En pleno acto del amor doña Macalota le dijo de pronto a su marido: “Me gustarÌa ver a dos mujeres haciendo cosas delante de mí”. “¡Caramba! -exclamó don Chinguetas, asombrado-. ¡No te suponía capaz de semejantes pensamientos!”. “Sí -confirmó doña Macalota-. Me gustaría ver a una mujer barriendo y trapeando la casa y a la otra haciendo la comida y lavando los trastes”. La señorita Peripalda, catequista, les indicó a los niños: “A cada uno de nosotros el buen Dios nos da una virtud: la virtud de la prudencia, la virtud de la templanza, la virtud de la sabiduría, la virtud de la castidad.”. De inmediato Pepito levantó la mano: “Maestra: si a mí me toca la virtud de la castidad ¿la puedo cambiar por alguna otra?”. Don Cucurulo, señor de edad madura, comentó pesaroso en la mesa de amigos: “Siempre he oído decir que la exposición a los rayos X puede producir impotencia. Debe ser cierto: hace 30 años me tomé una radiografía de tórax y ya estoy empezando a sentir los efectos”. Doña Panoplia de Altopedo, dama de sociedad, vio por la ventana que su vecino estaba cavando un pozo en el jardín. Fue hacia él y le preguntó, curiosa: “¿Para qué está haciendo ese pozo?”. Respondió el hombre: “Para enterrar a mi pececito dorado”. “Pobrecito -se condolió doña Panoplia-. Pero ¿no es demasiado grande el pozo para su pececito?”. “No -replicó el vecino-. Está adentro del gato de usted”. Babalucas invitó a salir a una linda chica. Cuando llegó por ella se encontró con la novedad de que la muchacha no podía hablar: una súbita laringitis la había privado de la voz. Le preguntó Babalucas: “¿Qué haremos?”. La chica tomó una libreta y un lápiz y dibujó una copa. “Ya entiendo -dijo Babalucas-. Quieres que vayamos a tomar una copa”. La muchacha asintió. Volvió a preguntar Babalucas: “¿Y luego?”. La muchacha dibujó un tenedor y un cuchillo. “Ya veo -dijo él-. Quieres que después vayamos a cenar”. La muchacha confirmó eso con un movimiento de cabeza. Inquirió Babalucas: “¿Y en seguida?”. La chica sonrió provocativamente y dibujó una cama. “Imposible -le dijo el badulaque-. No podremos ir a ver muebles. A esta hora las mueblerías ya están cerradas”. (Nota: pendejo). Don Algón, ejecutivo de empresa, le preguntó a uno de sus empleados: “¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?”. “40 años, señor -respondió con orgullo el interrogado-. Y en todo este tiempo no he faltado al trabajo un solo día y nada más llegué tarde una vez, porque uno de mis hijos enfermó y aún así mi tardanza fue de solamente un minuto después de la hora de entrada”. Le dijo don Algón al tiempo que se retiraba: “En el futuro procuremos ser más puntuales”. (Nota: cabrón). El general Azo reunió a sus tropas y les dijo: “Nuestros servicios de inteligencia han averiguado sin lugar a dudas que el enemigo nos atacará esta noche por sorpresa. Sabemos la hora exacta en que el ataque se producirá y por cuál flanco va a ser. Pero cuando llegue el enemigo finjan ustedes sorpresa. No hay que ser aguafiestas”. El padre Arsilio y el rabino Cohen eran buenos amigos. Cierto día el buen sacerdote tuvo que salir del pueblo y le pidió a su amigo que oyera en su lugar las confesiones de los fieles. El rabino, hombre amable, benévolo y servicial, aceptó de buen grado hacerle ese servicio y a la hora indicada se sentó en el confesonario. Llegó una linda chica y le dijo: “Acúsome, padre, de que anoche hice el amor con mi novio”. El rabino le impuso la penitencia: “Deja 50 pesos de limosna”. “¿50 pesos? -se alarmó la muchacha-. El padre Arsilio solamente pide 10”. Explicó el rabino: “Es que él no sabe lo sabroso que es eso”. FIN.