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De política y cosas peores

Superiberia

“Podrán hacer el amor solamente dos días por semana: los martes y los miércoles. Recuérdenlo: solo los días cuyo nombre comienza con la letra eme”. Eso les dijo el doctor Ken Hosanna a los recién casados que estaban haciendo uso demasiado frecuente de su matrimonio, motivo por el cual los dos andaban agotados, exánimes y febles. Al principio observaron puntualmente la draconiana prescripción, pero bien pronto al novio le pareció demasiado rigurosa y contraria a la naturaleza y al amor. Así, un domingo se le acercó en el lecho a su linda esposa con evidentes intenciones de connubio. Ella le dijo: “Recuerda: solo podemos hacerlo en los días cuyo nombre comienza con la letra eme”. Replicó él: “¿Qué hoy no es momingo?” Becquerito, romántico muchacho, le preguntó a Pirulina: “¿Crees en el amor eterno?” “Claro que sí -contestó Pirulina-. He tenido seis o siete amores eternos”. él le dijo a ella: “Es cierto: a tu papá le caigo bien; tu mamá me quiere bastante; tus hermanos ya me dicen ‘cuñado’; tus tías y tus primos me reciben en sus casas con agrado. El problema es mi esposa”. Doña Cacariola sufría mucho por causa de sus creencias. Creía que calzaba del 6 y la medida de su pie era del 8. El marido practicaba el levantamiento de pesas. Un día levantó una de 50 kilos. Le preguntó su mujer en tono agrio: “¿Cómo es que puedes levantar eso y no lo otro?” Eran las 06:00 horas. En el campo del honor donde los desafíos se llevaban a cabo la suegra y el yerno estaban espalda con espalda, cada uno esgrimiendo su pistola de duelo. La hija de la mujer y esposa del sujeto llegó corriendo. “¡Deténganse! -clamó desesperada-. ¡Sus diferencias ya están llegando demasiado lejos!” El padre Arsilio hizo un vuelo en jet. Le pidió a la azafata un whisky doble. En seguida le preguntó: “¿A qué altura va el avión?” Le respondió la chica: “Estamos volando a 36 mil metros de altitud”. El buen sacerdote se preocupó: “Mejor tráigame un refresco de dieta. Estamos muy cerca de la oficina del jefe”. La actriz que en un teatro de pueblo hacía el papel de Julieta era bastante robusta, por no decir que era sumamente gorda. En el curso de la representación el actor que hacía de Romeo le preguntó, vehemente: “¿Cómo podré llevarte conmigo, amada mía?” Desde el fondo se oyó una sugerencia: “En dos viajes, pelao”. El pirata tenía un gancho a manera de mano. Estaba con su esposa en una playa nudista y pasó frente a ellos una guapa muchacha con las pompis, las bubis y las piernas llenas de curitas. Antes de que su ceñuda mujer hablara el pirata se apresuró a decir: “Te juro que ni siquiera la conozco”. La joven esposa dio a luz unos hermosos gemelitos. Le preguntó a su médico: “¿Por qué sucedió esto doctor? Ni en mi familia ni en la de mi marido hay antecedentes de gemelos”. “Realmente no lo sé -respondió el facultativo-. Supongo que les dio miedo llegar solos a este mundo”. En la fiesta uno de los invitados le dijo a la pareja de anfitriones: “Me comentan que son ustedes unos felices esposos”. Precisó el señor: “Yo soy el esposo. Ella es la feliz”. Llegó una chica a la farmacia y le pidió a la encargada: “Dame una caja de toallas sanitarias”. Seguidamente alzó la vista al cielo y exclamó con fervoroso acento: “¡Gracias, Dios mío!” Doña Macalota le propuso a su marido: “¿Te gustaría una segunda luna de miel?” “¡Por supuesto! -se entusiasmó él-. ¿Con quién?” Un tipo le contó a otro: “Somos 15 hijos. Tenemos a nuestra madre en un pedestal”. “Hacen muy bien -apuntó el otro-. Tu madrecita lo merece. ¡Quince hijos!”. “A lo mejor vamos a ser 16 -acotó el tipo-. Anoche papá bajó a mamá del pedestal”. FIN.

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OMITIENDO ENTUERTOS

Exigen cese del oficial del RC