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Democratura

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Los sucesos de Ucrania han puesto de manifiesto que la Guerra Fría todavía tiene vida en nuestro siglo XXI. El señor Putin lo está demostrando día a día y ha recibido múltiples críticas, una de ellas, quizá de las más severas, fue publicada la semana pasada en la revista francesa Le Nouvel Observateur, por el editorialista Laurent Joffrin, quien define al líder ruso como una persona salida de la KGB de la era soviética, sin escrúpulos, político brutal y calculador, que ha construido un régimen cerrado y corrupto, mezclando cínicamente la supuesta libertad formal con la opresión real, en una combinación de dictadura y democracia, bautizándola con un neologismo: la “democratura”.

Destituido el señor Víktor Yanukóvich del gobierno ucraniano debido a la inmensa corrupción mostrada, entre otros hechos, en sus lujosas villas, el señor Putin reaccionó, primero, protegiéndolo y, luego, haciendo una ofensiva en todos los campos, incluido el militar, para debilitar al gobierno provisional elegido por la Rada (parlamento) a cargo del señor Oleksandr Turchínov, quien por todos los medios ha mandado mensajes de que no quiere ninguna confrontación con el oso ruso.

Uno de los motivos centrales de la disputa se encuentra en Crimea, que hasta 1954 fue parte de Rusia y luego se traspasó a Ucrania. Resulta que en Crimea hay, además de una gran población ruso hablante, una de las bases navales más importantes de Rusia desde la época de los zares y acrecentada cuando la Unión Soviética existía. Por supuesto, los rusos no van a permitir que cambie su dominio en esa península, porque es parte de su “territorio”, si bien no de manera formal, sí de hecho.

Ante esto ni Europa ni Estados Unidos y menos China quieren presionar más allá de tomar medidas puramente simbólicas, como el hecho de suspender las negociaciones para su incorporación a la OCDE.

Las acciones de Rusia se incrementan por día, por ejemplo, otorgando decenas de pasaportes rusos a la población de Crimea con lo que, al convertirse en ciudadanos rusos, la constitución les garantiza “la defensa y el apoyo de sus ciudadanos fuera de su territorio”. También ha desplazado a militares sin identificación cerca de las bases navales y ahora ha anunciado operaciones militares en la frontera con Ucrania. Todas estas medidas están dirigidas a apoyar el supuesto referéndum, convocado en Crimea, al margen del gobierno de Ucrania, para mañana 16 de marzo, y desde ahora se puede asegurar que la propuesta de independencia de la península ganará la votación.

Parte de las mentiras del gobierno ruso ha consistido en difundir “manifestaciones” en Moscú, con pancartas de “no al fascismo en Ucrania” o, frente al parlamento en Crimea, de “Rusia protégenos del genocidio”. Este tipo de pancartas, que han sido ampliamente difundidas en toda Rusia, lo único que han provocado es la sorpresa en Ucrania y Crimea, pues hasta al día de hoy ningún ciudadano ruso, tártaro o que hable ruso ha sido molestado en lo más mínimo en dicho país.

Lo que estamos viendo es, simple y llanamente, la repartición de nuevo del mundo entre las potencias, ya sea mediante acuerdo o hechos reales como el descrito. La acción de la Unión Europea de acercarse a Ucrania como país independiente sencillamente no pasa por la aduana rusa. A Ucrania no le quedará más remedio que llegar a algún acuerdo con su vecino, porque ningún país va a ir en su ayuda, no sólo militar sino incluso económica, ya que su situación financiera es de total bancarrota debido al depuesto régimen.

En pleno siglo XXI contemplamos la evolución de la Guerra Fría hacia la aceptación de la “repartición” de países según los intereses de los más poderosos. La diferencia es que ahora ya no se trata solamente de Estados Unidos y Rusia, hay otros jugadores, como China e India, lo cual complicará la geopolítica en los próximos años con conflictos parecidos de pequeñas o medianas naciones que quieren ser de verdad independientes de vecinos poderosos.

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