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DE UNO Y DOS BRAZOS

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 Por: Andrés Timoteo    /  columnista

Con su tradicional picardía, los jarochos desde hace años bautizaron a los parquímetros como “ladrones de un sólo brazo”, pues decían –y con sobrada razón- que eran unos aparatos colocados para robar a la ciudadanía. En el puerto de Veracruz llevan funcionado diez años en el centro histórico de la ciudad y efectivamente, han servido para el latrocinio. El negocio de fraccionar las calles y cobrar por el estacionamiento de automotores realiado por una empresa concesionaria Zeus Monitoreo Vial  -cuyos accionistas, al menos iniciales, fueron los propietarios de una empresa periodística de Córdoba- fue redondo.

La abusiva inmovilización de automóviles, el cobro de multas amañadas y el arrastre con grúas a los corralones ha generado muchos millones de pesos a los concesionarios, y al impresentable exgobernante de la fidelidad, pues la leyenda negra cuenta que es el socio principal de esa compañía que armó junto con los empresarios periodísticos y de un pariente que es notario público en Xalapa. La concesión a Zeus Monitoreo Vial fue por 15 años con la posibilidad de renovarla para alcanzar tres décadas, es decir, un negocio transexenal del innombrable con sus cómplices locales.

Pero también ha sido negocio para los últimos cuatro presidentes municipales –el panista Julen Rementería del Puerto –hoy candidato a Senador- en cuya administración se entregó la concesión a dicha firma, y los priistas Jon Rementería Sempé, quien es primo de su antecesor,  Carolina Gudiño y Ramón Poo- quienes manejaron oscuramente la parte del dinero que la empresa de parquímetros transfirió a las arcas municipales como parte del convenio para que el ayuntamiento se beneficiara de ese proyecto.

Se estableció que los recursos que recibiría la municipalidad serían  invertidos en el rescate y conservación del centro histórico de la ciudad. Pues nada pasó, los edificios porteños se caen a pedazos y el caso histórico está más que desatendido. El dinero recaudado por los parquímetros literalmente se lo embolsaron los ediles mencionados. El tema viene al caso por la polémica suscitada en Córdoba, luego de que  trascendió el manejo discrecional e indebido de los recursos que se recaudaron con los parquímetros instalados en algunas calles durante el cuatrienio que finalizó.

Lo que se advirtió en su momento, de que era un error instalar los parquímetros, porque sólo servirían para beneficiar a quienes los operan y manejan lo recaudado, se cumplió a cabalidad. Prueba de ello es que la administración de la alcaldesa, panista Leticia López Landero, ha señalado que el exalcalde Tomás Ríos Bernal, le ‘metió la mano al cajón’ de los dineros de esos parquímetros y uso 23 millones de pesos para supuestos rubros ajenos al fideicomiso. Palabras oficiales que adornan la sospecha generalizada: se habrían ‘birlado’ ese dinero.

El asunto de los parquímetros en Córdoba es algo así como la crónica de un chanchullo anunciado, usaron a los “ladrones de un sólo brazo” para dar tarascadas al dinero público, al menos es lo que parece. Por si fuera poco, el actual Gobierno está impedido, por las mismas normas del fideicomiso, para usar los fondos recaudados hasta no llegar a un tope establecido, algo que es absurdo pues el ayuntamiento no es un banco con depósitos repensando a largo plazo sino un ente de gobierno con obligaciones para con sus gobernados.

Los recursos de los parquímetros deberían ser usados para costear obra pública, mejoramiento vial y embellecimiento del centro histórico –vaya que hace falta- o para apuntalar programas sociales. Los dineros públicos no pueden estar almacenado a perpetuidad. Es un dislate por cualquier parte que se le vea y prueba de que el fideicomiso fue hecho con la intención de tener un ‘colchón’ financiero para darle un uso discrecional.

Pero como en todo asunto oficial, sólo hace falta que haya voluntad política para echar atrás ese fideicomiso leonino y reconfigurar el proyecto de los parquímetros, sobre todo si no hay involucrada alguna empresa privada y el propietario de los aparatos es el ayuntamiento. En fin, lo que son las cosas, este asunto de los parquímetros cordobeses se comprobaría que los “ladrones de un sólo brazo” son la tapadera de los “rateros de dos brazos” que estuvieron en la comuna.  ¿O no?

 

EL CASCABEL AL GATO

En esas volteretas que se dan en la política, donde a veces lo improbable se puede volver cosa común, el candidato de la coalición “Por México al Frente”, que conforman los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (PMC), Ricardo Anaya Cortés dijo lo que los mexicanos esperaban escuchar y lo que ninguno de los otros aspirantes presidenciales se ha atrevido a convertir en una propuesta de campaña: meter a la cárcel a actual mandatario, el priista Enrique Peña Nieto.

Aún más, en ninguna sucesión presidencial de la época reciente, ni siquiera en la de 1988 cuando el tricolor sufrió su primera derrota –aunque arrebató la silla presidencial- ni en la de 2006, cuando Vicente Fox ya era tan impopular, los candidatos opositores ofrecieron al electorado aplicarle la ley a los presidentes salientes y romper ese acuerdo no escrito de no tocarlos pese a las pillerías que hubiesen cometido.

Hoy lo hace Anaya Cortés, tal vez porque está bajo un claro acoso judicial ordenado desde Los Pinos, pero esa promesa de investigar a Peña Nieto a través de una fiscalía general independiente, una comisión de la verdad e incluso el apoyo de organizaciones internacionales que supervisen la pesquisa, adiciona un elemento que puede convertirse en un imán de votos.

El enojo popular es muy grande y el principal destinatario de ese “mal humor” colectivo es, precisamente, Peña Nieto y sus allegados –léase su esposa, la actriz Angélica Rivera y sus colaboradores más cercanos como Luis Videgaray, Aurelio Nuño, Gerardo Ruiz Esparza, entre otros-. Entonces, anunciar ellos irán a la cárcel es una oferta  apetecible –muy ‘vendible’ en el llamado marketing electoral- y Anaya es quien la ha puesto sobre la mesa.

Le ganó esa bandera al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, de quien se esperaba más que de otros por su posición de izquierda y candidato ‘antisistema’. Empero, López Obrador en ese pragmatismo rampante que ha abrazado ya hasta prometió el perdón anticipado a Peña Nieto y a otros malosos de la clase gobernante. Además, él y su Movimiento Regeneración Nacional (Morena) perdieron buena parte de la autoridad moral y política para presentar tal propuesta, porque se han nutrido de verdaderos pillos, esos que antes estaban en lo que llamaban la “mafia del poder”.

Lo máximo que el tabasqueño ha prometido a los mexicanos es que les quitará la pensión millonaria que gozan los expresidentes, con especial dedicatoria al guanajuatense Fox, pero de ahí en fuera no les molestará pese a que sobre ellos pesan acusaciones no sólo del saqueo del tesoro público y negocios millonarios por el tráfico de influencias sino también por haber cometidos crímenes de lesa humanidad.

Del priista José Antonio Meade ni siquiera se espera un algo de esa magnitud. Ese candidato está atrapado entre la “marca” PRI y la mala fama del propio Peña Nieto, de quien se niega a poner una distancia política, ni siquiera por instinto de sobrevivencia electoral. Ni una crítica ni un comentario hacia Los Pinos y su ocupante ha hecho, al contrario va contando historias de éxito y progreso que a los ciudadanos les parece más una burla que realidad.

De los tres, el panista Anaya Cortés se aventó a “ponerle el cascabel al gato”. Es la baraja que, se supone, exhibirá totalmente durante la campaña formal. Pero también es una carta de doble riesgo, ya que prometer cárcel para Peña Nieto puede elevar sus bonos, pero también el hostigamiento del mexiquense quien ya hizo a un lado las formas y el decoro para usar el aparato de Estado contra su detractor. Ya se verá si el panista sobrevive a la embestida oficial o si –con todo ese abuso de poder- lo sacan de la boleta electoral.

Lo cierto es que si logra llegar al 30 de marzo, cuando inicia formalmente la campaña electoral, esa promesa de encerrar en una prisión al actual presidente y a su camarilla haría que muchos se vuelquen a las casillas de votación. No hay que olvidar que en Veracruz la promesa de meter a la cárcel a Javier Duarte de Ochoa hizo que cientos de miles de ciudadanos votaran por Miguel Ángel Yunes Linares, incluyendo a los que no eran panistas ni perredistas.

Hay tanto agravio entre la población por los abusos de los facinerosos que ocupan cargos gubernamentales que todo aquel que ofrezca llevarlos ante un juez para que sean juzgados se convierte automáticamente en un polo de atracción para el sufragio popular –y especialmente para ese llamado “voto de castigo” y “voto útil”. Habrá que ver cómo evolucionan los ánimos, la valentía y las resistencias, pero históricamente ya se escribió un nuevo capítulo –al menos en propuesta- que es el anticipo de cárcel para quien hoy todavía goza de la vieja ortodoxia del presidencialismo absoluto.

 

MALA ESTRATEGIA

Hablando de Peña Nieto, éste visitará la entidad el próximo martes. Estará en una congregación de Perote para inaugurar una bodega de la paraestatal Diconsa y los 30 voceros que tiene el candidato priista a la gubernatura, José Yunes Zorrilla, pretenden hacer pasar ese evento como una especie de ¿‘espaldarazo’? o ¿reforzamiento?, hacia el peroteño en su a pretensión de llegar a Palacio de Gobierno. Tal estrategia de vender una mentira pudiera haber sido acertada en otros tiempo, pero ahora las gacetillas tejedoras de escenarios dulzones sólo provocan risa.

Tener como promotor electoral al presidente de la República más repudiado en la historia mexicana –sólo tiene el 20 por ciento de la aceptación popular- provoca más daño que beneficio al proyecto de Yunes Zorrilla. Ahora sí como dice el refrán: “¡No me ayudes compadre!” ¿A poco el peroteño cree que con la imagen de Peña Nieto logrará lo imposible: que repunte del tercer lugar que tiene en los sondeos demoscópicos? Al contrario, le aleja votos. El senador con licencia haría bien en detener el desafortunado ‘gacetilleo’ de sus voceros sin cartera y asesores sin oficio quienes solo le acercan mala publicidad.

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