no hay que olvidar es que la crítica política tiene como objetivo central subrayar los límites del abuso, la ineficiencia o la tergiversación de funciones de los gobernantes, sus amigos, cómplices o familiares que los acompañan en su redituable aventura aderezada con actitudes impropias, megalomanías y veleidades que son detectadas con lupa por la despierta y sagaz opinión pública.
Observados psicológicamente, los personajes públicos pueden protestar, quejarse, hacer alguna llamada telefónica, redactar y hasta publicar cartas regañando, descalificando o fijando su posición desde las alturas de su cargo, pero finalmente, no insisten en demasía para no atizar al fuego, sabedores de que -a no ser que se trate de una campaña en contra muy dirigida e instruida desde arriba- es un mal sabor pasajero y no conviene despertar suspicacias de los mandos superiores que deciden su suerte y su destino, por lo que optan por disimular sus repentinos enojos ante la eventual andanada de críticas, y mejor se abocan a preparar su defensa y venganza en la impunidad de sus acciones y en la oscura compra de indulgencias, a fin de continuar en sus cargos sigilosamente intactos.
Pese a que en nuestro estado veracruzano a las autoridades gubernamentales les irrita hasta la desesperación que se hable del mal ambiente para el periodismo, en la reciente celebración del evento xalapeño “Hay Festival” sobraron los comentarios de los invitados sobre ese espinoso tema. El periodista y escritor salvadoreño Óscar Martínez, atizó que en México hay una falta de respeto a la profesión del periodismo, y que no se trata de crear un círculo vicioso entre políticos buenos y malos, sino de buscar el equilibrio, el lado humano, y esto incluye no sólo al periodista y a su fuente. Fue muy crudo y realista al señalar que “el periodismo debe meter al animal muerto en la cama, debe ser la sangre en el piso y la suciedad en el espejo, para que la gente no viva, ni duerma, como si no pasara nada a su alrededor, porque el objetivo del periodismo es intentar cambiar las cosas y para eso se debe tener la capacidad de hacer entender, sentir; de provocar indignación por lo que realmente sucede”.
Agregó que la violencia y la pérdida de valores que existen actualmente en la sociedad son el reflejo de autoridades corruptas y ligadas al crimen, y lamentablemente la ciudadanía se mantiene ajena a los problemas por indiferencia o ignorancia. Por eso son tan efectivos los distractores morbosos y los temas insustanciales.
Por su parte, el ganador del premio Pulitzer, Carl Bernstein, ese periodista norteamericano que publicó en 1972 el escándalo del espionaje telefónico en la Casa Blanca (Watergate), apuntó en el contexto del “Hay Festival” que intimida y aterroriza que en México se cuenten ya 50 periodistas asesinados -de los cuales 10 fueron en Veracruz- y espera que el gremio lance una voz unificada de protesta a través del ¿¿¿¿Comité para la Protección de Periodistas???? Al advertir que si protestas estás en riesgo, considera que ejercer la libertad de expresión es más peligroso en una ciudad, donde no te dejan hacer un trabajo de investigación para dar a conocer la verdad.
Dijo: “El Gobierno federal de México necesita comprometerse en este tema como una prioridad para que imponga su autoridad y su poder, porque al parecer lo que se busca es impedir la democracia, la libertad de expresión y la generación de información que desenmarañe lo que hay detrás de actos de corrupción”. Afirmó que el Gobierno en México está coludido con el crimen organizado -y más en algunos estados- para cometer el asesinato de periodistas. Una muestra clara es la cantidad de profesionales de la comunicación que han muerto de forma brutal y cuyos asesinatos no se han resuelto y selló: “si se sigue manteniendo este panorama en el estado mexicano es porque las autoridades y las instituciones políticas lo han permitido”.
Bernstein considera que: “Veracruz es uno de los lugares más peligrosos para ser periodista; yo escribí sobre los reporteros asesinados, aquí exponencialmente se asesina a más reporteros por las fuerzas de gobierno en coalición con los cárteles mismos, tan sólo hay que ver que hay más de 50 periodistas asesinados en México, 10 de ellos de esta tierra; aquí ya no se puede tener libertad de escribir sin que te disparen afuera”.
Este 5 de octubre cumplió dos años de fundado el periódico El Buen Tono, que se publica en Córdoba, Veracruz, un municipio entrañable para el gobernador del Estado de Veracruz. Al siguiente mes de su aparición diaria, para amanecer el 6 de noviembre de 2011, todo el mundo se enteró del incendio provocado al interior del edificio en la avenida Uno de esa ciudad.
Claramente, los videos del disco duro de las cámaras del periódico (que no se quemaron), muestran cómo llegaron en dos vehículos más de 10 hombres armados con AK 47 y tambos llenos de gasolina, entraron al local, sometieron al vigilante, comenzaron a rociar combustible y prender fuego a la redacción y oficinas administrativas, mientras el personal huía a la parte posterior de las instalaciones, donde se ubican los talleres y las rotativas.