Por: Catón / columnista
Empezó la noche de bodas. El novio tomó por los hombros a su flamante mujercita y le preguntó solemne: “Dime, Susiflor: ¿soy yo el primer hombre con el que duermes?”. Exclamó ella desolada: “¿Qué? ¿Nos vamos a dormir?”… Babalucas regresó a su casa y le informó a su esposa: “Busqué en todas las papelerías, y ninguna tiene el papel para muerto que me encargaste”. “¡Ay, Baba! –suspiró la señora–. ¡Te dije ‘papel parafinado’!”… Avaricio Cenaoscuras, hombre ruin y cicatero, bebía una piña colada en el bar de playa de un hotel de Cancún. Lo vio alguien de su pueblo y le preguntó: “¿Qué andas haciendo por acá?”. Respondió Cenaoscuras: “Estoy de luna de miel”. Quiso saber el otro: “¿Y tu esposa?”. Contestó el cutre: “Se quedó en la casa. Me casé con viuda, y ella ya pasó por esto”… Confieso que estoy inquieto y desasosegado por la llegada de López Obrador a la Presidencia. Es natural: un cambio así es motivo de preocupación, y más cuando ese cambio se anuncia como radical. Sí me mortifica que me cambien de lugar la pluma que tengo sobre el escritorio, se entenderá que más me intranquiliza ver que mi País va a experimentar cambios de fondo. Y sin embargo, sé que México está urgido de cambios.
No puede ya seguir el estado de cosas en que hemos vivido todos estos años en que han reinado la corrupción, la impunidad y el desprecio a la Ley; en que una casta de políticos soberbios ha hecho del ejercicio del poder una ocasión de medro personal en que la pobreza aflige a millones de mexicanos, y la violencia criminal hace que la vida cotidiana en muchas comunidades sea aventura peligrosa. La irritación causada por todos esos males llevó al poder a López Obrador, y lo hizo en modo tan avasallador que ningún personaje de la vida pública moderna ha tenido la fuerza y el poder que él tiene ahora. Eso preocupa, claro, como preocupan también algunas de las medidas que ha dado a conocer: ésa de los coordinadores en los Estados –virreyes o procónsules se les llama ya–; ese propósito de someter a plebiscito o consulta popular cuestiones de gran complejidad. No obstante, suenan sinceros los llamados de AMLO a combatir la corrupción, a poner freno al despilfarro, a implantar en los actos de Gobierno una austeridad republicana. Entre el temor y la esperanza optemos por la esperanza, pero sin abandonar la actitud crítica del ciudadano alerta, presto a denunciar cualquier exceso y a advertir los riesgos que entraña la concentración de todo el poder en un solo hombre. Guardemos, pues, una esperanza cautelosa. Don de juventud es la esperanza, y la cautela fruto de los años.
Esperemos que los cambios que se anuncian sean para bien, pero no renunciemos a nuestra condición de ciudadanos críticos y participativos… Lord Feebledick llegó a su casa después de la cacería de la zorra y sorprendió a su esposa, lady Loosebloomers, en apretado trance de fornicio con Wellh Ung, el encargado de la cría de faisanes. “¡Descastado! –le gritó al toroso mancebo–. ¿Para esto te pago, mala bestia?”. “No, milord –respondió el gañán–. Milady le podrá informar que esto lo hago en forma completamente gratuita”… El juez le dijo al individuo: “Ahora que ha sido absuelto del cargo de bigamia puede usted irse a su casa”. Preguntó el tipo: “¿A cuál de las dos?”… Rosilí contrajo matrimonio. Al salir de la iglesia una tía suya la felicitó por su nueva vida. Le dijo: “Ahora que te has casado la tendrás más fácil”. “Sí, tía –contestó Rosilí bajando la voz–. Y más seguido”… La joven esposa se presentó con su vecina: “Soy Caperucita Roja de Feroz”. “¿De Feroz? –se sorprendió la otra–. ¿Qué no te comió el lobo?”. “No –respondió Caperucita–. En la versión impresa cambiaron una letra”… FIN.