El Carnaval brasileño ha vuelto, se confeccionan nuevamente los disfraces extravagantes y llenos de brillos. Los sones de samba reverberarán en el Sambódromo de Río hasta el amanecer. Cientos de fiestas estridentes inundarán las calles y el jolgorio animará económica y emocionalmente los barrios de trabajadores.
El año pasado, la pandemia de COVID-19 obligó a aplazar el Carnaval de Río por dos meses y aguó la diversión, de la que participaron sobre todo los locales. Este año, el Gobierno federal prevé que unos 46 millones de personas participarán de las festividades, que oficialmente se desarrollan del 17 al 22 de febrero. La cifra incluye a los visitantes a las ciudades que han convertido el Carnaval en una fiesta de repercusión mundial: Río, desde luego, pero también Salvador, Recife y últimamente también Sao Paulo.
“Declaro abierto el carnaval de la democracia”, afirmó este viernes el Rey Momo al recibir las llaves de la ciudad de Río de Janeiro, para dar inicio a la mayor fiesta del país y recordar que Brasil puede volver celebrar gracias al fracaso del intento de golpe de Estado del 8 de enero