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De política y cosas peores

Superiberia

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on Juan Tiguo y su mujer vieron una película sobre la arrebatada vida amorosa de don Juan. Le comentó la señora a su maduro cónyuge: “Tú eres solamente Juan”. “¿Por qué?” -se amoscó él. Explicó la doña: “Porque ya no tienes el don”…  Desde luego no soy el autor de la tesis que a continuación diré. Yo tengo sólo hipótesis, o sea incertidumbres, y con ellas he ido caminando por la vida como el funámbulo por la cuerda floja. Entiendo que la tal tesis la enunció Max Weber, y creo recordar que la idea la expuso también, no en términos sociológicos, sino literarios, el inglés Oliver Goldsmith en su sermoneadora novela “El vicario de Wakefield”, que leí en la época en que leía de todo. Según esa doctrina los países de religión protestante son más ricos y desarrollados que los de tradición católica. La causa de eso estriba en la distinta posición que guardan ambos credos en relación con el dinero. Mientras la ética protestante lo ve como premio que da Dios a quien trabaja tesoneramente, el catolicismo ha considerado al dinero con desprecio -”el estiércol del diablo”- y mira con suspicacia a la riqueza. Ese pensamiento contrario a los bienes materiales es entonces profundamente conservador. En cambio el protestantismo, que admira la riqueza y la considera recompensa justa al trabajo emprendedor del hombre, es doctrina progresista que da origen al progreso y bienestar de los pueblos. Eso dice Weber. Cuando AMLO critica a quienes viven en la Colonia del Valle o en las Lomas de la Ciudad de México asume una postura retrógrada, anacrónica. Resulta entonces que él es el conservador, y no quienes han trabajado por generaciones para poder vivir con dignidad. López Obrador querría que todos en México fuéramos pobres, pues en América Latina la pobreza es el mejor caldo de cultivo para la demagogia populista y la dominación de los pueblos. Yo pienso que el rico debe sentirse orgulloso de serlo si su riqueza deriva del trabajo honrado y de la inventiva creadora, y si la comparte en justicia con quienes le ayudaron a forjarla. El dinero no es cosa del demonio si no te esclaviza, si haces de él un útil criado que te ayuda a hacer cosas en bien tuyo, de tu familia, de tus trabajadores y de la comunidad. El dinero es la recompensa que recibes por lo que aportas a la sociedad. Mientras más aportas a ella, mayor recompensa recibes. La pobreza es bonita para hablar de ella, o para fotografiarla, pero no para sufrirla. Del dinero se expresa mal sólo el que no lo tiene. En fin, aspirar a vivir bien no entraña culpa. Esa equivocada idea la tienen solamente los conservadores. A veces la propaganda de los americanos en la Segunda Guerra llegaba a lo hiperbólico. La aviación yanqui dejaba caer en paracaídas sobre las tropas nazis, como por equivocación, cajas con condones. Cada preservativo medía 30
centímetros de largo y llevaba el letrero “Hecho para las tropas de Estados Unidos” y la inscripción “Tamaño mediano”. Eso intimidaba mucho a los soldados de Hitler, y fue causa —claro, junto con otros factores— de la caída de Berlín… Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. Su esposa sufrió una herida en la mejilla derecha, y el cirujano plástico tuvo que hacerle un trasplante de piel. Por diversas razones el facultativo se vio obligado a sacar la piel de una nalga de Capronio, con tan buena suerte que no hubo rechazo. Tiempo después la señora de Capronio le dio las gracias a éste por haber cedido parte de la piel de su glúteo para el trasplante. “No me lo agradezcas —le dijo el incivil sujeto–. Tengo mi recompensa cada vez que tu mamá te da un beso en la mejilla”. FIN.

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