¿
Sabías que Fulano es sodomita?”. Esa pregunta le hizo a Babalucas un amigo suyo. “¿Y qué?-respondió el tonto roque-. ¿No te agrada esa religión?”. Don Cucurulo, señor de cierta edad, cortejaba discretamente a la señorita Himenia, célibe de edad incierta. Ella lo invitó un día a su casa y le ofreció un piscolabis consistente, dijo, en “unas pastitas” -eran unas galletas marías- y una copita de rompope. “Disfrutaré las galleticas, amiga mía -manifestó el visitante-, pero seré cauteloso con el rompope, pues el alcohol suele provocar en mí ciertas audacias con las damas”. “Entonces permítame un momento, don Cucú -pidió la señorita Himenia-. Voy a cambiarle el rompope por una copa doble de un mezcal de pechuga que me trajo de Oaxaca una amiguita”. (Nota: el mezcal no hace buen maridaje con las galletas marías). Lincoln hablaba de un propietario rural que decía: “No es que ambicione yo tener toda la tierra. Quiero únicamente la que va colindando con la mía”. Hubo en la casa de mis padres una criada. Entiendo que ahora esa palabra, criada, es políticamente incorrecta -más de la mitad de los vocablos contenidos en el diccionario de la Academia son ahora políticamente incorrectos-, pero el término “criada” jamás fue despectivo, y menos aún peyorativo. Significaba que la persona se había criado en la casa, y era por tanto un miembro más de la familia. Goya, la criada a que me refiero, estuvo 70 años con nosotros. Llegó a la casa cuando tenía 13 y salió de ella -llorando y contra su voluntad- a los 83, pues sus hijos no quisieron que siguiera trabajando, por más que ya lo único que hacía era recordar. Un día Goya estaba leyendo el periódico, y exclamó llena de asombro: “¡No es posible!”. “¿Qué no es posible?” -le preguntó mi madre. Replicó ella: “Aquí dice que los testículos de Nixon llegan hasta la Argentina”. Vio mi mamá el periódico. “Los tentáculos, Goya; los tentáculos”. Fin.