Brasil.- Cuando se jugaba el minuto 63, las pantallas del Estadio Maracaná mostraron a un aficionado aparentemente dormido. Así de ameno había estado hasta entonces el partido entre las selecciones de Bélgica y Rusia.
Más allá del marcador, las jugadas de peligro fueron muy pocas. Menos aún para los dirigidos por Fabio Capello. Eso sí, el cuadro del técnico italiano tuvo pocas –al menos tres- pero muy claras y obviamente desperdiciadas.
Ni la juventud, ni la potencia física, ni el renombre de muchos jugadores de Bélgica, que protagonizan la mayoría el futbol inglés, logró hacer que el juego fuera más espectacular o efectivo.
Rusia, que había iniciado su participación en la Copa del Mundo con un empate 1-1 ante Corea, se dedicó a esperar un contragolpe que pocas veces llegó y cuando se presentó, nadie estuvo para acompañar a Oleg Shatov, el único jugador en punta.
Fueron los últimos ocho minutos de juego cuando Bélgica incrementó su ofensiva. A tres minutos del final del juego, Origi empujó por fin un centro que le envió Hazard desde el sector izquierdo. Aparentemente el desgaste ruso había sido tal, que los calambres comenzaron a mermar a varios jugadores.
Antes de que se definiera el juego, los rusos dejaron ir dos oportunidades claras de gol. La primera, al 43, cuando Alexander Kokorin echó por un lado un remate de cabeza que pareció a modo.
La segunda, en la parte final del encuentro cuando al 80’ Andrey Eshchenko mandó por un costado el balón en un disparo de media distancia que pasó rozando el poste.
El resultado le permitió clasificar a Bélgica a los Octavos de Final al acumular seis puntos gracias a sus dos victorias consecutivas. Capello y sus muchachos deberán ganar su próximo juego ante Argelia y esperar que la combinación de resultados les favorezca, si no quiere regresar a casa de inmediato.
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