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Debate impostergable

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La violencia y la fuerza de los grupos criminales, los cárteles peligrosos, peligrosísimos, que han convertido gran parte del territorio de nuestro país en tierra de nadie. Un estado entero -Michoacán- es hoy el más claro ejemplo de lo que el poder criminal puede generar. Y en esto encontraríamos el mejor de los ejemplos para, ahora sí, finalmente, hablar en serio de las otras estrategias, de las que no se han querido siquiera poner o platicar al menos en la sobremesa.

Lo impostergable. Aquello que por años espantó y sigue espantando, está comenzando a tener más voces a favor, o al menos unas que ya lo nombran con todas sus letras. Voces cada vez más fuertes, de más peso y de todos los colores. La legalización de la mariguana ha levantado en el mundo decenas de debates. Ha confrontado y casi siempre le ha huido por un prejuicio que, dados los tiempos y condiciones, se ha hecho cada vez más pequeño, porque se va quedando sin sustento.

La mesa de discusión ocurrida hace un par de días, donde ex secretarios de los gobiernos de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, es uno de estos primeros pasos para pensar en serio sobre los beneficios que a nuestro país podría tener la legalización de la mariguana. Si el miedo está en que esto provoque una alza en la tasa de consumo, lo dijo ayer uno de los participantes, Juan Ramón de la Fuente, está registrado que en un principio sí hay un impacto, pero a largo plazo se reduce el consumo. A esto le podríamos sumar que, tal como sucedió en la Ciudad de México con las reformas que hicieron legal el matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto, la sociedad no se ha visto agredida con cambios negativos provocados por estas nuevas formas de respetar y registrar los derechos de todos.

“Hay un tema de libertades personales y de reconocer espacios de decisión a los individuos mayores de edad, sobre qué decisiones toman sobre su propia vida. Si estamos obligados a reconocer las opciones personales en términos de credo, preferencias sexuales, etc., por qué limitarles decisiones en relación al consumo de ciertas sustancias…”, me decía ayer, en la Segunda Emisión de Cadenatres Noticias, Fernando Gómez Mont, ex secretario de Gobernación y uno de los participantes en la mesa de diálogo a la que acudió Manuel Granados, el presidente de la Comisión de Gobierno de la ALDF, donde Miguel Mancera aseguró, hace unas semanas, que será la primera instancia pública donde se debatirá al respecto.

Claro, entendemos también que el consumo de la mariguana dista mucho de ser un derecho como los antes expuestos, pero en su favor están también las regulaciones que hacen posible que otras sustancias adictivas como el alcohol y el tabaco estén hoy al alcance en un estante de supermercado.

Y para quienes colocan más barreras que hagan imposible el debate, tenemos no sólo los ejemplos que hay en Estados Unidos, a los que se suma Illinois, que ya hizo legal el consumo del cannabis. Pero con más peso, desde ayer tenemos a Uruguay, donde por primera vez en un Estado latinoamericano se estará regulando el consumo y se permitirá la compra, venta y producción de la mariguana. Ahora sí, un ejemplo a la altura de nuestro país, ya no cabrá el argumento de que se le legaliza en el Primer Mundo. Y es que en Uruguay la consigna no fue legalizar para consumir, sino para hacer frente desde otro flanco a sus bandas de narcotráfico, que es justo la premisa que motiva que se hable de esto en México.

Hace tres años escribía en este mismo espacio: “La viabilidad de una posible legalización va más para el control que para el susto, como se imagina por reflejo. Las ideas van más para el sentido común que para el terror: la demanda de las drogas es inelástica, quien las consuma lo seguirá haciendo siendo ellas legales o no, la prohibición de algo jamás ha sido el obstáculo único y necesario para impedir que ese algo se lleve a cabo. La legalización implicaría el cobro de impuestos a vendedores y consumidores, lo que no sólo es una vía de control de compra-venta y de obtención de recursos, también una estrategia para lograr que la sangre deje de correr en las calles. 

Los narcos tendrían que sujetarse a estas medidas si es que quieren alargar su esperanza de vida y salvaguardar a sus familias y eso amagaría su modus operandi, que ya no podría ser el mismo que es ahora…”. Esto, porque muy entre dientes, Felipe Calderón mencionaba en ese entonces que, aunque no respaldaba, la legalización se convertiría en tema que de menos se tendría que discutir.

Pero él se fue de Los Pinos y, al igual que Ernesto Zedillo y Vicente Fox, de nuevo y más en serio, ha hablado al respecto. También porque el peso político que cargan ahora es mucho muy distinto a cuando son presidentes: “Porque hay inercias a las que se debe responder”, como me decía ayer Gómez Mont. 

Y sí, es cierto, se debe responder a los tiempos. Éstos exigen hoy que nos vayamos sacudiendo los prejuicios, ya no para dar por hecho de inmediato, pero al menos para hablar de la posibilidad; pros y contras de una legalización que a muchos asusta, pero que para otros parece impostergable. Y tan lejano -e imposible- que a muchos se les hacía el debate.

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