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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Superiberia

 Por: Catón / columnista

Serán victorias pírricas

Un individuo de nombre Drogo de Mora llamó por teléfono a su más cercano amigo y le comunicó, sombrío: “Estoy en el mar a 5 millas de la Costa. Vine en mi lancha porque he decidido suicidarme. Llevo atado al cuello un yunque de herrador; me enredé a la cintura una cadena de 100 kilos y tengo amarrada a los pies una pesada losa funeraria. Me arrojaré a las aguas a fin de acabar con esta vida miserable. Sucede que estoy lleno de deudas que me agobian, acosan y atenazan. Le debo a la compañía de luz; a la compañía de teléfonos; a la compañía de gas. Sólo a la Compañía de Jesús no le debo. También le debo al banco, a la caja de ahorros y a la financiera; le debo al Seguro, a Hacienda y al Infonavit; les debo a mi suegro y a mis cuñados, a mis padres, hermanos, primos y sobrinos; a todos mis amigos y conocidos les debo. Le debo a medio mundo y a nadie puedo pagarle. Vivo huyendo de mis acreedores; escondiéndome para que no me vean. Todo lo he perdido, hasta el honor. También traigo perdidas las llaves. Por eso me quitaré la vida”. “¡No cometas esa locura, amigo mío! –clamó, angustiado, el otro-. ¡No te arrebates la existencia! ¡Mañana brillará de nuevo el sol! ¡Eres águila, no gallina! ¡Además también a mí me debes!”. “Inútil es tu ruego, camarada –respondió Drogo con dolorido acento-. En el momento en que oyes estas últimas palabras mías me estoy lanzando al insondable piélago”. En efecto, el amigo escuchó el ¡splash! que hizo el desdichado al precipitarse al agua. Siguieron unos instantes de ominoso silencio y luego el amigo oyó de nuevo en el teléfono la voz de Drogo que le dijo: “Con todo y el yunque, la cadena y la pesada losa funeraria logré salir del mar. Estoy otra vez a bordo de mi lancha”. “¡Alabado sea el Señor! –profirió el amigo, jubiloso-.¡Ahora podrás pagarme lo que me debes! Pero dime: ¿qué fue lo que hizo que desistieras de tu propósito suicida y regresaras a la embarcación?”. Explicó Drogo: “Es que allá abajo anda un cabrón buceando, y a él también le debo”… Pirro fue un Monarca de la antigüedad. Rey del Epiro, las crónicas de su época lo describen como hombre sabio y guerrero valeroso. Tenía hermosa presencia, y no abusaba de los placeres de la mesa ni del lecho. Se propuso crear un vasto imperio, y para eso le declaró la guerra a Roma. Atacó a sus legiones con un ejército de 25 mil soldados y 20 elefantes y las venció en Heraclea: los romanos jamás habían visto a esos paquidermos, y su irrupción en el campo de batalla los aterrorizó. Sin embargo Pirro sufrió tan grandes pérdidas que pronunció entonces su famosa frase: “Otra victoria como ésta y me quedo sin ejército”. A ese episodio alude la expresión “victoria pírrica”: la que se consigue a costa de pérdidas enormes. Entre paréntesis, el tal Pirro tuvo una muerte absurda: según cierta versión el año 272 antes de Cristo, una mujer cuyo hijo había sido tratado mal por él le arrojó una teja y lo descalabró en manera tal que a los pocos días se le fue la vida al poderoso rey por el agujero en la cabeza. Pues bien: aunque el PRI logre retener los triunfos que árbitros electorales muy cuestionados le otorgaron en los estados de México y Coahuila, esos triunfos serán victorias pírricas, y en modo alguno podrán considerarse anuncio de un resultado igual en la elección presidencial del próximo año. De estos comicios el PRI salió muy lastimado y con su credibilidad a la altura del betún, o sea por los suelos. Antes que favorecerlo, tales resultados han hecho que aumente la animadversión de un gran número de mexicanos contra el régimen. No será difícil que en el 2018 la población le arroje al PRI una pesada teja que lo descalabre… FIN.

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