Armando Regil Velasco
Columnista de El Economista
Ante las mentiras y argumentos a medias con los que los aspirantes y precandidatos a la Presidencia de la República pretenden distraer y confundir, como ciudadanos es nuestra responsabilidad decir lo que ellos callan.
López Obrador dice que él es la única persona que puede transformar a México porque es un hombre honesto. Ningún país de ningún tamaño se transforma por tener un gobernante que se considere iluminado.
Sus palabras son reflejo de su ignorancia profunda sobre cómo funciona el orden espontáneo de una sociedad donde los ciudadanos, entre más libres, pueden aspirar a mayor prosperidad siempre y cuando haya un sistema legal que respete, garantice y salvaguarde sus derechos y los contratos que entre unos y otros celebren. Esta debería de ser su prioridad.
En un país, donde la corrupción es un problema sistémico y profundamente arraigado en todos los niveles de la sociedad y del gobierno, es imposible pensar que basta llegar al poder y no robar para que con el ejemplo todos dejen de hacerlo. Se necesitan instituciones depuradas, mecanismos efectivos, candados reales, incentivos y contrapesos para empezar a generar un verdadero cambio sistémico. ¿Acaso la corrupción en el Gobierno de la Ciudad de México se acabó durante su administración? No sólo no la erradicó sino que estuvo rodeado de funcionarios envueltos en grandes escándalos. ¿Entonces?
Por cierto, su ejemplo de honestidad no fue suficiente para combatir las mafias que dominan a los vendedores ambulantes, a los taxis piratas o a tantos grupos que viven al margen de la ley. Pero se queja de la mafia del poder a quienes hoy perdona (si se arrepienten) mientras lo apoyen o incluso le den algo para la campaña.
Dentro de sus propuestas económicas y sociales hay todo tipo de falacias. Promete subir salarios y bajar precios (casi por decreto), dar acceso automático a las universidades a quienes no han podido estudiar, recontratar en el gobierno a quienes han sido despedidos injustamente (según su criterio) como los del SME. Una lista interminable de regalos, dádivas, subsidios y todo tipo de dinero gratis que no hacen sentido, pero sí mucho daño .
Según cálculos, para cumplir las promesas del decálogo que enumera en su libro 2018: La salida, decadencia y renacimiento de México se necesitarían $1,020’400,000,000 (un billón 20 mil 400 millones de pesos). Primero, no hay dinero regalado que alcance y segundo, el daño de intentar algo así es incalculable. El peligro para México es querer bajar el cielo a la tierra, pues siempre que esto se ha intentado la tierra termina convirtiéndose en un infierno.
Twitter: @armando_regil