En medio de la exuberante naturaleza de Indonesia, el volcán Kawah Ijen se alza como un impresionante espectáculo natural que oculta una peligrosa realidad. Su cráter alberga una laguna azul que, en combinación con los gases sulfurosos que emanan de su caldera, crea la ilusión de ríos de lava azul en la oscuridad de la noche.
Sin embargo, detrás de esta aparente belleza se esconde una peligrosa realidad. Los gases que emergen del Kawah Ijen, con temperaturas que alcanzan los 300ºC, son extremadamente tóxicos y corrosivos. Están cargados de ácido sulfúrico, lo que ha convertido a este volcán en una mina de azufre puro, una fuente de ingresos para los valientes mineros locales.
Cada día, estos mineros extraen grandes cantidades de azufre, hasta 90 kilos en algunas jornadas, que luego se utilizan en la producción de medicinas y otros productos. Sin embargo, este trabajo no está exento de peligros. La exposición constante a los gases y al ácido sulfúrico provoca graves problemas respiratorios, quemaduras en la piel y molestias en los ojos y mucosas.
A pesar de los riesgos, la minería en el Kawah Ijen es una realidad económica para muchas familias locales. El volcán, con su apariencia majestuosa y sus impresionantes efectos visuales, atrae a turistas y científicos por igual, quienes quedan maravillados por la singularidad de este lugar. Sin embargo, detrás de la belleza azul iridiscente del lago y los ríos de ‘fuego’ azul, se esconde una dura verdad sobre las condiciones de trabajo y los riesgos para la salud de quienes se aventuran en sus dominios.
El Kawah Ijen es un recordatorio impresionante de la belleza y la brutalidad de la naturaleza, un lugar donde el peligro y la maravilla se entrelazan en una danza mortal.