Hace unos días, un grupo integrado por cuatro ex secretarios de Estado de diferentes gobiernos y partidos políticos; un escritor y una líder social, presentaron a la opinión pública una propuesta para “regularizar” y dejar de criminalizar el consumo de la mariguana.
Presentaron diversos enfoques con la idea de que esta hierba se transforme en un elemento de consumo legal y sujeto exclusivamente a la libertad individual.
Antes, la mariguana sólo se consumía en los estratos bajos y pobres del país. Sin embargo, su adopción por los sectores medios y ricos de Estados Unidos y su aparición como elemento propio de artistas de cine, músicos, pintores y personajes famosos; así como, la propia prohibición, generaron un consumo generalizado en distintos sectores sociales y de manera especial, dentro de la juventud.
La iniciativa ha motivado muchos comentarios en favor y en contra, inclusive, el jefe de Gobierno del DF Miguel Mancera, declaró estar dispuesto para abrir un debate profundo respecto del tema.
La razón fundamental que parece incentivar la adopción de medidas para “legalizar o despenalizar” el consumo decannabis, sin duda lo constituye la terrible violencia que desataron las medidas para erradicar su cultivo, distribución y tráfico, aplicadas durante la pasada administración y los miles de muertos que produjeron como saldo.
Hace años, el maestro don Raúl Cervantes Ahumada, sostenía que es imposible exterminar los vicios de la sociedad, puesto que son consubstanciales a la naturaleza humana. Que el gobierno tiene la obligación de tratar de controlarlos, combatirlos, acotarlos, pero: “Quien cree que puede y promete erradicar un mal social —apuntaba el doctor— debe ser un mesiánico, un ingenuo o un tonto”.
Las consideraciones a favor de su despenalización, argumentan que la mariguana es menos adictiva que el alcohol y el tabaco; que tiene un sinfín de usos medicinales; que el hombre es libre de consumir lo que su deseo le dicte; que su liberación reducirá las ganancias de los narcotraficantes; y muchas cosas más.
En contra de la propuesta, se han vertido también opiniones arguyendo que la mariguana genera adicción y —como tal— debe ser combatida; que disminuye la capacidad intelectual; que a los jóvenes les causa falta de motivación y deserción escolar; que su despenalización incrementará el consumo; entre otras razones interesantes.
Si la cannabis tiene tantos efectos medicinales positivos, la Secretaría de Salud debería convocar a los laboratorios serios que se interesen en su desarrollo terapéutico. Toda vez que está prohibido su cultivo en el país y su comercio contraviene acuerdos internacionales, se pueden otorgar permisos de importación de la hierba, para ser utilizada en los procesos de experimentación científica; y en caso de ser comprobados y comprobables sus efectos curativos, extender los permisos sanitarios para su industrialización legal.
En la actualidad, otras drogas duras —como la morfina y otros narcóticos controlados— se utilizan de manera rigurosa por los médicos, farmacias y laboratorios. Con ello, se cumpliría el proceso de despenalización, para los efectos terapéuticos que dicen posee la planta.
Ningún gobierno estatal ni el del DF tienen facultades para ampliar las cantidades permitidas para la posesión y consumo de la mariguana en proporciones mayores a las que ya autoriza la Ley General de Salud. Ello es potestad del Congreso de la Unión. Si lo que desean es que el narcomenudeo desaparezca como delito, para exentarse de su combate, me parece que es una medida limitada y demagógica.
Si la mariguana deja de ser negocio, ello no significa que los grupos delincuenciales que lo operan van a desaparecer, pues seguramente se especializarán en otras actividades y generarán enfrentamientos con otro tipo de mafias. El asunto amerita otras soluciones más profundas.