CATÓN
Columnista
Noche de bodas. El excitado galán le pidió a su flamante desposada que hiciera algo que ciertamente se apartaba de la ortodoxia conyugal. Exclamó ella, indignada: “¿Cómo me pides que haga semejante cosa?”. Tras una pausa añadió, dubitativa: “A menos que hayas hablado con alguno de mis anteriores novios”… El doctor Retino, oftalmólogo, atendió a un famoso pintor y le salvó la vista. El ilustre paciente, agradecido, pintó para él un cuadro de gran formato que mostraba un ojo humano visto de cerca, con todos los detalles anatómicos. El médico, orgulloso, llevó la obra a su casa y le anunció a su esposa que iba a colocar la pintura en la pared principal de la sala. Le preguntó: “¿Qué piensas?”. Respondió la señora: “Que es una suerte que no seas proctólogo”… Don Algón, salaz ejecutivo, abordó el ascensor del hotel de playa junto con una linda chica que llevaba por todo atavío un minúsculo traje de baño. Le dijo con untuoso acento: “Disculpe usted, señorita, que le haga notar una agradable coincidencia. Su bikini es exactamente del mismo color de mi chequera”… La pequeña Rosilita le presumió a Pepito: “Soy muy lista. Tengo apenas 11 meses de edad y ya camino”. “Yo soy más listo que tú –le contestó Pepito-. Ya tengo 3 años y todavía hago que mi papá y mi mamá me lleven cargado a todas partes”… El general Popo perdió la batalla y cayó en manos de sus enemigos. Tras un juicio sumario –duró 7 segundos- fue sentenciado a muerte. La mañana de la ejecución el capitán encargado del pelotón de fusilamiento le dijo en su celda: “A esta hora debería yo llevarlo al paredón, mi general, pero le he conseguido 15 minutos de clemencia”. “No es mucho –suspiró el condenado-. Pero en fin: que pase Clemencia”… Susiflor le preguntó a su amiga Dulcibel: “¿Qué es lo primero que haces después de realizar el acto del amor?”. Sin vacilar contestó Dulcibel: “Pasarme otra vez al asiento delantero del coche”… Cuando doña Macalota veía su serie en la tableta el mundo desaparecía para ella. Nada la apartaba de su atención reconcentrada. Una noche don Chinguetas, su marido, le avisó: “Voy a salir”. “¿A dónde vas?” –preguntó ella sin quitar la vista de la pantalla. Por broma respondió el marido: “Voy a una orgía”. Con los ojos fijos en el artilugio le dijo su mujer: “Llévate el suéter”… El adolescente se había pintado el pelo de amarillo, y lo llevaba al estilo mohicano. Lucía tres aretes en la oreja izquierda, cuatro en la derecha y uno en la nariz. Llevaba una rota camiseta con el rostro del Che Guevara, pantalones de pandillero y guaraches. Le confesó a un amigo: “La verdad, no me gusta cómo me veo, pero todo esto me salva de tener que ir con mis papás a las aburridísimas visitas que hacen a sus familiares”… Lord Highrump estaba desvestido en su cama, feliz y jubiloso. Explicaré la causa de su alegría y su felicidad. Lo acompañaban en el lecho, igualmente sin ropa todas ellas, la frondosa cocinera de la casa, la exuberante mucama, la curvilínea planchadora y la voluptuosa camarera. Les comentó milord con una gran sonrisa: “¡Y pensar que cuando mi esposa salió de viaje me dijo que le preocupaba que no fuera yo a saber cómo manejar a la servidumbre!”… Doña Jodoncia y don Martiriano asistieron a una boda en una iglesia de una denominación que no era la de ellos. Sucedió que a don Martiriano se le salió el pañuelo del bolsillo del pantalón. Doña Macalota vio de soslayo eso y pensó que el pañuelo era la falda de la camisa de su esposo. Le preguntó en voz baja, preocupada: “¿Traes abierta la bragueta?”. Inquirió a su vez don Martiriano: “¿Es requisito?”… FIN.