México, D.F.- Su mirada reveló más que cualquier palabra. Ahí estaba con sus 11 años y una sonrisa estampada en el rostro, conquistando al público del Palacio de Bellas Artes. El “sueño” cumplido, a decir de su madre: presentarse en el escenario artístico más importante del país y triunfar, levantar al público de sus asientos, recibir una prolongada ovación y regresar al escenario obligada por los aplausos.
Las localidades para ver a Daniela Liebman se agotaron dos semanas antes. Afuera del recinto de mármol los revendedores ofrecían boletos de acceso mientras seguían llegando espectadores poco habituales a los conciertos de Bellas Artes: familias completas, acompañadas de sus hijos más pequeños. tudio, clases, clases y clases, después los conciertos vienen como un premio”.
Y Daniela Liebman recibió el presente totalmente, primero ejecutando el Concierto para piano y orquesta núm. 8 en Do Mayor, de Mozart y después con las cuatro veces que se vio obligada a regresar al escenario para seguir tocando.
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