Por: Catón / columnista
Rosibel, la linda secretaria de don Algón, le preguntó a su compañera Dulciflor: “Voy a enviarle una tarjeta de felicitación al jefe con motivo de su cumpleaños. ¿Cómo crees que debo firmarla: ‘Suya atentamente’ o ‘Suya cordialmente’?”. Sugirió Dulciflor: “¿Por qué no la firmas: ‘Suya frecuentemente’?”… Pinocho le contó a papá Gepetto que cuando tenía trato con mujeres ellas se quejaban, pues como estaba hecho de madera las astillas que tenía en cierta parte las rasguñaban. El carpintero le dijo que no se preocupara: bastaría con frotar su cierta parte con papel de lija suave. Así se acabaría el problema. Días después Gepetto le preguntó a su hijo: “¿Cómo te va ahora con las mujeres?”. “¿Mujeres? –respondió Pinocho-. ¿Quién necesita mujeres?”… El Peje por su boca muere. En días pasados el Grupo Reforma hizo una encuesta entre jóvenes con educación universitaria en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. El 45 por ciento de ellos manifestó su preferencia por Ricardo Anaya, y sólo el 21 –menos de la mitad– se inclinó por López Obrador. Al hablar de tal encuesta AMLO dijo a sus feligreses: “Hoy me dan ternura, ternurita, los del REFORMA, que sacan una encuesta cuchareada, porque REFORMA está ayudando a Anaya. Todo esto es normal cuando estamos en campaña y se les va a acabar la robadera”. Ayer, sin embargo, el mismo periódico Reforma dio a conocer los resultados de otra encuesta, ésta general y realizada en toda la República, en la cual el candidato de Morena aparece con amplísima ventaja sobre sus oponentes: 48 por ciento; 26 puntos por arriba de Anaya, su más cercano –si bien cada día más lejano- seguidor. Mi pregunta a López Obrador sería la siguiente: ¿también esa encuesta estuvo cuchareada? ¿Ahora el Grupo REFORMA lo está ayudando a él? Un Mesías nunca se baja a pedir una disculpa, pero ciertamente AMLO ya debió disculparse a estas alturas con los encuestadores, no sólo por el juicio temerario que hizo sobre su encuesta, sino también por las calumniosas frases con que lo acompañó. Queda claro, en efecto, que la segunda encuesta le tapó la boca, si es que tal tapadura es posible en tratándose del gárrulo aunque despacioso señor. He aquí una evidencia más que muestra que en López Obrador no siempre hay una conexión directa entre el módulo de pensamiento y el de expresión… Don Penino pasaba las de Caín y sufría las de Abel por causa de la reducida dimensión de su atributo varonil. Ese minimalismo lo apenaba particularmente cuando iba al baño de vapor del club, pues ahí los señores andaban en traje del papá de los arriba mencionados personajes bíblicos, o sea en traje de Adán, y le era imposible ocultar su indigencia, o disimularla. Una mañana don Penino fue al vapor, y sintió envidia no tan sana al observar a un lacertoso tipo que iba de un lado a otro del baño, seguramente para mostrar que la naturaleza lo había dotado con generosa prodigalidad. Lo vio el pobre don Penino y le dijo con admiración: “¡Caramba, amigo! Ahora me doy cuenta de que Marx tenía razón cuando habló de la injusta repartición de la riqueza. A usted le sobra lo que a mí me falta. Su parte de varón es magnífica, magnificente, y en cambio la mía me azara y avergüenza por su menguada dimensión. Lo felicito, y me compadezco yo”. Replicó el otro: “Permítame una pregunta quizá poco discreta: la suya ¿funciona?”. “Eso sí –contestó don Penino con un dejo de orgullo-. Funciona siempre, por lo cual le estoy infinitamente agradecido. Jamás mi partecita me ha hecho quedar mal. Nada menos anoche me hizo quedar bien dos veces en una hora”. Pidió el otro, suplicante: “¿Cambiamos?”… FIN.