por: CATÓN / columnista
“Acúsome, padre, de que tengo un amante”.
Así le dijo Facilda Lasestas al padre Arsilio, el cura de la iglesia parroquial.
Sin esperar a que el confesor dijera algo prosiguió la mujer:
“Veo a mi amante una vez a la semana, la noche de los jueves, que es cuando mi marido se va a jugar al póquer con sus amigos.
Unas veces él viene a mi casa; otras voy a la suya yo; pero siempre nuestros encuentros son un torrente pasional de pasiones que me transporta al culmen de la delectación erótica.
Empieza él por acariciarme todo el cuerpo con ardor; luego me cubre de encendidos besos…”.
“Basta, mujer –la interrumpió el buen sacerdote-. Esos pormenores no vienen al caso”.
“Permítame hablarle de ellos, señor cura –le rogó Facilda-.
No tengo a nadie más a quien contarle esto”…
Don Añilio, maduro caballero, consiguió al fin que Susiflor, linda muchacha, aceptara dar un paseo con él en su automóvil.
La llevó por un camino solitario, y de pronto detuvo el vehículo.
“Se le agotó la batería al coche –le dijo a su bella acompañante-.
Esperemos un poco a ver si se repone”. Así diciendo pasó el brazo sobre el hombro de la muchacha.
Las cosas, sin embargo, no pasaron de ahí.
Ella le dirigió una mirada de interrogación.
Y él dijo muy apenado: “Parece que a mí también ya se me agotó la batería”…
Dulcilí, muchacha ingenua y candorosa, se hallaba en estado de buena esperanza; quiero decir encinta, embarazada, grávida.
Su sorpresa fue grande, lo mismo que la de su familia y de los médicos, cuando llegado el tiempo del alumbramiento dio a luz un sapito. “¿Lo ves? –le recordó su mamá-.
Te dije que no era un príncipe encantado”…
Los recién casados entraron en la suite nupcial del hotel donde pasarían su noche de bodas.
Dijo el novio: “¡Al fin solos!”. La novia dijo: “¡Al fin puedo quitarme los zapatos!”.
Él descorchó la botella de champán que había pedido.
Ella fue al espejo a ver si no se le había descompuesto el peinado.
Después del brindis “por nuestra eterna dicha” ella dijo: “¡Lo que debe haberle costado la boda a mi papá!”.
Y dijo él: “Ven a la cama, mi vida.
Vamos a desquitar ese dinero”… FIN.